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  • 21 de junio de 2024
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Fernando Castillo: “Mirar a modelos del pasado para analizar el presente es tan estéril como inexacto”

Fernando Castillo: “Mirar a modelos del pasado para analizar el presente es tan estéril como inexacto”

Entrevista a Fernando Castillo, historiador y viajero

Fernando Castillo: “Mirar a modelos del pasado para analizar el presente es tan estéril como inexacto”

El historiador, escritor y ensayista Fernando Castillo.

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Andreu Navarra

 

Fernando Castillo, ensayista andariego e increíblemente cosmopolita, con una trayectoria tan amplia que no cabría aquí, acaba de publicar Explorador de bulevares (Renacimiento), una colección de estampas literarias de ciudades, y una geografía sentimental, una de sus obras más personales y, sin duda, la más conceptista. Un libro maravillosamente editado que empieza así: “Este libro es el resultado de ver y recordar, pero sobre todo de imaginar algunas ciudades y algunos lugares en los que se busca, al mismo tiempo, lo que fueron a partir de lo que son y de lo que sugieren…”

 

¿Cómo surgió la idea de escribir algo así como un catálogo de almas de ciudad?

La ciudad como espacio que reúne de forma única el presente y el pasado, hasta hace poco tan vivo que parecía presente, es un entorno que siempre me ha interesado. La ciudad es un escenario que permite acercarse desde cualquier punto de vista, tanto objetivo como subjetivo. El resultado es una visión de la ciudad diríamos que imaginada de manera que  las ciudades se convierten, como dijo Ernts Jünger, realmente en sueños, es decir  en objetos fruto de la recreación literaria y cultural. Con el tiempo fui reuniendo escritos sobre algunas ciudades, una  conocidas y otras, la mayoría, no, que siempre me habían interesado por razones diversas y sobre todo imprecisas, que permiten una ensoñación literaria de reconstrucción mental, a veces a partir de lo que no se conoce más que por la literatura. Un ejemplo es el apartado Geografía esencial, incluido tanto en Atlas personal como en Explorador de bulevares. No es más que un breve capitulo, un ejercicio literario a modo  de telegrama o de postal que está a medio camino de todo, de las greguerías, de los haikus, de los aforismos o de los poemas en prosa, que intenta mostrar lo que sugieren ciertas ciudades.

¿Qué es la “simpatía steineriana”?

Podríamos decir que es la atracción especial que algunos lugares despiertan al conciliar intereses y sentimientos de forma excepcional, única, a la que se refiere George Steiner, evidentemente tras experimentarla es un misterio saber porque hay ciudades que inspiran emociones y cercanía, tanto intelectual como sentimental, y otras no. Es algo parecido a lo que sucede con las personas.

“Es un misterio saber porque hay ciudades que inspiran emociones y cercanía, tanto intelectual como sentimental, y otras no. Es algo parecido a lo que sucede con las personas”

Diríamos que esa simpatía es quizá una manifestación de cercanía y de vinculación con lugares que no se parecen en nada ni tienen a veces, cualidades objetivas para causar esa atracción.

Citas varias veces a Karl Schöghel. ¿Quién era?

Es uno de los historiadores de esa hornada surgida en Europa, en este caso en Alemania, que últimamente se han dedicado a la historia de la Mitteleuropa y de Rusia con criterios modernos y amplios. Dos obras suyas, una dedicada a los procesos de Moscú en 1937 y otra a Ucrania, son una buena aproximación a la realidad de Europa desde la cultura y la política muy interesantes. 

¿En cuál de las ciudades de Explorador de bulevares vivirías, y por qué?

París o Roma, por razones de cercanía cultural y personal. En ambas, como en Biarritz, Tánger o Palermo, me siento como en casa. Es inexplicable, pero la sensación es esa. Con otros lugares en cambio no sucede.

El París de la Ocupación es uno de los escenarios que más has investigado. ¿Cómo llegaste a Robert Brasillach y Pierre Drieu La Rochelle? ¿Por qué te han interesado tanto? 

