- Opinión
- 10 de febrero de 2025
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Ámbitos, ¿para qué?
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Ámbitos, ¿para qué?
Los ámbitos son un remiendo que intenta reparar los destrozos provocados por las sucesivas reformas educativas
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Josep Oton
Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña acaba de dar la razón al sindicato Profesores de Secundaria (ASPEPC·SPS) en su recurso contra el Decreto 171/2022 de la Generalitat que permitía implantar los ámbitos en el Bachillerato.
Según el art. 24.1 de la LOMLOE, “las materias de los cursos primero a tercero de la etapa (ESO) se podrán agrupar en ámbitos”. En la legislación anterior (LOMCE) esta posibilidad se limitaba a 1º de ESO, para facilitar el paso de los alumnos de primaria a la secundaria, pero la LOMLOE lo extendió hasta 3º de ESO.
En Valencia, el gobierno autonómico cambió el carácter opcional por el obligatorio. “La agrupación por ámbitos de conocimiento debe aplicarse para el primer curso de la etapa en todos los centros educativos sostenidos con fondos públicos debidamente autorizados.” (Art. 11.3 del Decreto 107/2022 de la Comunidad Valenciana). La reacción del profesorado, vehiculado a través de OCRE, consiguió tumbar esta imposición sistemática de los ámbitos.
Por su parte, la Generalitat de Cataluña, a través de los decretos que regulan los currículos de la ESO y del Bachillerato, ha pretendido ampliar la aplicación de los ámbitos hasta 4º de ESO -que es un curso de carácter orientador- y, también, en el Bachillerato. Gracias al recurso presentado por el sindicato Profesores de Secundaria (ASPEPC·SPS) esto ya no será posible.
Analicemos la cuestión de los ámbitos. Se trata de la agrupación de materias afines impartidas por un mismo docente. A mi modo de ver, este recurso pedagógico obedece a un triple propósito. Por una parte, si el número de docentes que intervienen en un grupo es elevado, los alumnos tienden a dispersarse. Por otra, la transversalidad ofrece una visión del conocimiento más cercana a la realidad y refuerza el aprendizaje de los contenidos de la propia asignatura al abordarlos desde una perspectiva complementaria. Un tercer propósito: agrupar las materias por ámbitos sirve para liberarnos del corsé de las clases de 60 minutos que impiden realizar actividades que requieren un mayor margen horario.
Ahora bien, si un docente con doble titulación o, por los motivos que sea, quiere y puede impartir dos materias en un mismo grupo, el sistema ha de ser lo suficientemente flexible como para permitirlo. Además, para cuadrar horarios a veces es necesario recurrir a un mismo docente para impartir materias diferentes a las de su especialidad. Sin embargo, se trata de excepciones que no legitiman la imposición de los ámbitos, presentados como una panacea para el sistema educativo con la velada promesa de que mejorarán los resultados del alumnado.
Con los ámbitos de la LOMLOE se reivindica que haya menos docentes asignados a un grupo, pero esto ya se conseguía cuando la carga horaria de las materias era superior. Así se reducía la supuesta dispersión del alumnado, pero también el propio profesorado mejoraba su dedicación impartiendo la materia en menos grupos y niveles y, en consecuencia, con menos alumnos en total. Aunque se mantuvieran las mismas horas de docencia, al dedicarlas a un número menor de grupos, los resultados tienden a mejorar.
La LOGSE inauguró el recorte de horas por asignatura. La LOMLOE ha continuado con esta poda sistemática. Estas leyes han generado un problema con sus microasignaturas que perjudican tanto a los alumnos como al profesorado. Han creado una disfunción y ahora pretenden subsanarla con la introducción de los ámbitos, un auténtico apaño.
Asimismo, antes de la LOGSE, en los institutos catalanes existía la posibilidad de hacer desdoblamientos en asignaturas como Historia, lo que se conocía como las “horas B”. Una hora a la semana, el grupo-clase se dividía en dos. Mientras unos trabajaban contenidos más prácticos o procedimentales de Geografía e Historia, la otra mitad, por ejemplo, iba al laboratorio de Ciencias Naturales.
Las “horas B” no eran un vestigio de la LGE de 1970. Fue un avance de los años 80 que la LOGSE se encargó de liquidar. Si ahora se contara con este recurso, se podrían optimizar las horas de docencia. Con esta organización horaria sería posible implementar, en una dosis más que razonable, mejoras pedagógicas: la codocencia, la transversalidad, las actividades manipulativas y colaborativas… Sin embargo, la LOGSE, y ahora la LOMLOE, han saboteado este margen de flexibilidad reduciendo las horas por asignatura y eliminando recursos como las “horas B” en determinadas materias.
Asimismo, para realizar actividades interdisciplinares es imprescindible partir de la base de la propia disciplina. ¿A alguien se le ocurriría hacer lingüística comparada o ejercicios de traducción sin conocer a fondo un idioma? Por tanto, en bien de la transversalidad hay que fortalecer la estructura de la propia materia. Para ello son indispensables los departamentos didácticos. Sin embargo, se tiende a desterrarlos del organigrama de los centros. Entonces, sin horas para la reunión de departamento, sin reducción para su coordinación y sin profesores especialistas resulta imposible acometer el reto de la interdisciplinariedad.
Además, la imposición de los ámbitos obliga al profesorado a impartir materias que no son de su especialidad. Algo que va en detrimento de la calidad de la docencia.
En definitiva, los ámbitos son un remiendo que intenta reparar los destrozos provocados por las sucesivas reformas educativas. Un remedio que resulta peor que la enfermedad. Felicitamos a los servicios jurídicos del sindicato Profesores de Secundaria por este éxito judicial que marca una línea roja y mejorará sin duda la calidad de la enseñanza.
Fuente: educational EVIDENCE
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