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- 4 de octubre de 2024
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Leandro Sequeiros: “Aquí hay tesis” (Emiliano Aguirre dixit)
CARA A CARA CON
Leandro Sequeiros San Román, paleontólogo
Leandro Sequeiros: “Aquí hay tesis” (Emiliano Aguirre dixit)
Con motivo del próximo centenario en 2025 del eminente paleontólogo español, Emiliano Aguirre, se hace necesario entrevistar a alguien que lo conoció con agudeza y profundidad. Este es Leandro Sequeiros San Román, una mente que ilumina por ella misma cualquier conversación con él. Debo añadir que fue un inmenso placer escuchar atentamente todo lo que me contó.
Nacido en Sevilla en 1942, se licenció en Ciencias Geológicas en Granada durante el 1970 y cuatro años más tarde se doctoró. Pero sus ansias por saber le llevaron a una segunda licenciatura en el año 2000, y en este caso, en Teología, habiendo sido catedrático de Paleontología desde 1983, profesor de Paleontología en Granada entre los años 1970 y 1975), en Zaragoza entre los años 1975 y 1983, en Sevilla entre 1983 y 1988). También fue profesor de Didáctica de las Ciencias en Úbeda entre 1986 y 1990), profesor de Metodología de la Investigación en Córdoba entre 1991 y 1997), profesor de Filosofía de la Naturaleza y Filosofía de la Ciencia, Epistemología y Antropología Filosófica en Granada entre 1997 y 2012).
A todo este enorme currículo cabe añadir que ha sido miembro del Equipo de Trabajo de formación de profesores de Ciencias en la Junta de Andalucía entre 1986 y 1997), miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Zaragoza desde 2002, Medalla Niccolo Stenone de la Accademia de Florencia y presidente de la Asociación de Amigos de Teilhard desde 2021. Entre todo ello ha publicado más de 150 libros. Ante tal carrera profesional, sólo cabe entrevistar a este hombre del Renacimiento para conocerle mejor a él y a su gran amigo, Emiliano Aguirre.
¿Cómo conociste a Emiliano Aguirre?
Creo que fue en el año 1965, y cuando Emiliano tenía 40 años, que él estaba terminando su tesis doctoral sobre Elefantes dirigida por Miquel Crusafont. Yo tenía 23 años y estaba en la Universidad Comillas de Madrid cursando los estudios de Filosofía. Emiliano vino a nuestra Facultad para darnos un cursillo sobre temas evolutivos. Aún recuerdo cuanto me deslumbró.
Pero entonces, ¿cómo surgió vuestra amistad?
Pues dos años más tarde, en 1967, yo estaba en Granada estudiando en la universidad la licenciatura de Geología. Apareció en el Colegio Mayor acompañado por el padre Eduard Boné, un jesuita científico y paleontólogo belga. Venían para visitar los yacimientos de mamíferos fósiles de la cuenca de Guadix. Los acompañé encantado. Y nada más llegar al yacimiento, Emiliano se agachó para recoger una pieza grande y redonda diciendo: “vaya, la rótula de un elefante”. Aquel día fue entrañable y preludio de una gran amistad. Al poco Emiliano intentó convencerme de que hiciera una tesis de mamíferos fósiles, prolongando las investigaciones que él mismo hizo en las cuencas de Granada, Guadix y Baza entre 1950 y 1955. Pero le dije que me parecía difícil, pues en esa época en Paleontología de Granada solo se estudiaban amonitas.
Pero me imagino que Emiliano te insistió
Sí, y entre 1978 y 1979 Emiliano fue mi jefe en Zaragoza en el Departamento de Paleontología. Yo ya era Profesor Titular y él fue el primer Catedrático de Paleontología de la Universidad de Zaragoza.
En aquellos años la paleontología y la evolución vivían entre grandes incertidumbres científicas, ¿qué diferencia existió entre Emiliano Aguirre y Miquel Crusafont al respecto?
