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  • 12 de septiembre de 2024
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Rodrigo Blanco Calderón: “París fue un mito que se me derrumbó”

Rodrigo Blanco Calderón: “París fue un mito que se me derrumbó”

Entrevista a Rodrigo Blanco Calderón, escritor

Rodrigo Blanco Calderón: “París fue un mito que se me derrumbó”

El escritor venezolano, Rodrigo Blanco Calderón. /

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Lo más evidente que se puede decir de Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es que es uno de los escritores más sólidos del panorama actual en lengua española. Su estilo entre nocturno y contundente, lleno de frases cortantes e instinto breve, no le falla nunca, en un mundo tan lleno de oportunistas y palabrería hueca. Tuvimos ocasión de charlar en el pasado festival barcelonés ‘KmAmèrica’ y de ahí surgió mi interés creciente por su obra. 

 

Es evidente que en Simpatía (2021) y en algunos de tus cuentos, Caracas es un personaje más de la narración. Un ente que respira y envuelve a los protagonistas en violencia y desconcierto. ¿Te consideras un escritor social, o tratas de hacer historia sobre unos hechos recientes que el mundo parece querer ignorar?

No me considero un escritor social, si pensamos en las tesis del realismo social en la literatura y las exigencias que acompañan tal estética (que, para mí, sería la negación de la estética). Pero sí es cierto que elementos y sucesos que han marcado a la sociedad venezolana son, con frecuencia, los disparadores de las tramas en mis novelas y cuentos. Yo eso lo veo, o lo utilizo, como un marco para el desarrollo de los personajes, que es lo que al final en verdad importa.

¿Cuáles son tus referentes literarios principales?

Muchos y van cambiando con los años, pero algunos persisten: Jorge Luis Borges, Teresa de la Parra, Rómulo Gallegos, Ricardo Piglia, Juan Rulfo, Roberto Bolaño, Elisa Lerner, Carson McCullers, Louise Glück, Ismaíl Kadaré, José Antonio Ramos Sucre, Joseph Brodsky, André Breton, Nicanor Parra, Francisco Massiani, Darío Lancini, por nombrar solo algunos que me vienen a la mente ahorita.

¿Qué autores o autoras venezolanas actuales recomendarías?

En narrativa, recomendaría con entusiasmo a Juan Carlos Méndez Guédez, María Elena Morán, Daniel Centeno, Karina Sainz Borgo, Juan Carlos Chirinos, Keila Vall de la Ville, Héctor Torres, Gabriela Consuegra, Jesús Miguel Soto y Loredana Volpe.

En poesía, recomendaría leer a Santiago Acosta, Natasha Tiniacos, Jesús Montoya, Pamela Rahn, Alejandro Castro, Sonia Chocrón, Adalber Salas, Graciela Yáñez Vicentini, Carmen Verde, Yolanda Pantin, Willy Mckey, Igor Barreto, Rafael Cadenas.

Tengo entendido que Simpatía se inspira en hechos reales, que hubo una historia allí relacionada con los abandonos masivos de perros que te permitió construir tu novela…

Sí, esa novela tuvo como uno de sus disparadores el abandono masivo de perros en Venezuela, como consecuencia del éxodo masivo de venezolanos. Es una situación que, a día de hoy, persiste. Escogí ese ángulo para narrar este desgarramiento que ha implicado el éxodo venezolano como una manera de zafarme, quizás, de la dicotomía del emigrado y el que se quedó. Escogí a los más indefensos de los seres, que son siempre los animales. En este caso, los perros.

¿Qué son Málaga y París para ti?

París fue un mito que se me derrumbó cuando viví allí por tres años. Hoy son unas ruinas majestuosas a las que siempre quiero volver, pero solo de visita. Málaga, en cambio, es un paraíso inesperado y cotidiano.

En tu novela The Night  (2016) aparece Sergio Pitol. ¿Cuál es tu relación con su escritura?

Una relación muy circunstancial. Recuerdo que cuando era adolescente, mi madre llegó a casa con un ejemplar de El relato veneciano de Billy Upward, firmado por su autor, Sergio Pitol. Era una antología de cuentos del escritor mexicano publicada por Monte Ávila en los años noventa. Y ese libro siempre me llamó la atención, aunque todavía tuviera que pasar mucho tiempo para tener la capacidad de adentrarme en el mundo de Pitol. Luego, cuando estaba escribiendo The Night y me puse a indagar la vida de Darío Lancini, vi que Pitol jugó un rol discreto pero crucial en su historia: fue él quien le entregó a Julio Cortázar un ejemplar de Oír a Darío, de Darío Lancini. Después descubrí que Pitol había estado una temporada en Caracas, en los años cincuenta.

¿Cómo se te ocurrió la trama de tu cuento “Agujeros negros”? Cuéntanos sobre la escritura de este relato.

Ese relato es producto de mis andanzas nocturnas cuando vivía en Caracas. Nunca tuve carro y, muchas veces, muy tarde en la noche, me tocaba tomar un taxi. Me hice amigo de muchos taxistas, que son un repositorio estupendo de historias extrañas. Y uno de ellos me contó de «La Tetona», una mujer que solía andar en moto y en tetas a altas horas de la madrugada por la Cota Mil en Caracas. La Cota Mil es una especie de autopista que circunvala de oeste a este la ciudad. Y a partir de cierta hora, los taxistas se apostaban en un lugar específico para ver pasar a la Tetona, a toda velocidad. «Agujeros negros» es un cuento que trata de captar lo que puede haber detrás de esa imagen fugaz.

Por último, preguntas obligadas: ¿Qué andas escribiendo? ¿Cuáles son tus proyectos actualmente?

Ando escribiendo un par de novelas. Una corta y otra muy larga. Alterno entre uno y otro proyecto.

¿Somos todos terneros?

Desde la perspectiva de Cronos, del cual todos somos hijos que seremos devorados por el él, sí.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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