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- 5 de febrero de 2025
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Alejandro García: «La educación se ha vuelto tóxica en la misma medida que la sociedad»
Entrevista a Alejandro García Alamán
Alejandro García: «La educación se ha vuelto tóxica en la misma medida que la sociedad»
“¡Vive el presente! ¡No renuncies a tus sueños! ¡Sé feliz todo el tiempo…!”. Si tú también estás hasta las narices de estos mensajes, has dado con el libro perfecto para ti. Bienvenido a la normalidad”; esto es lo que leemos en la faja del nuevo libro de Alejandro García (Valencia, 1972), Esto es normal. La importancia de recordar lo obvio (Plataforma). Alejandro García es psicólogo general sanitario, especialista en sexualidad y relaciones de pareja, y también es profesor de Psicología en la UOC.
Has escrito una especie de anti-manual de anti-autoayuda…
Sí, es un poco complicado de definir. La intención era divulgar sobre psicología cotidiana, pero rechazando de forma deliberada el estilo y los tópicos de la literatura de autoayuda, porque creo que no funcionan: al revés, son bastante perniciosos y no reflejan en absoluto cómo los humanos nos comportamos. Tampoco le digo al lector lo que tiene que hacer, así que no es un manual, al contrario. Pero la idea es ofrecer ayuda psicológica, así que no sé cómo etiquetarlo. En el libro lo llamo “autoayuda cuántica”, porque lo es y no lo es a la vez.
¿Cómo surgió la idea de escribir un libro con tantos casos reales o arquetípicos (debidamente anonimizados)?
Cuando llevas las suficientes horas de vuelo en psicoterapia te das cuenta de que, por muy únicos y especiales que nos creamos, en el fondo no lo somos. Seguimos patrones regulares, nos pasa lo mismo que a otros, y menos mal. Como mucho, somos una combinación única de lugares comunes, y eso nos permite a los psicoterapeutas hacer intervenciones. Y a las personas aprender de otras experiencias y adaptarlas a su propia situación, claro. Los casos del libro son, por decirlo así, prototípicos: no corresponden a la historia de una persona específica, sino que están construidos sobre decenas de casos parecidos en estructura. Por eso ni siquiera ha hecho falta anonimizar, pero al mismo tiempo seguro que mucha gente se verá identificada con ellos.
«Por muy únicos y especiales que nos creamos, en el fondo no lo somos. Seguimos patrones regulares, nos pasa lo mismo que a otros, y menos mal»
¿Cuáles son las ideas frecuentes, tópicos y obsesiones más destructivas con que has de lidiar en tu consulta?
Las peores, en primer lugar, las fantasías de omnipotencia y las de autosuficiencia, sin duda alguna. “Tú puedes con todo”, “tus creencias limitantes”, “encuentra la felicidad”, “querer es poder” y toda esa cháchara de que hemos de ser indestructibles, invulnerables y exitosos. Son delirios de grandeza en el fondo. He visto demasiadas personas que se pasan la vida tratando de ocultar sus “debilidades”, con todo el malestar que eso conlleva. Combina este mandato de ser excepcional con el segundo, el de “hazlo tú mismo”, “no confíes en nadie”, “aporta o aparta”, “te afecta lo que te digan porque tú les dejas”, “rodéate solo de gente chachi”. Eso es ridículo, necesitamos mínimamente a los demás para tener vidas dignas y satisfactorias. Esto lo sabe cualquiera al que se le haya roto la caldera en invierno, por ejemplo. Pues con el afecto pasa igual: te puedes leer cien libros sobre quererte a ti mismo, pero la experiencia de que otro ser humano te quiera es incomparable. Hay toda una corriente de exaltación del egoísmo, la evitación del malestar y la insolidaridad que se supone que nos va a hacer felices, es absurdo. Mejor dicho, es intencional, y nos está aislando y haciendo más vulnerables. El problema existencial de una vida humana, más allá de la supervivencia material, es la soledad.
Escribes: “Muchos pacientes llegan a consulta con un reparto del tiempo disparatado totalmente alejado de lo deseable, y juegan al Tetris para colocar expectativas fantasiosas en alguna minúscula franja libre” (pág. 56). ¿Qué nos pasa?
