- Ciencia
- 29 de noviembre de 2024
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La educación y la divulgación como herramientas frente a las catástrofes naturales

La educación y la divulgación como herramientas frente a las catástrofes naturales

Los efectos catastróficos de la DANA en la zona levantina de la península ibérica han puesto de nuevo de manifiesto la necesidad de abordar desde un enfoque multidisciplinar la diagnosis de lo sucedido y de las medidas a adoptar para que el impacto de los riesgos naturales pueda minimizarse en un futuro.
El análisis y las propuestas deben contemplar, indudablemente, la contribución de personas expertas en distintos campos del conocimiento. También, por supuesto, de las administraciones y organismos públicos.
Los manuales más básicos sobre riesgos definen la regla de las tres “P” para enfrentarse a los peligros: Predicción, Previsión y Prevención. Tres términos que empiezan por el prefijo “pre”. Esto significa que deben aplicarse anticipadamente a la catástrofe. Por lo que respecta a la predicción, serán fundamentales las aportaciones de los pronósticos meteorológicos en el contexto del incremento de estos episodios como consecuencia del cambio climático.
La previsión supone un enfoque predictivo más profundo que permite establecer la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno y considerar los factores naturales y antrópicos condicionantes de un proceso o de sus efectos. En la previsión resulta imprescindible el punto de vista de la Geología dado que la Geomorfología y el registro geológico aportan en cada región las evidencias de la dinámica de nuestro planeta. Lógicamente, la Cartografía de las zonas inundables es indispensable. No podemos olvidar que una catástrofe natural surge de una simple relación de interferencia entre la actividad humana y los procesos naturales potencialmente peligrosos. Por ello, es indiscutible la trascendencia de la planificación urbanística y el estudio del impacto de las obras de ingeniería.

Entre las actuaciones de prevención se encuentran todas aquellas que persiguen disminuir al mínimo los daños materiales y personales que puede ocasionar un riesgo. Será importantísima la adopción de medidas estructurales que tienen por objetivo mitigar el riesgo actuando sobre la intensidad o efectos de los procesos. Entre ellas encontramos las obras de contención o refuerzo. No obstante, esto no significa que la completa artificialización de los cursos fluviales deba anular su función hidrogeológica y ecológica. También será primordial la implantación de mecanismos y sistemas de alerta temprana y la definición de planes evacuación y de gestión de las emergencias. Todo ello sustentado por una legislación que regule estos aspectos y una responsabilidad política y administrativa que garantice su cumplimiento.
Sin embargo, el impacto humano de las catástrofes naturales a menudo no tiene en consideración que la percepción pública e individual del riesgo se sustenta en la educación. Aunque la fatalidad siempre tiene cabida, la formación nos hace menos vulnerables frente a los riesgos naturales. La cultura científica de la ciudadanía salva vidas, protege las propiedades y contribuye a tomar las decisiones colectivas y personales más acertadas. La información y la concienciación debe recaer en los diversos organismos competentes en la gestión del riesgo en sus distintas escalas estatales, autonómicas y municipales.
La educación formal frente al riesgo, en cambio, es responsabilidad, en primer lugar, de las administraciones educativas y, también, del profesorado que debe dirigirla en el marco de las asignaturas correspondientes. Después de las recientes reformas educativas en el estado español, la Geología está dejándose de impartir en nuestros planes de estudio. Las Ciencias de la Tierra deberían estar integradas en los currículums con una presencia equivalente al resto de ciencias básicas. Sus contenidos tendrían que ser obligatoriamente impartidos en las materias de todos los niveles obligatorios. En el Bachillerato, no debería ser una asignatura exclusiva de la modalidad de Ciencias y Tecnología. En segundo de Bachillerato no ayudan nada las ponderaciones que se otorgan a la Geología en las pruebas de acceso a la universidad. El peso dado a la Geología y Ciencias Ambientales tendría que ser establecido de un modo homogéneo para todo el estado español y no dejado a criterio de cada universidad o comunidad autónoma. Esta materia constituye una base conceptual esencial para numerosos grados universitarios. Solo por poner un indicador de este retroceso, en la comunidad valenciana en 2014 se presentaron a las pruebas de “selectividad” para la asignatura de Geología unas 3200 personas. ¡En este 2024, tan solo 103! Y esta tendencia es equivalente para el resto de nuestro país.
Frente a la gravedad de la situación, la AEPECT (de la mano de la Sociedad Geológica de España, la Asociación de Decanos de Geología y del Colegio Oficial de Geólogos) lideró la movilización de 33 sociedades y organismos españoles relacionados con las Ciencias de la Tierra que suscribieron en 2021 el “Manifiesto por una adecuada presencia de la Geología en el currículo de la LOMLOE” que fue enviado al Ministerio de Educación y a todos los grupos políticos parlamentarios del Congreso de los Diputados.
En paralelo, y más allá del sistema educativo, la comunidad científica que se ocupa de los riesgos naturales necesita de la implicación entusiasta y la colaboración activa de los medios de comunicación. En la divulgación de los fenómenos que ocasionan las catástrofes y en las medidas de prevención que pueden minimizar sus efectos, los medios de comunicación pueden y deben desempeñar un papel formativo fundamental que, sin duda, será amplificado por las redes sociales.
En un trabajo presentado al IV Congreso sobre Comunicación Social de la Ciencia, celebrado en Madrid en 2007, sus autores se formulaban algunas preguntas: ¿Es lógico que en el siglo XXI sigamos atribuyendo las consecuencias de los desastres a las “fuerzas imprevisibles de la naturaleza”? ¿Las noticias de catástrofes aprovechan suficientemente su capacidad de impacto e influencia para proporcionar una información objetiva de los fenómenos? Y, más allá de la tragedia, ¿Por qué los medios de comunicación raramente ofrecen información sobre medidas preventivas frente a los riesgos?
Las respuestas a algunas de estas cuestiones se vehicularon a través de la propuesta de un “Código de buenas prácticas informativas sobre catástrofes naturales” que fue publicado más tarde en la revista Enseñanza de las Ciencias de la Tierra y que puede consultarse en su versión digital.

La catástrofe derivada de la DANA en el levante español no es un fenómeno extraordinario. Los riesgos naturales son una manifestación recurrente de la dinámica de la Tierra y sus efectos se pueden incrementar en un futuro debido a la mayor extensión territorial de la actividad humana. Entre las medidas de predicción, previsión y prevención, la educación y la divulgación deben jugar un papel de vital importancia.
Fuente: educational EVIDENCE
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