- Opinión
- 6 de febrero de 2025
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Plan de fomento de la lectura. Los libros: ¿los quemamos o los prohibimos?
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Plan de fomento de la lectura. Los libros: ¿los quemamos o los prohibimos?
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Sucedió en este orden: primero vino el hombre; luego, el fuego y después, los libros. Y desde entonces siempre ha habido piras librescas. Si tienen ocasión de visitar Berlín, y pasan por la Bebelplatz, al lado de la Ópera, vayan mirando por el suelo; desde una ventana de cristal podrán contemplar una biblioteca vacía instalada en el subsuelo con cabida para 20.000 volúmenes, el número de libros que las camisas pardas y las Juventudes Hitlerianas quemaron la noche de 10 de mayo de 1933. Es sabido que el papel arde con dificultad – precisa alcanzar los 451 grados Fahrenheit- así que la hoguera tuvo que ser descomunal. Aquella fatídica noche se produjeron 34 fogatas más en Alemania y en cuanto al elenco de autores en combustión pues no es difícil de intuir: Stephan Zweig, Sigmund Freud, Roxa Luxemburg, Karl Marx, Ernst Hemingway….
De Berlín viajo a la biblioteca de Alejandría que fue pasto de las llamas en varias ocasiones y ya de paso, visito otras quemas recientes como la de la biblioteca de Sarajevo en plena guerra de Bosnia, la de los Ángeles en 1986 o la de Bagdad en 2003. La devastación del fuego, ese efecto holocaustico de las llamas, nos toca en lo más hondo de nuestro ser, pero lo cierto es que más allá de meros fines propagandísticos, las hogueras de libros han logrado censurar entre bien poco y nada y si no, que se lo pregunten a Lutero, a J. K. Rowling, o a Karl Marx.
Ahora consideremos por un momento la prohibición o la censura de libros. En la URSS, se me ocurren como ejemplos de libros proscritos el impagable Dr. Zhivago de Boris Pasternak y El Maestro y Margarita de Mijail Bulgakov. Podemos añadir a esa lista de autores como Alexander Solzhenitsyn, Orwell y Nabokov. ¿Censurados? sí, pero todos ellos leídos gracias al sistema de autoedición, zamisdat, sea mediante copias a mano o con papel carbón, y ya en los últimos años del régimen, recurriendo a la fotocopiadora.
Lo del zamisdat se extendió a los países de la órbita comunista. En un innegable ejercicio de colaboracionismo bilateral entre disidentes, en Checoslovaquia se editaba en zamisdat a autores polacos prohibidos mientras que en Polonia publicaban clandestinamente obras de Václav Havel, Milan Kundera o también poemas del Nobel checo Jaroslav Seifert. ¿Cuál fue el resultado? Sí, lo han adivinado: el aumento de la deseabilidad de las lecturas checas en Polonia.
En la RDA también se recurrió al zamisdat, pero la cosa tenía su guasa porque el art. 9 de la Constitución de 1949 disponía con desvergonzada literalidad que “no existe la censura” (sic) y posteriormente, en la Constitución de 1968 se declaraba la libertad de expresión. De todos los títulos que se prohibieron en la Alemania comunista destaco – por padecer un desorbitado vilipendio internacional- Animal Farm de Orwell ya que por motivos bien diferentes también lo prohibieron en la España franquista y en Arabia Saudí- aunque allí fuera porque los personajes eran cerdos antropomórficos. En general, y durante muchos años, en la RDA no se pudo leer a Kafka, Robert Musil o Günter Grass. Por esa razón, en la Feria del Libro de Leipzig se robaban de las estanterías los ejemplares occidentales, mientras otros apetentes lectores suplicaban a sus abuelos, que disponían de visado a la RFA, que les trajeran escondidos en los pantalones un ejemplar del Spiegel o cualquier obra que encontraran de Sartre o de Kafka.
En EE. UU. en los dos últimos años se ha incrementado dramáticamente la lista de los libros censurados: se ha pasado de 3500 títulos a 10.000 durante el curso 2023-2024. A la cabeza de los estados restrictivos se hallan Iowa y Florida. ¡Atención! Hablamos de retirar novelas como Raíces de Alex Haley, Cien años de soledad de García Márquez, Beloved y el ojo más azul de Toni Morrison, obras como La casa de Bernarda Alba de Lorca y de vetar a autores como Mark Twain, Dickens o Shakespeare. Todo lo que refiera a sexo, o a raza, o a color, o al colectivo LGTBQ+ acaba siendo prohibido por las presiones que ejercen asociaciones ultraconservadoras como Moms of Liberty, conscientes de que obrando de esta guisa vulneran frontalmente la primera enmienda. ¿Resultado?: en aquellos estados en que no se han prohibido determinadas obras, los jóvenes se organizan en clubes y envían libros a los compañeros de aquellos estados que sí padecen la censura. Por lo demás, la prohibición “funciona”: se han creado asociaciones pro-libros como la Fundación 451 y, sobre todo, se percibe un notorio y creciente interés por la lectura. Veamos un supuesto más de reacción: en el condado de Collier en Florida, el polémico gobernador Ron de Santis ha llegado a vetar dieciséis obras de Stephen King. A tamaña afrenta repuso desafiante el celebérrimo autor: “alguna cosa debo estar haciendo bien”. En la misma línea, cuando retiraron de las bibliotecas El cuento de la criada de Margarete Atwood, la escritora canadiense replicó provocadora: “Adelante, atrévanse a censurar mi libro. Aún lo leerán más”.
No creo que pueda determinarse cuáles han sido los libros “más prohibidos” de la historia, pero no sería desafortunado citar entre otros: El amante de Lady Chaterley, Los Versos Satánicos, la Biblia, El Kapital o el reiterado Animal Farm. Sean más o menos prohibidos, de lo que no tengo ninguna duda es que los mentados títulos sí forman parte de los libros más leídos.
Si nos ponemos serios y traemos a colación los últimos resultados PISA en comprensión lectora, lo desarrollado anteriormente puede sonar irónico y frívolo ; incluso puede resultar desafiante y burlón si entramos a valorar la eficacia de las medidas del Departament de Cultura y el de Educació y las 200 páginas de su ‘Pla Nacional del Llibre’, su grupo de asesores, la constitución de todo un Consell Nacional de la lectura -integrado por nada menos que 48 miembros- y luego, exprimiendo como un limón el ‘Decret d’autonomia de Centres’, la creación de miles de Planes lectores individualizados, uno para cada centro.
Sí, estoy siendo irrespetuoso, pero no olviden que esta administración que pretende ahora fomentar la lectura es la misma que denigra la transmisión de conocimientos – y por ende el conocimiento en sí-, que no se atreve a prohibir los móviles en la ESO, que retiró en su día los libros de los centros escolares y que ha inundado las aulas con pantallas. Sentados estos antecedentes, por mucho que se llenen la boca de Consells, Plans nacionals y Asessors ¿alguien se cree que van a conseguir que nuestros escolares se interesen por los libros?
Pues precisamente por la nula credibilidad que nos merece ese buenismo del Departament, se impone una mínima reflexión – he dicho mínima- de todo lo que he expuesto y créanme, visto así, lo de censurar no se trata de ninguna ocurrencia: en la edición de 2021 els llibreters de la Fira del Llibre d’Ocasió Antic i Modern de Gràcia rindieron homenaje a la censura por “su incuestionable e histórica contribución al fomento de la lectura”.
Fomentar el hábito lector: ¿Por qué no nos olvidamos del Departament y preguntamos a los libreros de la Fira de Gràcia?
Fuente: educational EVIDENCE
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