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  • 27 de septiembre de 2024
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Antonio Fillol y la visibilización de la violencia sexual

Antonio Fillol y la visibilización de la violencia sexual

Antonio Fillol y la visibilización de la violencia sexual

‘El sátiro’, del pintor valenciano Antonio Fillol (1870-1930), muestra una rueda de reconocimiento para que una niña identifique a su violador. El cuadro fue retirado de la Exposición Nacional de 1906 por “inmoral”. / Wikimedia

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Loida Roca

“Me limitaba a pintar en él una de esas brutalidades que de tiempo en tiempo

realiza la bestia que el hombre lleva dentro”.

Antonio Fillol

Antonio Fillol Granell (1870 – 1930) ha sido sin lugar a dudas un gran olvidado de la historia del arte español. Nacido en Valencia,  de orígenes humildes y de ideales republicanos, reflejó en  sus  obras los paradigmas y contradicciones del cambio de siglo. Fillol comprometió su arte con el movimiento del naturalismo y,  al estilo zolesco, usó su destreza para representar las realidades de la periferia con una mirada crítica y objetiva. Estas decisiones artísticas e ideológicas le ocasionaron múltiples controversias. La bestia humana (1897) y El sátiro (​​1906) fueron dos de sus obras más polémicas. Estas piezas de magnífica composición y sublime realismo enardecieron a la crítica más conservadora por su temática: la prostitución y la agresión sexual.

La violación o la agresión sexual de las mujeres es una temática pictórica que siempre ha estado presente en el imaginario del arte, por cuanto es un imaginario hegemónicamente masculino. Este tipo de violencia fue velada a través de distintos mecanismos como por ejemplo la idealización, que representaba la violación idealizándola a través de temas mitológicos o históricos. Podemos ver múltiples escenas de este tipo en cualquiera de los grandes museos de arte bajo el poético título de raptos, cuyas protagonistas suelen mostrar sufrimiento en sus rostros, sin embargo sus cuerpos se erotizan mostrándose desnudos acorde a los cánones estéticos de las distintas épocas posando de forma sugerente y teatral. Esta forma de representación facilita la deshumanización de la mujer y, por consecuencia, se erotiza el acto de la violación. Ejemplos de ello son el Rapto de las hijas de Leucipo (1616) de Rubens, el Rapto de Proserpina (1621-22) de Bernini, El rapto de las sabinas (1874) de Francisco Pradilla, El rapto de las sabinas (1799) de Jacques-Louis David, entre otros.

Pocos son los artistas que, al igual que Fillol, visibilizaron la violencia sexual en lugar de erotizarla o velarla a través de mitos o escenas históricas. Un ejemplo de esta visibilización la podemos encontrar en la pieza pintada por Degas entre 1868 y 1869, Interior (La violación). Esta pintura costumbrista de gran tamaño muestra el previo a una escena de agresión sexual que, al igual que La bestia humana o El sátiro, no se sirve de desnudos para transmitir la angustia del momento. Considerablemente más cruda fue la pieza performativa que creó una mujer, Ana Mendieta (1948-1985), usando su propio cuerpo de forma cruel y dura. Dicha pieza se tituló Rape Scene (1973) y la intención de la artista fue protestar en contra de la violación y asesinato de una compañera de la universidad.

Este breve análisis no pretende caer en la cancelación, abundante de nuestra época, de piezas tan icónicas como las citadas anteriormente, pero sí aborda la necesidad de hacer una reflexión en torno a la abundante representación, sea de forma idealizada o cruda, de este uso violento del cuerpo femenino.

Regresando a las pinturas de Antonio Fillol y enlazando con la consideración en torno al uso del cuerpo femenino en el arte, cabe destacar otra pieza del artista valenciano, Flor desechada (1906) que representa un sensual desnudo femenino ilustrando la pérdida de la virginidad de forma simbólica. Lo desdeñable de este caso es que mientras dicho desnudo fue aceptado sin problemas por el jurado de la Exposición General de Bellas Artes de 1906, El sátiro fue expulsado del mismo certamen por inmoral.

Este uso y cosificación de los cuerpos femeninos fue satíricamente denunciado casi un siglo después por el colectivo feminista Guerrilla Girls. Este colectivo hizo una llamativa acción en 1985 exponiendo una gran pancarta en la cual se observaba una imagen de La gran Odalisca (1814) de Ingres con una máscara de gorila. Junto a esta figura se podía leer el siguiente texto: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos”. La campaña evidenciaba lo que ya sucedió con El sátiro y Flor desechada, que mientras los cuerpos de las mujeres, en cuanto objeto, siempre tendrían acceso a los espacios artísticos, no sucedería lo mismo con sus narrativas. A principios de 2015, en una conferencia en Matadero de Madrid, las propias Guerrilla Girls afirmaban que los datos actualizados del museo metropolitano de Nueva York eran, paradójicamente, demasiado similares: solo el 4% de los artistas representados eran mujeres y el 76% de los desnudos eran femeninos.

Fillol fue un pintor comprometido con lo social y su denuncia de las desigualdades fue notable, no dejando de pintar escenas o temas tabú pese a las múltiples represiones que sufrió. El pintor mostró la violencia específica que las mujeres sufrían a través y por causa del sexo. Y por todo ello, no es de extrañar que en el panorama español actual, entidades culturales como el Museo del Prado hayan vuelto a exponer las polémicas piezas de Fillol. Obras como La bestia humana o El sátiro sobreviven a la censura y erigen hoy nuevos diálogos con los espectadores del siglo XXI, que de repente y para su asombro, no se sienten ajenos a estas piezas de hace más de un siglo.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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