• Opinión
  • 15 de octubre de 2024
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Mentiras reconfortantes

Mentiras reconfortantes

Mentiras reconfortantes

Foto: mgnorrisphotos. / Pixabay

Licencia Creative Commons

 

Pedro López Tolosana

 

Hace unos años, escuchando Vaughan Radio por aquello de aprender inglés, escuché al presentador y propietario, Richard Vaughan, burlarse de sí mismo. Se lamentaba de que hacía poco había publicado un libro sobre el aprendizaje del inglés en el que proponía esfuerzo y dedicación para conseguir el éxito, y había tenido muchas menos ventas que otro libro publicado por las mismas fechas, en el que se ofrecía algún tipo de solución fácil para solventar el eterno tema del aprendizaje de esta lengua. (No recuerdo si era hablar inglés con cien palabras, mientras se duerme, o por algún tipo de ósmosis). “Nunca me haré rico”, decía este hombre que se caracteriza por su honestidad. “La gente siempre comprará antes mentiras reconfortantes que verdades desagradables”.

Ironías del destino, en el contexto de una clase de inglés, he sido obligado (sin mala fe, hay que decirlo), a escuchar una famosa “TED Talk” de Sir Ken Robinson, titulada: “¿La escuela mata la creatividad?”. Para quien no lo sepa, las TED talk son unas charlas que se empezaron a realizar en Nueva York y que se acabaron exportando a muchas partes del mundo, aunque últimamente han ido bastante a la baja. Se llegaron a pagar 8500$ por una entrada a una charla que luego sería emitida por internet. A los conferenciantes se les exigía un entrenamiento y supervisión en el guion y en la comunicación no verbal. El marco, así de salida, más que de contribución a la humanidad como se presentaba, venía a ser el de contribución al propio bolsillo.

Si a aquella charla de Sir Ken Robinson le quitamos los chistes gratuitos, se convierte en tal concentrado de mentiras reconfortantes en el campo de la educación, que ni siquiera el más aguzado miembro de Fundació Bofill podría aspirar a crear uno semejante. Le haremos caso al coach moderno que nos diría que hay que sacar la parte positiva de todo, y aprovecharemos algún extracto de la conferencia para reflexionar sobre cómo se consiguen estos efectos edulcorados que hacen que se venda con tanta facilidad este producto en el mercado de nuestro ámbito.

La selección de información es sin duda el proceso principal que puede convertir fragmentos de realidad en representantes de aquello opuesto a lo que realmente pertenecen. El caso estrella que Sir Ken Robinson nos explica es el de una niña muy movida que una escuela pidió derivarla a un médico a que la reconociese. Ese señor, la vio bailar con la radio y dijo: “su hija no tiene nada, lo que le pasa es que es una bailarina”. El resultado es que se dedicó al ballet y parece ser que ahora es billonaria. No acompañan la historia ni música de violines ni moraleja, pero ambas se sobreentienden. Según Ken Robinson, otro doctor le habría atribuido un síndrome a la niña y le habría recetado una medicación, diciéndole que se calmase. Así pues, ya tenemos lo que nuestro conferenciante quería trasladarnos: los médicos que medican son malos, los psicólogos que diagnostican son malos, los profesionales de la educación que derivan a otros profesionales son malos, y los pedagogos como él que no han dado una clase en su vida salvan, si no vidas, sí brillantes carreras profesionales. Todo el trabajo colaborativo entre profesionales que tanto proclaman los adalides de las nuevas pedagogías a hacer gárgaras. Ya llega Sir Ken Robinson y lo arregla todo de un plumazo.

La medicina, si se nos permite, contra la intoxicación por mentiras reconfortantes requiere un poco de esfuerzo, pero pensamos que vale la pena. Es tan fácil como rellenar los enormes huecos de información que dejan sus vendedores. Veamos en nuestro ejemplo. Sabemos muy bien que dedicarse a la danza es como cualquier otra profesión. Requiere trabajo y dedicación, y la inserción laboral va en función de la oferta y la demanda, que como en todo, es limitada y variable, y en este caso bastante limitada la segunda. Pero también sabemos que para estar en la élite el sacrificio personal es inmenso. Los cuerpos de las bailarinas sufren con las exigencias posturales, tanto con puro dolor físico, como con secuelas a la larga. La competición es terrible, creando riesgo de ansiedades inmanejables y hasta trastornos mentales. El mérito de nuestra protagonista es el durísimo trabajo, no hay otra. Sobre la oportunidad de la medicación no podemos saber nada. Requiere compilación de información y probaturas, trabajo profesional de equipo. La frivolidad de decidir la adecuación porque yo lo valgo se la dejaremos a Sir Ken Robinson y a los audaces teóricos de la educación que se arroguen esos poderes.

¿Cómo podemos estar prevenidos ante estos vendedores puerta a puerta de crecepelos pedagógicos? Cuando uno tiene experiencia en la enseñanza se hacen aparentes a primera vista. Para aquellos que no la tengan, creo que simplemente recordando que los atajos en educación, como en la mayoría de los campos profesionales, no existen, puede bastar. Sus productos son dulces, hasta empalagosos, pero su intoxicación dificulta el trabajo serio.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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