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  • 14 de enero de 2025
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Objetivo educativo: a marchas forzadas hacia la servidumbre voluntaria

Objetivo educativo: a marchas forzadas hacia la servidumbre voluntaria

Objetivo educativo: a marchas forzadas hacia la servidumbre voluntaria

En esto anda metido el sistema educativo desde hace algunas décadas

Muhammad Afzaal. / Pixabay

Licencia Creative Commons

 

Xavier Massó

 

Cada vez es más evidente que la ingeniería social hoy rampante lleva décadas inyectando en nuestros sistemas educativos una carga teleológica que, por medio del primado de lo «emocional», persigue como efecto alcanzar lo que ya La Boétie (s XVI) había denominado «la servidumbre voluntaria«.

Para La Boétie, más allá de cualquier fuerza represiva, la aceptación de la servidumbre es en última instancia voluntaria porque presupone un consentimiento por parte del sometido a su sometimiento. Marx lo abordará en el XIX en términos de alienación: la «falsa conciencia», debidamente cebada con las preceptivas dosis de «opio del pueblo».

A mediados del siglo XX, Aldous Huxley entiende que el objetivo sigue siendo el mismo, pero con todo lo llovido, el escenario para su consecución se presentaba bastante más complejo. Hasta entonces, el sometimiento había venido por lo general acompañado de la promesa demorada de una transcendencia que aportaba el necesario consuelo en un mundo donde la desgracia y el padecimiento se consideraba una fatalidad cósmica.

Huxley percibe lúcidamente su tiempo y el cambio de «estrategia» que en ella se produjo. Ahora se tratará de dar con la fórmula de la dictadura perfecta, aquélla que nadie perciba como tal y el esclavo, no siendo consciente de serlo, se sienta conforme, «feliz», siéndolo.

Pero, una vez habiendo dejado atrás toda transcendencia, para que esto funcione es preciso erradicar de la mente del futuro siervo la determinista idea de «fatalidad» cósmica, porque a ésta le era inherente un elemento de “resignación” que no podía funcionar sin el consuelo que ejercía la promesa de un más allá transcendente que, de convertirse en inmanente, y al no ser éste el ámbito para el cual había sido concebida, no sólo no puede funcionar, sino que puede convertirse en un peligro por la frustración de las expectativas generadas: así pues, fuera milenarismos de cualquier tipo. ¿Y con qué mediará entonces lo real? Sin problemas: se suprime también la posibilidad de mediación. Al final resulta que no era «la imaginación al poder», sino la «inmediatez» al mismo.

Se trata pues de recuperar el voluntarismo del siervo laboetiano, pero debidamente adaptada al nuevo escenario. Por eso nos dice Huxley en su ‘Brave new world revisited’ que no es el modelo de ‘Nineteen eighty four’ el que funciona, sino el suyo de Brave New World’: nadie quiere irse de él. Unos porque ni siquiera pueden planteárselo; otros porque entran en pánico sólo con pensarlo.

La cuestión es pues cómo conseguir esto en un mundo que resulta ser cada vez más descreído. Es decir, una vez dejada atrás toda idea de transcendencia decae también su proyección sobre lo mundano. La conformidad no podrá pues provenir de tal instancia, sino de su contraria: la inmanencia en su fugacidad, en la inmediatez del «aquí y ahora» como referente único. Y para ello basta con universalizar el descreimiento por medio de la ignorancia. Conseguirlo es más complejo: requiere poner el psicologismo al servicio de la ingeniería social; al servicio del sociologismo. Toda una paradoja, pero sumamente efectiva.

A tal objetivo han consagrado ímprobos esfuerzos con un empeño digno de mejor causa. En algunos casos incluso jugando al aprendiz de brujo y de buena fe; de una ingenuidad enternecedora sin la menor duda, y de una utilidad más que dudosa en la medida que han servido para blanquear un proyecto de ingeniería social depredador al cual sirven a su vez de pitanza. Como suele decirse, de buenas intenciones anda lleno el infierno…

Y por más prosaico que pueda antojársenos, todo indica que la fórmula consiste en despiezar el modelo ilustrado procediendo a su deconstrucción, desproveyéndolo del espíritu que lo animó y metamorfosearlo poniéndolo bajo el influjo de las coartadas emocionales, que sí funcionan bajo el primado del aquí y ahora –el hic et nunc latino-, a salvo de cualquier mediación conceptual o abstracción que suponga el más mínimo atisbo de criterio.

Hay que destruir pues los mismísimos cimientos de la Ilustración, los sillares sobre los que se habían edificado, con mayor o menor fortuna, los últimos dos siglos de nuestra historia. Pero nos quedamos, ciertamente, con los recursos y progresos instrumentales que nos ha ido aportado, ahora bajo una nueva lógica, desgajados del espíritu que los animó: la divisa del sapere aude emblematizada por Kant, y la reducción del no menos kantiano imperativo categórico a una burda, pacata y doctrinaria consigna de catecismo laico, cuando no era nada de esto, sino la condición de la posibilidad de toda moral. Y con ello retornar a la humanidad a la minoría de edad intelectual de la que había conseguido apenas salir. Ahora no bajo la tutela de Dios, sino acaso la de la IA. Incluso es posible que ya lo haya pensado y decidido.

Para que el siervo se sienta feliz en su inmediatez, es imprescindible que NO PUEDA ni por asomo ocurrírsele aspirar a nada más. Y para esto hay que situar ciertos horizontes fuera por completo del rango de su alcance conceptual; es por lo tanto imprescindible que el individuo carezca de criterio y, lógicamente, que la finalidad de la educación no consista en proveerle de herramientas para formárselo, así como inhibirlo de cualquier atisbo de espíritu de superación, no fuera a agrietarse el encaje emocional del individuo en su relación con el entorno: el sueño de la lobotomía incruenta hecho realidad.

Educativamente se trata de proveer al educando, individuado en su irreductible singularidad, con los mecanismos psico-emotivos de vindicación de su propia identidad, extrínsecamente inducida, en un sentido que facilite su funcionalidad instrumental dentro del engranaje productivo y social. Nada más. O sea, adecuar su psiquismo a su incardinación social para que resulte funcional como fuerza de trabajo y como consumidor, y que no cree problemas.

Sí, vamos camino de la servidumbre voluntaria forzosa. En esto anda metido el sistema educativo desde hace algunas décadas. Y va progresando adecuadamente…


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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