El París ocupado, ahora tan de moda, es un lugar excepcional para observar lo sucedió durante esos años tan especiales como los que van de 1940 a 1944. En esos años oscuros parece que se rompieron todos los límites, en un París en el que se vivía todavía un esplendor cultural notable, la moral se volvió elástica como nunca había lo sido. No es de extrañar que el ambiente de la Ocupación, tan literario como maligno, siga resultando interesante dado que en él destacaban personalidades tan equivocas y turbias, que además se detestaban, como Drieu la Rochelle y Brasillach, quizás los dos escritores que eran verdaderamente fascistas en Francia con Lucien Rebatet.

Drieu tras combatir en la Gran Guerra y comprobar cómo el mundo cambiaba mientras recorría las etapas de rigor de las vanguardias y el comunismo acabó, tras superar un nacionalismo matizado, apostando por una Europa fascista bajo la égida alemana. En el caso de Brasillach, más joven  y pronto entregado a la estética nacionalsocialista, el peso del nacionalismo, o si se quiere del maurrasianismo y de Barres, acabo imponiéndose aunque fuera el más envenenado por el antisemitismo. Ambos fueron estrellas que se apagaron violentamente en los días de la Ocupación, en los que la que la confusión y la oportunidad se impusieron a otros criterios. En cualquier caso, son dos de esas personalidades que encarnan el espíritu y la realidad de una época de crisis, si es que ha habido alguna que no lo fuera.

¿Tiene algo que ver Modiano en todo ello?

Sí, sí. La obra de Modiano fue el detonante, la brújula para ordenar de una manera nueva todos los intereses y lecturas que estaban ahí desde hacía mucho tiempo.  La forma de aproximarse al pasado de Modiano en sus novelas, me ha atraído e interesado siempre. Además, encierra una metodología, una forma de hacer, por otra parte muy de la historiografía francesa. Hay que decir que la narrativa de Modiano tiene la misma capacidad de renovar el conocimiento de los años de la Ocupación, de la misma manera que las de historiadores y escritores como Robert Paxton Pascal Ory, Pierre Assouline, Herbert Lottman o Henri Rousso.

¿Te consideras inactual?

Fernando Castillo ha llevado a cabo diferentes proyectos culturales de carácter artístico y editorial.

Imagino que lo resultaré, y con razón. Sin embargo, a pesar de mi dedicación por asuntos del pasado, nada de lo que sucede en el mundo me resulta ajeno. Uno tuvo un pasado dedicado a los análisis de seguridad y las relaciones internacionales y eso perdura. Por ejemplo, sigo la guerra de Ucrania desde sus inicios y llevo un diario que ya ha crecido demasiado. Más de lo que todos preveíamos que iba a durar esa guerra.

De todas formas se podría decir sin temor a equivocarse mucho que, en efecto, en prácticamente todo soy irremediablemente un anacronismo. Algo que por otra parte le espera a todo aquel que tenga algo de suerte.

Tiremos hacia atrás con las manitas del reloj; concretamente al año 2010: ¿Por qué la gente del 98 odió tanto Madrid?

Porque la ciudad, como toda España, estaba cambiando rápidamente y a la mayoría no les gustaba lo que estaba apareciendo, que no era otra cosa que la metrópoli moderna, las masas, el ruido, la técnica, la política en la calle… Los nuevos modos y comportamientos de la modernidad desagradaban a quienes habían nacido en apacibles ciudades históricas de provincias, como Azorín, Baroja, los Machado, Ganivet o Gutiérrez Solana, acostumbrados a un entorno que sabían viejo pero que era al estaban acostumbrados en la periferia en la que habían nacido. Los siguientes, los de la Generación del 14, con Ramón y Ortega al frente, ya eran otra cosa. Estos eran unos modernos que miraban a Europa a través de Francia y Alemania y querían cambiar las cosas. Al fin y al cabo, la Gran Vía es la calle de esta generación, al menos en su primer tramo. Los del 98 se quedaron con la histórica calle de Alcalá y con la Puerta del Sol.

¿Qué edificios recomendarías de ese Madrid racionalista y de Vanguardia que estudiaste con tanta dedicación?