Pues ambos pensaban diferente con respecto a la evolución. Se conserva la correspondencia entre Emiliano Aguirre y Miguel Crusafont desde 1954. En ese año, ya lejano, Emiliano tenía 29 años. Estaba cursado brillantemente cuarto curso de la carrera de Ciencias Naturales en Madrid (1950-1955), y era alumno de Bermudo Meléndez (1912-1999). Don Bermudo fue Catedrático en Granada (1944-1949) y luego Catedrático en Madrid (desde 1949). Debió ser Bermudo quien aconsejó a Emiliano que, si quería dedicarse a los mamíferos y humanos fósiles, debía acudir al experto de entonces, Miquel Crusafont. Desde los años 40, este, y acompañado de Villalta, había estudiado muchos yacimientos de mamíferos fósiles en Cataluña y Castilla. Crusafont había defendido su tesis doctoral sobre jirafas fósiles en 1950. Y en 1952 había organizado en Sabadell, con gran éxito, el Primer Cursillo Internacional de Paleontología, al que asistieron, entre otros, Bermudo y Truyols. Don Bermudo aconsejó a Emiliano para que escribiera a Crusafont para ser invitado al segundo cursillo que tuvo lugar en 1954, y que le pidiera que fuera su maestro y director de su futura tesis. Aunque la diferencia de edad era de 15 años, pronto congeniaron. Y Emiliano se hizo visitante habitual por Sabadell. Pero Crusafont, tal vez influido por algunos paleontólogos franceses de línea “vitalista” y lamarckiana, impregnó los Cursillos de Sabadell, sus escritos y sus conferencias con esa filosofía finalista y teológica que le caracterizaba. Posiblemente le llegaron escritos del jesuita Pierre Teilhard de Chardin que sedujeron a Crusafont y se hizo un apóstol de sus ideas, especialmente las de la “ortogénesis de fondo” para una evolución finalista y hacerla compatible con sus creencias católicas.
Ante tal ideología, ¿qué hizo Emiliano?
Emiliano, por respeto, no quiso contradecir a su maestro catalán, teilhardiano y finalista. Pero Emiliano sabía inglés y había leído los trabajos de G. G. Simpson y de muchos de los paleontólogos anglosajones partidarios del neodarwinismo y luego de la Teoría Sintética de la Evolución. Así, y aunque la interpretación filosófica de los procesos evolutivos era diferente entre Crusafont y Emiliano, este último prefirió callar, respetar y no crear conflicto con su mentor.
“En este Congreso [1959] nuestro Emiliano, jesuita joven, se la jugó con su ponencia titulada «Aspectos filosóficos y teológicos de la Evolución». En ella aceptaba la validez de las ideas de Darwin”
En 1959, y durante el Congreso por el Centenario de Darwin, Aguirre impartió una ponencia clarividente, ¿podrías explicarnos qué expuso y cómo aquello irrumpió en la ciencia nacional?
Efectivamente, en 1959, y cuando Emiliano tenía 34 años, se celebró en todo el mundo el Centenario de la publicación de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin. La Universidad de Madrid organizó un gran Congreso que fue mal visto por los obispos y por las autoridades del régimen de Franco. En este Congreso nuestro Emiliano, jesuita joven, se la jugó con su ponencia titulada “Aspectos filosóficos y teológicos de la Evolución”. En ella aceptaba la validez de las ideas de Darwin, su compatibilidad con la fe cristiana y se declaraba abiertamente seguidor de la “Teoría Sintética de la Evolución” liderada por el paleontólogo G. G. Simpson.
¿Qué consecuencias tuvo este atrevimiento para Emiliano?
Pues le abrió muchas puertas en el mundo científico, pero también recelos por parte de Crusafont y de los científicos, filósofos y teólogos más reticentes a las propuestas novedosas.
La religión y la ciencia a veces parecen competir por la posesión de la verdad, pero, y en tu opinión como paleontólogo y teólogo, ¿cómo se pueden compaginar ambas sin hallarse en una paradoja interior?
No es sencillo hacer una síntesis. En parte depende lo que se entiende por “ciencia” y lo que se entiende por “religión”. Es necesario mantener un concepto de “ciencia” como “construcción social” y de “religión” como experiencia personal de trascendencia en donde el choque de racionalidades sea un punto de partida, pero la conciliación de racionalidades sea nuestra línea de llegada. Para ello citaré el texto de la carta del papa Juan Pablo II al director del Observatorio Vaticano con ocasión de los 300 años de los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687) de sir Isaac Newton: “La ciencia puede liberar a la religión de error y superstición; la religión puede purificar la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, un mundo en el que ambas pueden florecer”. (Juan Pablo II, carta al padre George Coyne, 1988)
Uno de tus últimos libros nos habla de la relación ente tres grandes de la paleontología española: Truyols, Crusafont y Aguirre, ¿nos podrías resumir los detalles de este proyecto vinculado con la herencia de Emiliano Aguirre?
A partir del Congreso de la Universidad de Madrid de 1959 en memoria de Darwin, Emiliano Aguirre (1925-2021), Miquel Crusafont (1910-1983), Jaime Truyols (1921-2013) y Bermudo Meléndez (1912-1999) comenzaron a trabajar juntos para intercambiar sus ideas sobre evolución al respecto de registro fósil. Fruto de este esfuerzo fue el grueso volumen titulado “La Evolución” que en 1966 la Biblioteca de Autores Cristianos publicó. Este volumen, con un título provocador en aquella época, estaba coordinado por los paleontólogos Miquel Crusafont, Bermudo Meléndez y Emiliano Aguirre. La obra reunía las contribuciones de más de una veintena de autores, adscritos a ramas del conocimiento y a actitudes ideológicas diversas y contrastadas. En fin, que el volumen La Evolución representó, de alguna manera, un hito en el camino hacia la normalización de los estudios sobre el tema geoevolutivo en España, siendo además el primer manual íntegramente escrito por autores del país que simbolizó también el intento de superación del conflicto entre religión y ciencia en una sociedad tradicionalmente católica como la española.
