• Opinión
  • 30 de abril de 2024
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El camelo de lo transversal

El camelo de lo transversal

LA GRAN ESTAFA. Sección de opinión a cargo de David Cerdá

El camelo de lo transversal

Años de «transversalidad» han dado por resultado el abandono de saberes prácticos fundamentales

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Licencia Creative Commons

 

David Cerdá

 

Años de «transversalidad» han dado por resultado el abandono de saberes prácticos fundamentales para el desarrollo personal del carácter y el juicio, la libertad e independencia del ciudadano y el desempeño profesional de altura. Es hora de abandonar este engañoso subterfugio y elevar el nivel de la educación secundaria, pieza crucial del edificio educativo.

«Un fantasma recorre Europa»: así comenzaban Engels y Marx el Manifiesto comunista; lo mismo puede decirse hoy a propósito de la enseñanza, pero ese fantasma no es el comunismo, sino la «transversalidad». He perdido la cuenta de las veces que escuché en los últimos quince años referir que este o aquel aprendizaje fundamental los cubría el sistema educativo «transversalmente». En especial en cuanto a dos materias esenciales, la Ética y el Pensamiento crítico, cuya lamentable ausencia en los egresados de la Secundaria he podido constatar de primera mano.

Voy a referirme en lo que sigue a la clase media, evitando, por abajo, a quienes descarrilaron del sistema, y por arriba a los muy brillantes. No se les ha enseñado lógica, dialéctica ni retórica. Para quien sospeche que hablo del trivium o el quadrivium, puntualizo que me refiero a algo tan elemental como construir un argumento razonable (premisas y conclusiones; ideas y hechos), saber debatirlo ordenadamente y abriéndose a la crítica buscando cooperativamente la verdad y exponer a una audiencia una postura con un mínimo de orden, solidez y estilo. O siquiera saber qué es la verdad, ya que estamos, saber que existe y por qué hay que perseguirla. En segundo lugar, la Ética. Lo ignoran todo sobre esta materia. Vienen deconstruidos y en blanco, relativistas puros, y sin ánimo ni intención para «meterse en problemas», esto es, desanimados de luchar por la justicia luego de determinar en qué consiste, en conciencia.

Si esto ocurre, pese a que esos saberes prácticos de primera necesidad se les enseñaron «transversalmente», es porque los alumnos han visto mortalmente reducida y aligerada su carga de Filosofía y sus exigencias de lectura. Condenados a un analfabetismo funcional acusado, carecen en general de la capacidad para entender textos medianamente enjundiosos. Tampoco conocen lo elemental sobre la cognición humana y sus sesgos, ni se les enseña que hay cosas que están bien y mal y que pueden usar el juicio para razonarlas, ni el camino que la humanidad ha seguido para descubrirlas. Apenas pueden explicar cómo funcionan sus cerebros. Nada menos que sus cerebros: el único instrumental que tienen para construir una vida honesta y arrojada en la polis y doblegar en el mercado laboral a la IA.

La LOMLOE es solo otro clavo en el ataúd de esta estafa. La ley cita la transversalidad hasta en seis ocasiones, mencionando que cubrirá sus nobilísimas intenciones «tanto a través de contenidos específicos como en una perspectiva transversal», mencionando, en cuanto al currículo, que incorporará «los contenidos de carácter transversal a todas las áreas, materias y ámbitos», etcétera. Porque así funciona el vaciado político de la educación, como una cuchara con la que se saca la carne a un aguacate, luego de abrirlo en dos y retirarle el hueso: retirando la carne de los contenidos a cambio de plantear en las leyes bellísimas intenciones, e infradotando, después, a quienes habrán de implementarlas. Se trata de negar espacio curricular a lo que no conviene a la casta; por ejemplo, que haya muchas personas con capacidad de pensar por sí mismas y una conciencia fuerte y valerosa, gente capaz y honestamente interesada en su comunidad y su prójimo; no vaya a ponerse esa gente en pie y arrinconar a los poderosos.

«Asimismo» —dice el artículo 19 de la LOMLOE— «se pondrá especial atención a la educación emocional y en valores y a la potenciación del aprendizaje significativo para el desarrollo de las competencias transversales que promuevan la autonomía y la reflexión». No es casualidad que dos enseñanzas fake —educación emocional y en valores— encabecen una frase en la que se confirma en qué consiste educar «transversalmente»: en hacer como que se enseñará para no hacer nada. Y en esto han transformados los políticos de todo signo la Educación: en un cortijo más para sus guerras ideológicas, haciendo de todas sus leyes declaraciones de intenciones para, por turnos, desdecirse mutuamente, en perjuicio de todos.

La idea es, a la hora de comedor, pasar una loncha de jamón por la cara de todos, para que fuera, y quien pueda, se la pague. Porque como el mundo avanza, y muy legítimamente la educación privada es consciente de lo que falta, esos contenidos, más tarde, los ofrece. Y es así como sin importar la conciencia social que declaren, todos los gobiernos de los últimos treinta años han contribuido a ensanchar la desigualdad social, que ya alcanza niveles rampantes. Sería un gran paso que la comunidad educativa —profesores, gestores de centros y padres— se negase a recibir ni una sola cucharada de transversalidad más, que dijera basta al chamarileo político-educativo y afirmase de una vez por todas que lo que no se enseña en asignaturas de verdad, no ocurre.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

1 Comments

  • Gracias, David, por este artículo tan necesario.

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