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- 28 de junio de 2024
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Notas sobre un final de curso
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Notas sobre un final de curso
La iniciativa la están cogiendo plantillas de docentes que ya no toleran más ficciones ni más mentiras oficiales
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Nos lo decía una compañera sindical en un centro docente, hace pocos días: “Los equipos directivos y el Departamento de Educación se empiezan a encontrar con plantillas organizadas, que plantan cara, y no saben cómo reaccionar”. Tenía toda la razón. En septiembre nos preguntábamos qué efectos tendrían los procesos de estabilización laboral en el ámbito educativo: es posible que ya podamos responder algo al respecto: por un lado, en octubre ya se notaba un cansancio insólito con las implementaciones draconianas de ‘ABP’ y delirios digitales antihumanísticos, así como otras soluciones pedagogistas autoritarias; en segundo lugar, se han producido algunos fenómenos dispersos de corrupción que han hecho sonar algunas alarmas; y, por último, han estallado revueltas de docentes y estudiantes contra los aspectos más sangrientos del Decreto de Plantillas, la infausta ley que provoca que en Cataluña el personal docente se nombre a dedo por parte de direcciones afines y clónicas.
Y es que hace tiempo que creo que el profesorado tiene más ganas de dar clase que de hacer huelga. El pasado 13 de junio, Josep Sala i Collell publicaba un artículo importante en Vilaweb, donde defendía que el curso 2023-2024 había sido el curso del descontento contra los cantos de sirena de la falsa innovación pedagogista. Una vez el cambrayismo certificó que la administración era hostil a sus propios empleados, que la desconexión entre la política y la realidad era total, una situación insólita y totalmente irracional, que todavía sufrimos, en la que se nota demasiado que las instituciones quieren deshacerse de quienes deberían ser sus protegidos, y en un contexto donde no parece muy popular dignificar la profesión docente, el búnker pedagogista está entrando en una zona de estado terminal: el pedagogismo y la privatización protagonizada por las fundaciones afines mueve más dinero que nunca, pero ha perdido por completo su prestigio. Las sonrisas y las falsas promesas sociales ya sólo irritan y tensionan, pero ahora en serio, hasta el punto de que las únicas dos opciones viables para los docentes sean marcharse o empezar a desobedecer.
La iniciativa la están cogiendo plantillas de docentes que ya no toleran más ficciones ni más mentiras oficiales y resuelven derribar direcciones nombradas a dedo. La crisis institucional se acentúa. Si en un sistema los trabajadores prefieren las represalias a seguir experimentando humillaciones y desprecio cotidiano, el sistema tiene un problema. Los motines docentes podrían dejar de ser casos aislados y extenderse aún más. En este caso, un bunker pedagogista tendría poco futuro, sólo viviría como armazón oficial, como una especie de gobierno Narváez o Arias Navarro, empujando los días con dificultad e inercia, defendiendo un pasado como una pesadilla o un emolaberinto. Empujando ficciones oficiales de granito y mármol, sin ruedas.
En Barcelona especialmente existen varias heridas abiertas. Las direcciones no pueden ser gobiernos civiles. No se puede seguir sofocando el debate pedagógico: en Cataluña hemos perdido completamente el sentido de lo que es una educación democrática y de calidad. La realidad se ha ido abriendo paso: lo único que hacen nuestras instituciones es blindar privilegios y presentar presupuestos de pura vergüenza. ¿No sería mucho más constructivo fomentar la reforma antineoliberal desde abajo? ¿Abrir las ventanas, sanear la Función Pública, volver a los principios de moralidad y transparencia? ¿Trabajar de verdad contra la segregación y para la igualdad sin las propagandas humillantes y fraudulentas actuales? ¿No sería más realista abolir el decreto de plantillas, acabar con el deterioro acelerado de nuestros centros, acabar con los contratos descabellados y antieducativos, respetar el pluralismo interno de la sociedad catalana y alejar la lucha de clases que comporta el decreto de nuestros claustros? Los claustros deberían centrarse en temas pedagógicos y deberían dejar de ser panegíricos de la privatización y la burocratización.
¿No sería más razonable dejar enseñar? Si empezáramos a expulsar parásitos y caciques posiblemente volveríamos a ser pioneros en políticas sociales, y no imitadores de cuarta fila de las recetas austericidas. Si no, lo seguirán haciendo los docentes, cada vez más intensamente, más dolorosamente. El sistema está detenido y noqueado, sobre la lona. No funcionan ni los aplicativos de notas: lo único que sigue funcionando es la caja registradora de las entidades parásitas.
Fuente: educational EVIDENCE
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