“Emiliano Aguirre defendía la necesidad de una “alfabetización científica” para todos los ciudadanos”
Emiliano fue un gran defensor de la transmisión de conocimientos. Tú mismo formaste parte de una comisión en la Junta de Andalucía que diseñó el currículum de ciencias a enseñar a los alumnos de secundaria, ¿qué pensaba Emiliano al respecto de transmitir la ciencia entre nuestros zagales?
Emiliano Aguirre defendía la necesidad de una “alfabetización científica” para todos los ciudadanos. Una sociedad madura necesita tener asimiladas las competencias intelectuales y emocionales que la capaciten para asumir la racionalidad crítica y analizar racionalmente la realidad que nos rodea.
¿Y cómo eran las clases de Emiliano?
La verdad es que a Emiliano no le gustaba dar clases académicas formales. El año que lo tuve de jefe, aprovechaba cualquier oportunidad para cederme el aula. No le gustaba esa vida académica de profesor. Sabia tanto que apenas preparaba las clases y se repetía mucho. Pero su pasión como profesor y maestro estaba en el campo. En Zaragoza, nada más llegar, organizó unas jornadas de campo en Puebla de Valverde (Teruel). Meses después derrochó fortaleza y entusiasmo docente en los campos nevados de Medinaceli. Y ese verano, se llevó a Atapuerca un grupo de alumnos seducidos por el aprendizaje de la paleontología en el campo. Era un seductor para fomentar vocaciones paleontológicas, tal como se muestra en las muchas tesis dirigidas por él. Tal vez un centenar.
Volviendo a tu participación en la enseñanza andaluza, ¿en qué consistió?
Tuve la experiencia de trabajar con un equipo de 20 expertos en ciencias durante cinco años en la década de los 80. Fue una maravillosa experiencia que luego intentamos transmitir a los muchos profesores de Ciencias en Andalucía. Pero creo que no resultó, ya que había muchas resistencias a aceptar una metodología de enseñanza-aprendizaje investigativa que llevase a un cambio mental metodológico, conceptual y actitudinal. Muchos decían: “yo he aprobado unas oposiciones con una metodología y ahora ya no puedo cambiar a mi edad de mentalidad”. Posteriormente, y en 1994, organizamos en Córdoba un Congreso sobre enseñanza de la Geología del que, desgraciadamente, quedan pocos frutos.
“Le diría: Emiliano, descansa en paz. Las semillas que sembraste han dado muchos frutos“
El esfuerzo en cualquier disciplina de conocimiento, y en la vida misma, resulta un factor decisivo para la superación de barreras y situaciones. En el año 1994 sufriste un duro golpe de salud, pero tu mente prosigue activa y clara, ¿te ayudó la ciencia y el conocimiento en aquella ardua tarea de superación personal?
Pues sí, en 1994 sufrí un segundo ictus cerebral, el primero fue en 1986. Este segundo me dejó con discapacidad motora. Afortunadamente, he podido hacer vida casi normal. Las “neuronas” funcionan bien y ya jubilado dedico mi tiempo a actividades intelectuales. Tal vez este libro ayude a entender más globalmente mi tarea a los más de 80 años: SEQUEIROS, L. (2023) https://www.bubok.es/libros/276435/50-anos-de-tarea-interdisciplinar-ASINJA
Para despedir esta entrevista te dejo una última pregunta muy personal, ¿qué le contarías al oído ahora mismo a Emiliano de tenerlo aquí presente?
Le diría: Emiliano, descansa en paz. Las semillas que sembraste han dado muchos frutos. Y en su tumba una frase de Emiliano: “Aquí hay tesis”. Cuando salíamos al campo con Emiliano, y algún alumno recogía un fragmento fósil, Emiliano decía con entusiasmo: “Aquí hay tesis”. Era un campeón animando a los alumnos.
Fuente: educational EVIDENCE
Derechos: Creative Commons
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Aquest país té gent com ell, que degut a la crissi, retallades i el poc interès per la cultura i la ciència han de marxar O simplement fer tasques que els poden donar la dimensió científica, pedagògica i humana que tenen
El sr. Emiliano Aguirre va ser un model pels que vam seguir les seves passes i recollir la seva llavor .
Un exemple per a tots.