- A pie de aula
- 22 de enero de 2025
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La digitalización y la actualización de la FP

La digitalización y la actualización de la FP
O de la pérdida del norte tecnológico digital en la formación profesional

A veces tengo la sensación de vivir en el mundo al revés. Me sucede cuando escucho a compañeros de Formación Profesional (FP) a los que les dicen desde los equipos directivos que, como no tienen materiales actualizados en los talleres, pues que hagan exámenes teóricos, tipo test, o lo que sea. Mientras tanto, en la secundaria obligatoria, dependiendo de las latitudes, se imponen los proyectos a diestro y siniestro, en muchas materias, no vaya a ser que se hagan demasiados exámenes. O, peor, a ver si alguien reflexiona sobre aquello de que una metodología útil y efectiva en una materia, o en un nivel de estudios concreto, no tiene porque serlo en todas, y la lía en el claustro.
Cuando llevamos la moto o el coche al taller, si tiene menos de quince años, probablemente tenga ya incorporada mucha electrónica. Se diagnostica al vehículo con un dispositivo electrónico especial. De esos de los que muchos centros de FP carecen, mientras siguen desmontando y montando motos o coches tronados, recuperados a bajo coste en el desguace del barrio. En algunos ciclos de imagen personal, de estética, no conocerán las últimas máquinas de depilación láser pulsada, les darán unas pinzas. Y no es que no sirvan estas prácticas analógicas, por supuesto que son importantes, pero no son incompatibles con las nuevas tecnologías. Tecnologías que requieren una inversión importante y, ante todo, meditada.
Para ser más democráticos, los seres pensantes les han mandado proyectores o pantallas a todos, para las aulas teóricas, mientras se siguen sin digitalizar de verdad los estudios. Pero no sufran: la nueva legislación de la FP incorpora una asignatura de Digitalización. Maquillaje puro. Con pigmentos de Pompeya y Herculano. Con suerte, sin embargo, los alumnos verán toda esa tecnología actual en las prácticas en empresa, quizá en la FP dual, lanzándolos a una experiencia laboral para la que casi no se les preparará. Ya les enseñará la vida.
Porque, en el colmo del dislate, se decidió que la digitalización era suministrar pantallas gigantes a todo quisqui, en aras de la equidad. Mirar las necesidades específicas de cada tipo de estudio debe ser muy difícil. Y aún más preguntar al profesorado. ¿No interesa interrogar a los docentes, conocer qué necesitan de verdad, para fomentar una digitalización auténtica, imprescindible en el siglo XXI? Si pensamos en la FP, ¿cómo va a ser lo mismo un ciclo formativo de mecánica, que uno de estética, o de administración, de ebanistería o de peluquería? La atención a la diversidad está para lo que interesa. Y dejar de vender pantallas gigantes, amparadas y sufragadas por los correspondientes fondos europeos, a algunos les hunde el negocio.
La actualización de la FP necesita una conexión con la realidad empresarial que va más allá de obligar a hacer más horas de prácticas, recortando horas efectivas de formación en los centros educativos. La digitalización implica interesarse por las especificidades técnicas de cada ciclo, evitar dotaciones generalistas que en algunos casos son más un problema que una solución, y descubrir que hay tecnologías pretéritas muy eficientes en los talleres, como la pizarra y la tiza, que deberían convivir con dispositivos digitales de última generación con los que poder entrenarse, a fondo, antes de enfrentarse al mundo laboral. Que haya ascensor no elimina las escaleras. La sociedad necesita profesionales adaptados a las nuevas tecnologías, prácticas actualizadas en los centros de FP, y no la obsolescencia programada generalizada, fuente de negocio de las tecnológicas y de los intermediarios.
Fuente: educational EVIDENCE
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