- Opinión
- 3 de mayo de 2024
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Fracaso escolar o fracaso político
Fracaso escolar o fracaso político
Hoy en día, y desgraciadamente, demasiados expertos hablan de educación
El Gobierno ha afirmado más de una vez, y sin estudios demostrados, que las carencias educativas de España son causadas por un modelo de enseñanza basado en la memorización enciclopédica de los datos. Luego añaden que ello no encaja con el futuro paradigma social y laboral basado en el desarrollo de las competencias que nuestros estudiantes deben alcanzar para su futuro laboral. Todo ello nace de unas propuestas pedagógicas de hace más de un siglo, pero que llaman innovadoras. Sólo cabe recordar a John Dewey con su aprendizaje constructivo, a William Kilpatrick con su aprendizaje por proyectos, y a Jerome Bruner con su aprendizaje por descubrimiento. Todo ello ha regido los currículos de Canadá y de varios países de la OCDE, España incluida, sin éxitos demostrados. En ellos se proclama una enseñanza democrática que debe permitir que los alumnos aprendan por si mismos y según sus intereses. Añaden que estos deben ser totalmente autónomos aprendiendo por descubrimiento, que los docentes sólo deben ostentar un papel de guía sin impartir contenidos especializados, y que lo más importante debe ser la adquisición de unas competencias cuya definición, de las muchas escritas, aturde al más culto. En fin, que cualquier tipo de conocimiento pasa a ser secundario.
De esta manera las distintas materias deben ser diluidas en unos ámbitos abstractos que enmascaran las especializaciones docentes y rebajan sus contenidos bajo una educación por competencias, unos trabajos por proyectos y la eliminación de la memoria en las aulas. En fin, que la transmisión de conocimientos y su currículum se desvanece en secundaria. Ante tal paradoja cabe desear que la enseñanza sea competente ante una educación competencial. Luego, con firmeza, paciencia y estima, hay que ganarse la confianza de los alumnos en el aula a pesar de lo que digan las pedagogías happy flowers de moda. En fin, que educar no deviene sólo impartir valores, habilidades y competencias teóricas, sino firmes conocimientos contrastados para que los alumnos lleguen a ser críticos con causa y no causa de crítica. Para ello hay que haber estado muchos cursos en las aulas, en muchos centros distintos y con gran disparidad de alumnos. Desgraciadamente la política educativa nacional sigue dando palos de ciego ante las aulas de secundaria.
Hoy en día, y desgraciadamente, demasiados expertos hablan de educación. De todos ellos muy pocos lo hacen desde el aula, aunque lo hacen desde un despacho alejado de esta realidad. Algunos ni siquiera han pisado un paraninfo o impartido clases. Y lo más gravoso, quienes llevan años al pie del cañón educativo, los despectivamente llamados ‘profesaurios’, son crucificados por estos expertos.
Todos los informes PISA ponen de manifiesto que España se hunde año tras año a nivel educativo. Después de décadas de reformas pedagógicas nuestro estado, que no todas las autonomías, ostenta el mayor fracaso escolar de toda la Unión Europea. Alrededor de casi el treinta por ciento de nuestros alumnos abandonan los estudios, o simplemente no los aprovechan eficientemente. El estropicio escolar nacional, y con algunas excepciones autonómicas, es tan escandaloso que la pregunta clave es, ¿son nuestros padres y profesores los culpables de ello? Muchos expertos educativos así lo afirman. Primero hay la cantinela, y aunque lo digan con distintas palabras, que de familias pobres, alumnos necios. Y segundo muchos pedagogos y sociólogos afirman que necesitamos docentes mejor formados para reducir el fracaso escolar. Es decir, y según los expertos, familias y profesores son los culpables del estropicio nacional escolar, algo que se escucha cada vez que los informes PISA son actualizados. Pero, y de ser cierta esta hipótesis, ¿por qué los llamados expertos educativos no han hallado la manera que nuestros estudiantes aprendan lo máximo bajo sus potenciales durante los últimos treinta años? Pues la respuesta es que el sistema educativo es tan multifactorial que no existe una sola causa fundamental que provoque solamente ella todo el fracaso escolar. Por lo tanto, no es solo la formación docente, no es solo el nivel económico de las familias y no es solo la inversión en educación del estado la causa del estropicio en enseñanza. Hay que analizar todo y detectar las causas principales, para luego hallar las soluciones y aplicarlas, es decir, hay que viajar por los cursos académicos, por los centros, por las leyes, por las pedagogías y por las tipologías familiares, de alumnos y de docentes, para vislumbrar los factores que dinamitan nuestra educación.
Sabemos que los alumnos aprenden poco al estudiar poco, pero hay que ir más allá. Muchos pedagogos afirman que se enseñan demasiadas cosas en secundaria, que la mayoría de los conocimientos impartidos devienen meras banalidades inútiles, y que lo memorístico tiene los días contados. A pesar de todo ello se sigue estudiando menos que hace unas décadas y la pregunta consecuente es la siguiente, ¿por qué no se estudia más? Pues simplemente hay que difundir las soluciones que aplican los educadores desde su realidad, el aula y el hogar. Para ello cabe viajar por las clases de muchas ciudades nacionales e internacionales visitando países como Singapur y Estonia.
Fuente: educational EVIDENCE
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