Nos pasa que las exigencias sociales se han disparado al mismo ritmo que el coste de la vida. Muchísimas personas trabajan y estudian a la vez, un fenómeno que se ha normalizado pero que pasa una factura terrible en otros órdenes de la vida que tampoco debes descuidar: estar sano y tener hábitos saludables, cultivar tus redes de amistades, tener relaciones de pareja responsables y significativas, fundar un hogar, emanciparte, autorrealizarte… Por separado todo parece muy bonito, pero agregado es imposible. En cuanto tienes un trabajo de 9 a 7 de la tarde, el resto se va a pique. La receta para ser exitoso en la vida acaba siendo de alprazolam o paroxetina. La queja de falta de tiempo para lo que en realidad nos gustaría es un clásico en terapia.
“Una condición imprescindible para poder otorgar el perdón sin sentirse de nuevo degradado es que este sea reparador” (pág. 124). Amplíanoslo…
Lo que quiero decir con esto es que dentro de la tendencia a acelerarlo todo, quererlo ya y cerrar el asunto rapidito, pedimos disculpas cada vez más superficialmente. “Si alguien se ha podido sentir ofendido, le pido perdón”. A ver, si no sabes qué has dicho o hecho que pueda resultar ofensivo, esas disculpas son de corcho. Y como no somos tontos, nadie lo es, el ofendido se siente nuevamente humillado con esa miseria, sobre todo si la da por buena. La frase va dirigida a esta corriente de autoayuda que sostiene que perdonar es la base de la felicidad, y que debemos ir perdonando por ahí a cualquiera que nos dañe, porque así somos moralmente superiores o algo, no sé muy bien qué se pretende, la verdad. Si perdono algún daño solo porque he leído que me hará bien, por presiones externas, o porque seré mejor persona, me estoy degradando de nuevo. Hay que reflexionar bien si realmente se desea perdonar, y si es posible, por supuesto.
¿Educamos bien o tóxicamente? ¿Qué ha de cambiar?
La educación se ha vuelto tóxica en la misma medida que la sociedad, no se puede separar, se retroalimentan. El otro día escuchaba que la mitad de los universitarios españoles presentaba o había experimentado síntomas depresivos. Bueno, no me extraña, cuando su perspectiva de incorporarse a la vida adulta pasa por terminar la carrera, hacer como mínimo un máster que cuesta varios miles de euros, y con mucha suerte aspirar a un salario mínimo pasados los 25-27 años, si es que te cogen en alguna parte. La presión por el éxito y la autosuficiencia se nota desde que somos pequeños, va en aumento y las recompensas son cada vez más escasas. No sorprende que muchos menores lleguen a la conclusión de que no van a poder con esas expectativas, que da igual lo que aprendan que no les va a servir. Se despersonalizan y toman distancia del proceso educativo, igual que cuando sufres burnout, porque pierden la esperanza, y por tanto el interés. Además, es que lo ven reflejado en los adultos de su alrededor, tanto docentes como familias.
«La presión por el éxito y la autosuficiencia se nota desde que somos pequeños, va en aumento y las recompensas son cada vez más escasas»
Fomentar interés en el conocimiento por sí mismo en estas condiciones es muy difícil, te tiene que llamar mucho la atención algún tema concreto. ¿Qué tendría que cambiar? Por un lado, para obtener ciudadanos críticos y autónomos se necesitan recursos materiales y humanos, para que el menor solo se preocupe por su formación durante ese periodo. Por otro lado, poder proyectar un futuro de esperanza de mejora. No una jungla donde solo sobrevives si te sometes a una disciplina espartana porque todo ahí fuera es horror y solo puedes contar contigo mismo. Los menores aprenden eso muy pronto, se lo transmitimos los adultos porque en el fondo lo creemos así, y es falso e injusto. Las conclusiones que adoptan las instituciones adultas sobre los jóvenes son un poco como el chiste de la araña, que si le arrancabas las patas se volvía sorda. Les arrancamos el futuro y concluimos que son vagos e irresponsables.
¿El malestar es un negocio al alza?
