• Opinión
  • 10 de octubre de 2024
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Entre fórmulas químicas y fórmulas metafísicas

Entre fórmulas químicas y fórmulas metafísicas

Entre fórmulas químicas y fórmulas metafísicas

Gerd Altmann. / Pixabay

 

Licencia Creative Commons

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Héctor Cerezales Magallanes

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No sabemos cuál es la tarea positiva de la filosofía, pero si tiene una tarea negativa, esta debe ser la de despejar el camino de errores y confusiones epistemológicas. En este artículo esbozaremos cómo algunas de estas confusiones se concretan en las teorías y prácticas de la psiquiatría contemporánea.

Por un lado, tenemos el realismo trascendental, para el cual, la conciencia y la subjetividad no son más que meros epifenómenos, apariencias, en el peor sentido de la palabra. Nuestra memoria, nuestra percepción, nuestras sociabilidades constitutivas y, en definitiva, nuestras conciencias nos engañan. Hay una realidad independiente de las observaciones que hagamos de ella, una realidad independiente de lo que hagamos con ella. Así pues, de una forma mediada, ya sea mediante la deducción y la inducción científicas, mediante la ciencia infusa religiosa o mediante esquemas cognitivo-conductuales psiquiátricos, podemos acceder a la realidad subyacente. Entonces los síntomas del malestar psicológico dejan de ser responsabilidad de quien los padece, dejan de ser estrategias de la propia mente para sobrellevar el duelo por una pérdida (de personas, cosas, ideales o valores) y convertir la pérdida en falta de otra cosa que sirva de combustible para un nuevo deseo proyectado hacia delante, y se convierten en un cuadro teórico que solo puede ser indagado e intervenido por el ojo clínico de los expertos y no por el propio ojo de la mente. Tu malestar psicológico no tiene nada que ver contigo, es algo que obedece a procesos cognitivos subyacentes a la conciencia, es tu cerebro que te está jugando una mala pasada, es, en definitiva, tu química cerebral (el desajuste de tus neurotransmisores) la responsable de tu malestar, y, solo la tecno-ciencia química puede intervenir ahí.

Por otro lado, tenemos el idealismo empírico: todo es una construcción subjetiva, una ficción, incluso la propia subjetividad es una construcción, no hay una realidad ahí fuera (ni aquí dentro), sino que todo se reduce a un juego de lenguaje, a un juego de verdades impuestas por voluntades de poder, por uno u otro equilibrio (o desequilibrio) de poder. En esta confusión queda el terreno abonado para cualquier cosa. Tu malestar psicológico es una ilusión, un error de lenguaje, cambiando de conversación, cambiaremos el mundo (interior y exterior) como por arte de magia, la fe mueve montañas y circunvoluciones cerebrales, si quieres, puedes, lo que te pasa es lo que proyectas que pase, atraes lo bueno o lo malo que te pasa según lo bueno o malo que haces que pase, etc.

Pues bien, se da la paradoja de que las dos miradas teóricas sobre el malestar psicológico adolecen de la misma confusión que define a los dos principales tipos de malestar psicológico (la depresión y la psicosis), como si un error en la mirada (de la teoría) se hubiera transferido a su objeto de estudio, o a la inversa. Y de esta manera, la depresión y la psicosis aparecen como una asunción e incorporación, hasta sus últimas consecuencias, del realismo trascendental, y del idealismo empírico, respectivamente. Que lo subjetivo es una farsa impotente frente a lo único real que es lo objetivo, lo cual no tiene nada que ver contigo y frente a lo cual nada se puede hacer, he aquí la depresión. Que tanto lo objetivo como lo subjetivo son ficciones orquestadas por una voluntad de poder, que como tal, nunca comparece, he aquí la psicosis.

Ante tal panorama esbozado por la dimensión negativa de la filosofía, de la que hablábamos al principio, ¿es posible apuntar a una dimensión positiva de la filosofía que tenga algo que decir en todo este batiburrillo? Kant, que proponía un idealismo trascendental y un realismo empírico (nuestra experiencia es real, nuestro hacer es hacer socialmente la realidad aunque la realidad tienda a deshacer lo que hacemos de ella, y hay un punto de fuga metafísico que da perspectiva a todos nuestros haceres y al deshacer intrínseco de la realidad) se preguntaba si son posibles los juicios sintéticos a priori. ¿Puede la filosofía ampliar el conocimiento previo a la experiencia?

No lo sabemos, aunque atisbemos un punto ciego de luz en el horizonte. Para la Grecia antigua el demiurgo, el Alma, al hacerse mundo corpóreo como reflejo de sí misma, mezclaba la mezcla de cuerpo y alma resultante con el Alma para dar lugar a los seres humanos. No éramos cuerpo y alma, sino alma corpórea y Alma. Y entonces, ¿es posible una psicosíntesis más allá del psicoanálisis y del biologicismo psico-sintético? ¿Algo que nos coloque en un punto estable entre fórmulas químicas y fórmulas metafísicas? ¿Un punto de fuga del alma en el Alma, una válvula de escape de la presión social atmosférica que regule las subidas y bajadas de nuestras temperaturas psicológicas? ¿Es el término medio un punto ciego de luz?

Meditemos sobre el asunto.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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