• Opinión
  • 28 de noviembre de 2024
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Mayéutica (I): Mierda de filosofía

Mayéutica (I): Mierda de filosofía

FUERA DE LUGAR

Mayéutica (I): Mierda de filosofía

El militar ateniense Alcibíades y Sócrates. / Marcello Bacciarelli / Wikimedia.

Licencia Creative Commons

 

Javier Rodrigo

 

La mayéutica es diálogo. El segundo acto del método socrático de aprendizaje: el que genera el conocimiento, después de un primer momento de fingida ignorancia por parte del maestro, mediante la realización de las preguntas correctas que estimulen la búsqueda de las respuestas dentro de sí. No es un método unidireccional, sino que la sabiduría se extrae de dentro de las cabezas del alumnado y se verbaliza al ponerlo delante de las dudas y los interrogantes adecuados. La mayéutica es, para Sócrates, la partera de la sabiduría: una reposada, desbordante, compleja. A veces equivocada, pero igualmente crítica. Y siempre vinculada a la capacidad de establecer un vínculo de empatía entre maestro y alumno: el primero tiene que saber preguntar; el segundo tiene que sentirse libre para responder.

Mayéutica es también el título del que es, posiblemente, uno de los mejores -si no el mejor- disco de rock en español del siglo XXI. No es una posición objetiva, por supuesto, pero me resulta difícil pensar en un proyecto más complejo, hermoso y adictivo (paradójicamente para un disco con canciones de 15 minutos; de hecho, hay quien lo considera una sola canción de cuarenta minutos) que la sinfonía de rock progresivo creada por Roberto Iniesta, ‘Robe’, en 2021. Un disco que continúa y completa la sinfonía iniciada en el álbum de Extremoduro de título ciceroniano La Ley Innata y que presenta, tampoco por casualidad, un coño en la portada: el parto, el inicio.

Sócrates, Cicerón, la mayéutica. Pienso en todo esto después de haber asistido al concierto de Robe Iniesta en Barcelona y comprobar, no sin un inmenso gozo, que mis 47 años no caían para nada en la franja joven del público, como me habría esperado de la experiencia con Extremoduro a finales de los noventa y primeros dos mil. Al revés. A ojo, la larga mayoría de los más de 23.000 asistentes en el Parc de Fòrum tenían entre 20 y 30 años, como también constataron las críticas de diarios como Ara, donde se subrayaba la conexión “con un público muy joven, que en el Fòrum cantó como solo se cantan las canciones que están tocando alguna fibra muy profunda”. La mayoría del auditorio no había nacido cuando apareció Agila, y seguramente muchas y muchos eran hijas e hijos de padres y madres que habían escuchado a Extremoduro en el coche o que los habían descubierto ya en plataformas digitales. La gira de Robe con su excelente banda de músicos extremeños ha sido la más popular de este año en España, y las mareas de adolescentes y postadolescentes que poblaban las primeras filas, las filas centrales, las barras y los meaderos demuestran el brutal nivel de intensidad emocional de la conexión entre el viejo lobo placentino de pelo ya plateado y sus jóvenes y disfrutones seguidores. Como todos los rituales, los conciertos de música son también formas de conexión supraindividual.

Pienso también en todo esto porque no somos siempre conscientes de que muchas de esas chavalas y esos chavales entregados a la poesía bruta y hermosa de Robe, que se emociona hasta el tuétano y que llora a lágrima viva escuchándole, lo han pasado realmente mal en los últimos tiempos, sobre todo en relación con nuestro mundo, el educativo. Parece que los que somos ya viejos hayamos olvidado lo duro que fue hacer la selectividad con mascarilla, perderse lo bueno de la secundaria o de la universidad por las medidas frente a la pandemia, convertirse de un día para el siguiente en las víctimas del frustrante paso de todo el ecosistema educativo primero a la metodología del proyecto, es decir, del “do-it-yourself”, el “búscate la vida”, y después de su abandono colectivo en la docencia online. Hay quien ha decidido suplantar la empatía con el insulto, llamándolos estupideces como “generación de cristal”, como si sus carencias no fuesen las nuestras, las de nuestro propio sistema educativo y social.

Tenemos mucho que reflexionar y que aprender de ellas y de ellos quienes miramos la cadena trófica del capitalismo si no en lo más alto de la pirámide, sí desde luego en un lugar lo suficientemente seguro como para asistir sin riesgo al desvanecimiento de sus utopías políticas (desde las podemitas a las independentistas), porque es imposible alimentar utopías cuando suficiente se tiene con tener aspiraciones laborales y habitacionales, con haber sobrevivido a la debacle colectiva del sistema educativo prefigurada en los últimos años y amplificada exponencialmente en 2020-2022. Cada cual, con su responsabilidad y agencia, sin excluirnos de manera autocomplaciente las y los educadores. Los docentes, que en vez de preguntas empaquetamos respuestas, que explicamos que ya no es necesario aprender. Los que muchas, demasiadas veces, hemos renunciado a nuestra labor de mayéutica.

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(Nota: ‘Mierda de filosofía’ es el título del Segundo Movimiento de Mayéutica)


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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