Los diez días que no existieron. La implantación del calendario gregoriano

Los diez días que no existieron. La implantación del calendario gregoriano

SUCEDIÓ…

Al 4 de octubre de 1582 no le sucedió el 5, sino el 15 de octubre

Los diez días que no existieron. La implantación del calendario gregoriano

Gregorio XIII. / Wikimedia

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Xavier Massó

 

Al 4 de octubre de 1582 no le sucedió el 5, sino el 15 de octubre. La razón de esta anomalía fue que el Papa Gregorio XIII decretó el cambio del calendario hasta entonces vigente, el juliano, por uno nuevo más ajustado a la realidad astronómica, que en su honor se denominó calendario gregoriano.  Así, el año 1582 solo tuvo 355 días.

El griego alejandrino Eratóstenes había establecido en el siglo III a.C. la duración de un año en 365 días -el tiempo que la Tierra tarda en completar una órbita alrededor del Sol-. Eratóstenes estableció también una corrección de un día más cada cuatro años, los años bisiestos. Se le denominó calendario juliano porque fue Julio César quien lo adoptó oficialmente en Roma en el siglo I a.C. para todo el orbe romano. Pero tampoco era exactamente así. En realidad, la Tierra invierte algo menos de 365,25 días en dar una vuelta completa alrededor del Sol, aproximadamente 365,242189 días.

En el año 325, el concilio de Nicea adaptó las fiestas del calendario litúrgico en función del momento astral en que debía celebrarse la Pascua, que se rige por el calendario lunar, y el resto de fiestas móviles en función de ésta.  La Pascua se estableció el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera –en el hemisferio norte-. Aquel año el equinoccio de primavera coincidió con el día 21 de marzo.

El desfase entre 365,25 días y 365,242189 es de unos 11 minutos anuales. Fue imperceptible al principio, pero al cabo de los 1257 años que van del 325 al 1582, se había acumulado diez días, digámoslo así, de «retraso». Y claro, el equinoccio de primavera tenía lugar, según el calendario humano, diez días antes que en su acontecer astronómico. Al paso que se iba y de no haberse corregido, en unos 2500 años más hubiéramos entrado en primavera a finales de febrero… Y algunos miles después, la Semana Santa habría acabado coincidiendo con el día de Navidad.

Astrónomos de la Universidad de Salamanca ya habían advertido este desfase en 1515, e informaron de ello a Vaticano, que hizo caso omiso. Nuevamente, en 1578, informaron de nuevo a la Santa Sede. A la segunda advertencia se creó una comisión para estudiar el tema, en la que destacaron los astrónomos Christopher Clavius, Luigi Lilio y Pedro Chacón. Se comprobó también que en las Tablas Alfonsíes –las primeras tablas astronómicas elaboradas en Europa occidental-, elaboradas en el siglo XIII a iniciativa de Alfonso X el Sabio, se había asignado al año trópico un valor de 365 días, 5 horas, 49 minutos y 16 segundos. Se redactó un Compendium y el 14 de septiembre de 1580 se aprobó la reforma del calendario, que se llevaría a la práctica dos años después: el 5 de octubre de 1582 iba a ser el 15 de este mismo mes.

Como corrección del error que había producido el desfase, se estableció que no serían bisiestos los años múltiples de 4 que lo fueran también de 100, con la excepción de los que fueran también múltiples de 400, que sí lo serían. Así, los años 1700, 1800 y 1900 no fueron bisiestos, mientras que sí lo fueron el 1600, el 2000 y lo será el 2400.

Los primeros países en adoptar el calendario gregoriano fueron los del orbe católico: La Santa Sede, España  y los principados y estados italianos; Francia lo adoptó el 9 de diciembre del mismo año. En 1583 lo adoptaron los estados alemanes católicos y los Países Bajos (sólo los católicos). Inglaterra lo hizo casi dos siglos más tarde, en 1752. Otros tardaron aún más: China en 1912, Rusia en 1918, Grecia en 1923…

Pese a sus indudables ventajas sobre el juliano, el calendario gregoriano tampoco es exacto al cien por cien. Ajusta el año a 365,2425 días, dejando una diferencia de 0,000300926 días, es decir, unos 20 segundos cada año, lo cual significa que se requiere un reajuste cada 3.300 años. Si tenemos en cuenta que faltan 1272 años para ello, no debería preocuparnos mucho. En cualquier caso, se considera excesivamente complicado intentar crear una regla para corregir este desfase, también porque la Tierra se desacelera en sus movimientos de rotación y de traslación, lo cual introduce una nueva diferencia de tiempos que habría que ir corrigiendo. De modo que lo más práctico parece ser que cuando el desfase llegue a ser de un día –dentro de unos miles de años-, se establezca como bisiesto un año al que no le corresponda serlo… O para entonces, que hagan lo que quieran; tampoco es descartable que, al paso que vamos, para entonces estén mandando los terraplanistas.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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