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- 24 de enero de 2025
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Developing Curriculum for Deep Thinking. The Knowledge Revival

Developing Curriculum for Deep Thinking. The Knowledge Revival

El conocimiento importa
La relevancia del saber en la educación
He sucumbido al resurgir del saber. Ya no me importa el qué dirán. Con los años me duelen más los huesos pero menos las heridas que el tiempo cura. En lo físico y en lo mental. Por eso he disfrutado tanto este breve compendio “Developing Curriculum for Deep Thinking. The Knowledge Revival” (Surma et al., 2025) que firma en cabeza Tim Surma, al que sigue un elenco de autoridades en el mundo educativo: Claudio Vanhees, Michiel Wils, Jasper Nijlunsing, Nuno Crato, John Hattie, Daniel Muijs, Elizabeth Rata, Dylan Wiliam y, por último, el gran Paul A. Kirschner. Casi ná, que dirían en el sur. Empezamos el año y para acabar el curso nada como insuflarnos energía racional, sobre todo ante los desvaríos que se promueven desde la academia y, peor, por desgracia, desde los políticos responsables de la educación.
El conocimiento es fundamental para la Humanidad, pues permite el desarrollo de un lenguaje y un bagaje común, así como una cooperación social efectiva. Intraculturalmente y entre culturas. Este principio del conocimiento compartido, matizado en los diversos contextos socioculturales del mundo, que podríamos relacionar con los principios de la cooperación comunicativa de Paul Grice, ha sido clave desde tiempos ancestrales, cuando las tribus humanas utilizaron el acervo de conocimiento colectivo que poseían para sobrevivir primero, comunicarse y prosperar. Y así hasta el presente, donde el conocimiento sigue siendo la base de la educación. O debería serlo. Porque la evolución cultural acumulativa, un hecho histórico innegable, nos demuestra cómo las invenciones y los aprendizajes se transmiten y mejoran a través de generaciones, gracias a la enseñanza, la imitación y, también, la conformidad del contrato social. Desde los útiles líticos y las primeras técnicas de caza, hasta las soluciones más avanzadas en el aula actual, que incluyen la digitalización o la inteligencia artificial, la educación siempre ha dependido del intercambio desinteresado de conocimiento entre los maestros y sus discípulos. Porque si yo te enseño algo no pierdo ese conocimiento. Y ganamos todos.
En este contexto, se reconoce y agradece el valor de recursos educativos abiertos y reivindicativos como este libro de Paul Kirschner y sus colaboradores, que perpetúan este legado humano. Se enarbola el conocimiento como elemento esencial en la transmisión cultural que se da en el aula, ya que determina nuestra capacidad de percibir, aprender y recordar. Porque una base de conocimientos amplia y sólida facilita la adquisición de nuevos saberes y habilidades, promueve el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la comprensión lectora.
Si desde una perspectiva evolutiva, existe una capacidad innata para adquirir conocimientos primarios, obtenidos de manera instintiva (como el lenguaje o la interacción social), hay un conocimiento secundario, cultural, que debe ser enseñado deliberadamente y que incluye profundizar también en los conocimientos que se logran de forma primaria, para cuya adquisición estamos genéticamente predispuestos. El conocimiento secundario, que abarca desde la alfabetización básica hasta el pensamiento científico o tecnológico, es fundamental para el desarrollo personal en las sociedades modernas y debería constituir el núcleo de la educación.
Como muestran algunos de los principales modelos cognitivos esbozados en el libro, como el de la memoria de trabajo de Willingham (2021), es crucial estructurar el aprendizaje en la enseñanza, para superar las limitaciones inherentes de nuestra capacidad cognitiva. El conocimiento es esencial en la educación: sustenta el aprendizaje, el pensamiento crítico y la comprensión profunda. Una base sólida de conocimientos almacenada en la memoria a largo plazo facilita la adquisición de nuevos saberes y optimiza el uso de la memoria de trabajo durante tareas cognitivas complejas. Denostado el conocimiento en algunas tendencias sociales que confunden la información con el saber, que blanden la bandera del “todo está en internet”, el resurgir del conocimiento es la clave para mejorar el aprendizaje, facilitar el discurso colectivo y promover la equidad. Reducir contenidos compromete estos beneficios: son necesarios currículos escritos por expertos, centrados en el conocimiento como base para una educación de calidad. Quizá repensando la tecnología (Diéguez, 2024; Bunge, 2019), pero integrándola de forma efectiva en los currículos específicos de cada materia. Porque, en resumen:
1. El conocimiento es la base de las habilidades cognitivas complejas. Sin suficiente contenido, los estudiantes carecen del contexto necesario para analizar, evaluar y aplicar ideas de manera significativa. Reducir contenidos en el currículo oficial de las materias limita estadísticamente la capacidad de relacionar nuevos aprendizajes con lo ya conocido, eliminando así los andamiajes para la adquisición de habilidades complejas, y para contrastar la información que reciben diariamente en un entorno cada vez más tecnológico.
