• Opinión
  • 14 de mayo de 2024
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¿Qué es educar?

¿Qué es educar?

¿Qué es educar?

Cabe observar que enseñar es distinto de educar

Lubos Houska – Pixabay

 

Licencia Creative Commons

 

David Rabadà

 

La buena educación debería ofrecer óptimos conocimientos para crear adultos autónomos, solidarios y críticos en base a un saber docto y veraz. En otro caso el sistema educativo vomitará millones de trabajadores parcos en su visión y víctimas de trabajos basura. Como decía el ensayista Pascual Gil en Twitter, no puede ser una escuela basura para los empleos basura del futuro. Pero la política de este país, tanto de la izquierda como de la derecha, no acierta a proyectarlo con eficacia. Es más, y con demasiada insistencia veo que se culpa a los padres y maestros de los problemas educativos del país, algo que resulta en gran manera exagerado e injusto. La mayoría de los progenitores y docentes hacen lo que deben y educan bien, sólo unos pocos, como en toda estadística, fallan en su objetivo. Pero antes cabe ampliar qué es educar. Uf, y menuda pregunta para algunos.

El objetivo de toda educación debería ser formar personas cívicas, buenos profesionales y óptimos nuevos educadores. Cabe añadir que todo sistema educativo debe promover mentes cultas y críticas mediante la transmisión de conocimientos veraces, lógicos y éticos para que un individuo sea capaz de tomar las mejores decisiones ante las distintas situaciones de su vida. La educación y la enseñanza es un derecho universal para que los jóvenes aprendan conocimientos objetivos y contrastables sin prejuicios dogmáticos, políticos o históricos. La educación no debería ser ni de izquierdas ni de derechas, sino una necesidad social para brindar oportunidades a cada nueva generación y así mejorar nuestra civilización bajo unos valores compartidos y correctos. Sólo con lógica y hechos crearemos un auténtico pensamiento crítico, mientras que los intereses y prejuicios, bajo un sentido común adoctrinado, conllevan a la mediocridad y a la confusión. Así pues, la educación debe ofrecer conocimientos, valores y habilidades que sirvan y orienten al individuo con efectividad. Si con ello se logra que los alumnos se sientan más felices que desdichados, será la repera. Y conste que la felicidad, como decían Platón y Gandhi, la da el esfuerzo y no la facilidad en alcanzar las cosas. Ante el deseo uno se pone a trabajar para alcanzarlo, y mientras lo intenta lo vive con ilusión, pero si lo consigue aparece más felicidad. En el caso que el objetivo no se cumpla, los alumnos refuerzan su psique para superar mejor las futuras y seguras frustraciones de la vida, algo que evita caer en infelicidades mayores. La felicidad en educación no es el objetivo, sino superar la infelicidad con buenos conocimientos y óptimas decisiones.

Gordon Johnson. / Pixabay

Cabe observar que enseñar es distinto de educar. El primero ofrece conocimientos contrastados al estudiante mientras que el segundo otorga valores morales y habilidades sociales; enseñar orienta con realidades mientras que educar orienta con ética. Hay quienes priman los valores por encima de los conocimientos y otros que defienden lo contrario. Normalmente el saber recae más en secundaria y la educación en muchas partes, sobre todo en la familia. Y allí el primer reto, implicarse o comprometerse como padres. Recuérdese que en unos huevos fritos con jamón, la gallina se implica pero el cerdo se compromete.

La educación de un hijo empieza antes de concebirlo. Preguntarse cuál es la razón que nos impulsa a tener ese zagal es de suma importancia para sus próximas décadas y formación venidera. Las razones que conllevan concepciones pueden ser múltiples: fruto del amor, del reloj biológico, del deseo de compañía, del azar no deseado, de querer consolidar la pareja, de la consigna vaticana tantos hijos como diga Dios, o del anhelo de perpetuar el legado de la propia estirpe, aunque existe una razón que no se ha mencionado y que ostenta la mayor importancia, el deseo de educar en la autonomía, la responsabilidad y el respeto, el anhelo de crear un gran ser humano.

Por tanto, ese bebé que se encargó a la cigüeña, en París o en el hospital in vitro, debe ser diana de este objetivo, educar. En otras palabras, hay que parir pensando en educar y no en París pensando en parir. A largo plazo el objetivo de todo educador, padre, madre o docente, debe ser conectar, hacerse líder y referente entre los niños. Cuando en el aula se logra la confianza de los alumnos, estos aprenden con mayor facilidad. Es más, acceden mejor a los consejos y ello permite enseñarles y educarles. Ellos deben confiar en nosotros para que nosotros podamos confiar en ellos. Hay que alimentar ese pez que se muerde la cola, la confianza genera más confianza. De hecho, en algunos de los países de mayor éxito académico, como Estonia, cualquier docente resulta el líder indiscutible de la clase. Para ello, hay que intentar ser consciente de las necesidades de los alumnos.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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