Para poder vender felicidad necesitas un público ávido de ella, así que cuanto mayor malestar en la población, más negocio. Siguiendo esta lógica perversa, a más malestar, más urgencia por quitárselo de encima, así que más dinero para las soluciones instantáneas que no funcionan. Da igual que sean drogas, evasión o rituales chamánicos de magia ancestral. O abrazos, que son baratos. Total, si no lo hacen, es culpa tuya, porque eres responsable de todo. A mí me maravilla que en una época donde los costes de la vivienda, de la comida o de la formación se han multiplicado, los salarios son bajos y la productividad se dispara a base de echar horas, haya quien se sorprenda de que la fuerza laboral y sus familias estén tristes, ansiosas o exhaustas. Y la solución es contratar un CHO (Chief Happiness Officer), dos payasitos, un curso de sonrisas y alegra esa cara. En fin, te matizaría la expresión, yo diría que el malestar va al alza y que hay quien aprovecha para hacer negocio, usualmente los mismos implicados en la “producción de malestar”.
«Para poder vender felicidad necesitas un público ávido de ella, así que cuanto mayor malestar en la población, más negocio»
“No es que vivamos en un cuerpo material, ni que sea el soporte de una mente. Es que somos uno con él” (pág. 154). Esto me ha llamado la atención…
Aunque creamos que el dualismo cartesiano esté pasado de moda, en realidad pervive en muchas concepciones actuales. Oponer emocionalidad a “raciocinio” es una idea de fondo detrás de hablar de “cuerpo” y mente. Hay muchísimas personas creyendo que lo correcto, lo evolucionado y superior es el eje cognición-mente-racionalidad, que es la “información objetiva” mientras que la parte de la emoción-cuerpo-impulsividad es subjetiva y sesgada. Otras, por efecto péndulo, se enfocan solo en la segunda porque la ven “auténtica” y menosprecian los productos de la reflexión consciente, porque los encuentran estereotipados y abstractos. Es un falso dilema y una dicotomía que no existe. No podemos desligar el cuerpo de la mente, ni nuestros procesos de pensamiento involuntarios – el flujo de ideas que decía William James – de los voluntarios, se influyen mutuamente. Aunque haya un reparto funcional por zonas, somos un organismo que procesa y autogenera información constantemente, no hay una frontera entre partes en ese sentido. Subjetiva, por supuesto.
«Es sano preguntarse de dónde viene una opinión ajena, interesarse de forma auténtica por saber del otro, antes de descartar o aceptar ideas»
Danos un buen consejo para sacarnos ideas intrusivas de encima (aunque esto se dé de bruces con la filosofía de tu libro …)
Pues sí, un poquito de bruces sí que se da, pero por dar algunas indicaciones genéricas no creo que nadie salga perjudicado. Pienso que vez de ir por la vida apartándonos de gente que no nos dice siempre lo que queremos oír y poniéndonos metas inalcanzables o perjudiciales para la salud, es más beneficioso dedicarse a practicar el análisis crítico. Primero, análisis crítico de lo que estoy haciendo: ¿para qué me sirve, y en qué grado lo necesito? ¿está funcionando o no? Es importante reducir carga, dedicar atención y esfuerzo a lo que da valor a mi vida, y tener tiempo para descansar. Lo demás es secundario. Y segundo, como me enseñaron en historia, análisis crítico de las fuentes externas. Entender a quien me da su punto de vista, por qué dice lo que dice. Ojo, que analizar críticamente no significa desconfiar o pensar mal de los demás, para esto hay que aplicarse principios de amabilidad e inocencia inquisitiva. Es sano preguntarse de dónde viene una opinión ajena, interesarse de forma auténtica por saber del otro, antes de descartar o aceptar ideas.
¿Qué andas escribiendo? ¿Vas a publicar más? ¿De qué trata tu mítica Tesis Doctoral?
Ahora mismo estoy escribiendo la mítica tesis que mencionas, a ver si la puedo terminar. He buscado patrones estereotípicos en las presentaciones que hacen las personas de sí mismas en las apps de citas, en concreto en Tinder. He encontrado regularidades, claro, porque tendemos a estandarizarnos cuando queremos gustar a todo el mundo. Hay un componente fortísimo de deseabilidad social relacionado con lo que hablábamos sobre fantasías de éxito e individualismo, que paradójicamente resulta en perfiles todos iguales. Me encantaría publicar más sobre este campo de las relaciones sentimentales, que es mi área de especialización, es un mundo inagotable.
Fuente: educational EVIDENCE
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