2. La memoria de trabajo requiere una base sólida en la memoria a largo plazo. La memoria de trabajo tiene una capacidad limitada, pero puede procesar información más eficazmente cuando se apoya en conocimientos previamente almacenados en la memoria a largo plazo. Reducir contenidos debilita esta base, sobrecargando la memoria de trabajo y dificultando el aprendizaje.
3. Riesgo de desigualdad educativa. Contrariamente a algunos planteamientos de la posmodernidad, reducir contenidos afecta más a los estudiantes con menos recursos socioeconómicos o culturales en casa. Las escuelas desempeñan un papel crucial en proporcionar a todos los estudiantes aquello que el hogar no les otorga, es decir, un acceso equitativo a conocimientos amplios. Limitar contenidos perpetúa desigualdades y restringe oportunidades para los más vulnerables, aquellos a los que sus familias, por poner un ejemplo, nunca llevan a un museo o a una actividad cultural.
4. Impacto en la formación integral de la ciudadanía. Una educación rica en contenidos prepara a los estudiantes para participar en debates, comprender problemas globales y tomar decisiones informadas. La reducción curricular de contenidos empobrece la formación integral de las personas, limitando la capacidad de los estudiantes para contribuir activamente a la sociedad.
5. Compromiso con el futuro y el mundo. En un mundo cada vez más complejo y globalizado, los estudiantes necesitan una educación que los prepare para adaptarse y prosperar, más allá de sus contextos locales. Reducir contenidos compromete su preparación para enfrentar desafíos tecnológicos, científicos y sociales, dejándolos menos equipados para innovar, ser creativos o resolver problemas, o para ser resilientes a retos futuros.
6. Evidencia empírica contra la reducción. Numerosos estudios, citados en la obra, muestran que un currículo rico en contenidos mejora el aprendizaje, la retención y el pensamiento crítico. Sociedades con sistemas educativos exitosos, como Finlandia (en su día) o Singapur o Estonia, más recientemente, han priorizado la profundidad y amplitud de contenidos, demostrando que más contenido, bien estructurado, conduce a mejores resultados académicos.
En definitiva, aunque reducir contenidos en el currículo pueda parecer una solución inmediata a problemas como la sobrecarga curricular, o se oigan cantos de sirena que abogan por un recorte curricular drástico (en horas de materias fundamentales y en temario), en aras de un cortoplacismo que maquilla la realidad académica, no nos hagamos trampas al solitario: los costes a largo plazo para el aprendizaje, la equidad social y la preparación de las generaciones futuras son demasiado altos. En lugar de reducir, debemos trabajar en currículos más eficientes, completos, relevantes y bien organizados que brinden oportunidades a todos los estudiantes, para conseguir así un acceso a una educación completa y de calidad.
Referencias:
Bunge, M. (2019). Filosofia de la tecnologia. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans-Edicions UPC. https://upcommons.upc.edu/handle/2117/169030
Diéguez, A. (2024). Pensar la tecnología. Barcelona: Herder
Willingham, D.T. (2021). Why don’t students like school? A cognitive scientist answers questions about how the mind works and what it means for the classroom. Hoboken, NJ: John Wiley & Sons.
Título del libro: Developing Curriculum for Deep Thinking. The Knowledge Revival
Autores: Tim Surma , Claudio Vanhees , Michiel Wils , Jasper Nijlunsing , Nuno Crato , John Hattie , Daniel Muijs , Elizabeth Rata , Dylan Wiliam , Paul A. Kirschner
ISBN: 978-3-031-74660-4
Editorial: Springer Nature
Idioma: Inglés
Número de páginas: 99 páginas
Fecha de publicación: enero de 2025
Descarga gratis: https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-031-74661-1
Fuente: educational EVIDENCE
Derechos: Creative Commons