• Opinión
  • 28 de febrero de 2025
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La teoría del caballo muerto

La teoría del caballo muerto

La teoría del caballo muerto

Imagen generada mediante IA

Licencia Creative Commons

 

Josep Oton

 

La teoría del “Caballo muerto” es una metáfora mordaz que refleja cómo muchas organizaciones se encallan al querer hacer funcionar un modelo que resulta inoperante. Se dice que esta teoría, aplicada al análisis de la dinámica de grupos, nace de un dicho de los indios Dakota, transmitida de generación en generación, que rezuma un gran sentido común: “cuando descubras que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar”. Ahora bien, esta obviedad no siempre preside nuestras actuaciones. Esta incoherencia queda patente en el cuento del “Caballo muerto”.

Un jinete monta un caballo estirado en el suelo. Intenta con todos sus medios hacer que se levante, pero el animal yace sin vida. El jinete ignora deliberadamente el estado del caballo y, desesperado por su inmovilidad, le reprende con vehemencia. Como no le hace caso, le atiza más fuerte con el látigo. El responsable de la cuadra, al ver que el caballo no puede galopar, decide rebajar las expectativas y conformarse con el trote. Al no funcionar esta estrategia, deduce que el responsable es el propio jinete que no sabe montar adecuadamente el animal. En consecuencia, lo envía a un curso de formación. En paralelo, amplía el margen de financiación con una partida adicional destinada al entrenamiento para intentar incrementar el rendimiento del caballo. Como los resultados no son los esperados, se decide cambiar al jinete por no estar capacitado y se baraja la posibilidad de encargar un estudio de productividad para encontrar un jinete más liviano que pueda mejorar el rendimiento del caballo muerto. Para sopesar la viabilidad de las medidas adoptadas, se constituye un comité de expertos que analizará el conflicto. Asimismo, se organizan viajes a otros países para comprobar en directo cómo montan allí los caballos muertos. También se decide recalificar al caballo muerto y se le diagnostica una DPV, es decir, una “disfuncionabilidad para vivir”.

Finalmente, se declara que el caballo muerto, al no precisar alimentación, resulta menos costoso, acarrea menores gastos indirectos y, por ello, contribuye sustancialmente, más que el resto de caballos, al buen balance final de los presupuestos.

Las personas acostumbradas a ver circular las sucesivas modas pedagógicas por las aulas habrán entendido a la perfección el sentido del cuento del caballo muerto, así como los esfuerzos del jinete y del responsable de la cuadra para salir del brete. Parece una sátira del sistema educativo hecha con mala fe por algún profesaurio desalmado. Pero no es así

La teoría del “Caballo muerto” proviene del mundo empresarial. Aunque parezca una caricatura absurda, retrata el comportamiento de muchos colectivos. Muestra el apego a ideas insensatas, la ceguera frente a lo obvio, la terquedad en pedir lo imposible y la inercia en la propuesta de objetivos inviables. La repetición de remedios ineficaces es un problema común de muchas organizaciones que se resisten a deshacerse de proyectos estériles o, incluso, perjudiciales. Recordemos cuando en medicina se utilizaban las sangrías y las sanguijuelas.

Resulta bastante común en determinados organismos seguir invirtiendo tiempo, recursos y esfuerzos en un programa improductivo o, definitivamente, fallido. En vez de abandonarlo, muchas veces se implementan estrategias destinadas a intentar resucitar al caballo muerto. Al diseñar metas impracticables, se piensa que con un esfuerzo adicional y mayor inversión, la situación puede revertir y se podrán subsanar todos los errores.

Esta anomalía organizativa se debe a varios posibles motivos. En ocasiones, es la idea de alguien a quien se le atribuye una gran autoridad y nadie se atreve a contradecirle. También puede suceder que existan demasiados compromisos adquiridos con anterioridad y nos empeñamos en hacerla funcionar sea como sea. O bien, tal vez fuera en su momento una idea de éxito, pero su eficacia ha caducado, y, sin embargo, seguimos trabajando casi como autómatas en la dirección marcada.

Es imprescindible reconocer cuándo ha llegado el momento de dejar de lado los esfuerzos improductivos y redirigir nuestra energía hacia soluciones más viables. Para ello hace falta abrir los ojos y percatarnos de cuál es la realidad. De otro modo, seguiremos montando un caballo muerto, malgastando inútilmente recursos sin llegar nunca a ninguna parte. Que tomen buena nota los responsables educativos.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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