La obra de los arquitectos de la Generación del 25 y del GATEPAC e Madrid representa una suerte de exposición del nuevo lenguaje artístico que sirve no solo de aproximación la época sino también para contrastar la existencia de esas dos ciudades, la tradicional, castiza y mayoritaria con la moderna y minoritaria, que surge en el Madrid de la Edad de Plata. Una dualidad acusada, que es una de las características de la capital.

Para comprobar la importancia  de esa modernidad basta con citar el Edificio Carrión, el conocido como Capitol, en la Gran Vía, verdadero faro de Madrid, inaugurado en fecha tan señalada como 1936, o también recorrer la colonia racionalista de El Viso y ver el apogeo geométrico de sus hotelitos, el cine Barceló, una joya art déco o la piscina Club Stella más tardía. En Madrid hay mucho más ejemplos de arquitectura de vanguardia de lo que se cree. Basta con mirar para darse cuenta.

“En Madrid hay mucho más ejemplos de arquitectura de vanguardia de lo que se cree. Basta con mirar para darse cuenta”

¿Cuáles eran tus propuestas en Atlas personal (2019)?

Es un libro muy especial pues es el primero de los publicados que no es un ensayo, sino una combinación de narrativa, de ensayo y de literatura de viajes, que combinaba textos actuales con otros escritos hace años, siendo el más antiguo en 1974, concretamente el dedicado a la Lisboa de la revolución de los claveles. Prácticamente todos eran inéditos o publicados en revistas de tirada casi clandestina de manera que se puede hablar de una recuperación.

¿Por qué Tánger? ¿Por qué Alejandría?

A su manera y cada una desde un extremo del norte de África, son dos ciudades míticas, exóticas e inseparables de Europa, como Estambul.

Su pasado, incluido el vivido en el siglo XX, acaban por consagrar su condición de ciudades legendarias, esas a las que en muchos casos es mejor no viajar, salvo con la imaginación y la literatura. 

¿Por qué Biarritz?

Ha sido un lugar en el que hasta hace poco tiempo persistían, bien que ajados, los restos de la Europa que fue, lo que permitía asomarse a ese pasado tan literario que es la belle époque con la naturalidad de lo cotidiano. Y digo ha sido porque ya apenas quedan siquiera las bambalinas del decorado, perdidas en las últimas décadas. Luego hay algo personal, pues durante años he ido con frecuencia a Biarritz lo cual acerca y explica mucho. Es una de las ciudades que me resulta más cercana.

¿Quién era para ti Paul Morand?

Cómo Valery Larbaud y tantos otros del siglo pasado, Paul Morand es un modelo de viajero y de escritor que está lejos del exotismo y de la aventura, que a veces son la espuma del viaje que se evapora a fuer de anecdótica. La forma en la que Morand se acerca a los lugares, la mirada y la forma en la que los describe, pero sobre todo aquello que destaca, revelan una finura que siempre trasciende lo aparente. Su libro sobre Venecia es un modelo. La verdad es que para viajeros intrépidos uno prefiere acudir a Tintín o a Julio Verne antes que a recurrentes viajeros a África.

Otro personaje que parece obsesionarte es Ernst Jünger, a quien dedicaste un ensayo en Fervor del acero (2023). ¿Quién era en realidad? ¿Qué te sugiere su vida y su obra?

Jünger es un hombre interesante pues combina tanto elementos de pasado, incluso del Antiguo Régimen, como las normas caballeresca que en parte regían la guerra, como de la época que le tocó vivir, el siglo XX que comienza precisamente con la Gran Guerra en la que combatió. Jünger es testigo y protagonista de todos los horrores de la guerra más horrorosa que se ha conocido, de la aparición de los totalitarismos a uno de los cuales sin desearlo mucho sirvió de modelo inicial. A todo ello les dedico obras memorables como las dedicadas a su experiencia en ambas guerras mundiales, tan diferentes por lo vivido, al hombre moderno, al trabajador como hombre nuevo, sin olvidar su interés por asuntos tan distintos como la bibliofilia, la entomología o la filosofía. Todo ello y su personalidad, quizás no tan independiente como parecía, le permite estar fuera de las modas pero sin ignorarlas. Luego está su vida, pues Jünger es de esos escritores cuya biografía es inseparable de su obra, de manera que no sabes que te interesa más, como es el caso de TE Lawrence, de Malraux o Hemingway. Jünger es inseparable del siglo XX además de un autor de obras testimoniales, memorias y diarios, extraordinario

¿Crees que Europa está en peligro, como en los años 30 del siglo pasado?

Mirar a modelos del pasado para analizar el presente es tan estéril como inexacto. Las condiciones de esos años terribles para Europa, parte de los años de fuego que acabaron con el continente, son irrepetibles, como las de cualquier época. Puede haber, y eso es innegable, algunas semejanzas y algunos acontecimientos que sugieren la misma música de fondo, incluso ecos, pero lo fundamental, las sociedades europeas de los treinta y las de este siglo, distan de parecerse.

“Algo sucede cuando la extrema izquierda y la extrema derecha del continente coinciden en la misma tibieza a la hora de contemplar la política imperial y agresiva de Rusia”

Todo ello no impide que se perciban amenazas objetivas como la existencia de una Rusia imperialista y agresiva que mira a sí misma y a Oriente antes que a Europa, de unos Estados Unidos que se vuelven hacia el Pacifico, despojándose de ese barniz europeo que les acompaña desde su nacimiento, y de unas corrientes nacionalistas y populistas que ejercitan el antieuropeismo desde la propia Europa. Algo sucede cuando la extrema izquierda y la extrema derecha del continente coinciden en la misma tibieza a la hora de contemplar la política imperial y agresiva de Rusia, un régimen que está en las antípodas de los valores que han hecho Europa y que ahora la mantienen.

De todas formas hay que confiar en Europa, que es lo que verdaderamente da razón de ser a la forma de vida que llevamos desde hace siglos quienes formamos parte de ella.

¿Qué trama ahora este incansable Fernando Castillo?

Pues continuar haciendo lo de siempre. Seguir escribiendo y evitar repetirme, que es algo que cansa, y continuar con la fotografía y las exposiciones. Tengo un libro ya acabado acerca de un asunto tan del siglo XX como es la huida de diferentes personajes en los últimos momentos, que estoy revisando, y también un texto, más corto y más literario, que tengo que rematar y corregir, pero que me interesa sobre manera. Es un trabajo distinto, que está muy adelantado, tanto que ya he dado algún adelanto en alguna colaboración periodística y en Explorador de bulevares, concretamente uno de sus capítulos. Es quizás lo que más me interesa en estos momentos y a lo que voy a dedicar el tiempo.

También hay un diario correspondiente a un año, que ya está escrito y terminado, que de momento  duerme a la espera de su momento, si es que llega, y una crónica de la Guerra de Ucrania que aguarda el final de las hostilidades pues el fin del conflicto sospecho que no lo veré pues cada vez recuerda más a lo sucedido en Corea.

“No llego a las performances de Foxá, que se iba temprano de una cena porque, según decía, tenía que madrugar a las 11”

¿Duermes?

Si, muy bien, afortunadamente. No llego a las performances de Foxá, que se iba temprano de una cena porque, según decía, tenía que madrugar a las 11, pero levantarme pronto me resulta un acto de voluntad que me lleva irremediablemente a la melancolía y a la desazón. Duermo bien, sí.

¿Tienes patria?

Patria como ese lugar sagrado en el que anidan el nacionalismo, la preferencia excluyente y el entusiasmo desatado, me temo que no. Nunca me he sentido perteneciente a nada con intensidad semejante a lo que se puede considerar la militancia obediente. Me avergüenza la entrega desmedida por excesiva e irracional. Aunque esto no impide que uno, discretamente, tenga entusiasmos y preferencias.

De todas formas, dado que la que la patria es un asunto tan sentimental como cultural, que surge  a partir de donde se vive la infancia, diría que soy un europeo de España, algo así como un ‘euroñol’, si se me permite la opción y el término horroroso. Un ‘euroñol’ de Madrid, algo que no tiene ninguna  importancia.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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