- Opinión
- 2 de diciembre de 2024
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El fin de los expertos conlleva al auge del narcisismo, la ansiedad y los populismos
El fin de los expertos conlleva al auge del narcisismo, la ansiedad y los populismos
“Un pueblo que quiera gobernarse a sí mismo debe armarse con el poder que le da el conocimiento” (James Madison)
El libro The Death of Expertise: The Campaign against Established Knowledge and Why It Matters del académico y escritor estadounidense Tom Nichols fue publicado en 2017 en Estados Unidos, y desgraciadamente no hay traducción al español a día de hoy. La traducción del título de esta obra resulta complicada al castellano, ya que “expertise” sería como una combinación de pericia, experiencia y dominio. Quizás lo que más se le puede parecer es el inicio del título de este artículo: “el fin de los expertos”.
El objetivo del libro es alertar sobre la deliberada y extendida devaluación del conocimiento que se ha producido en Estados Unidos en las últimas décadas y que ha dado como resultado una sociedad resentida que recela de los expertos y se enroca en una ignorancia obstinada. Pero uno ya ve rápidamente que ese problema se puede aplicar a nuestra sociedad europea y española también. Ya en su prefacio, el autor nos advierte que este fenómeno está ligado al narcisismo que se ha venido desarrollando constantemente en los últimos tiempos en los países desarrollados occidentales. Un narcisismo, a su parecer, provocado por una combinación de tres fenómenos: décadas de haber escuchado que debemos centrarnos en nuestras propias necesidades, el aumento de los estándares de vida, y la desaparición de amenazas internas y externas que en el pasado unía a las sociedades. Estos tres fenómenos unidos a la proliferación de información infinita en nuestros dispositivos móviles (sea de la calidad que sea), hace que tengamos una ilusión de conocimiento que hacen imposible la autocorrección o el aprendizaje continuo, sobre todo cuando la información de los buscadores de Internet se adapta a nuestros sesgos psicológicos y la tecnología informática en general explota nuestra vulnerabilidades psicológicas con el fin último de captar nuestro atención, a ser posible de manera infinita (Harris, 2016).
La verdad es que uno no puede dejar de pensar en nuestro actual sistema educativo al comprender la tesis de la obra de Tom Nichols, sobre todo al leer la primera causa del narcisismo (décadas de haber escuchado que debemos centrarnos en nuestras propias necesidades), porque en nuestro país ya llevamos una décadas en las que la educación se adapta a los intereses, emociones, gustos y motivaciones del alumnado, creando “individuos incapaces de gestionar un mínimo nivel de frustración, y, en algunos casos, auténticos narcisistas acostumbrados a negociar con padres y profesores en pie de igualdad” (Fernández Liria et al, 2023: 170). Y da igual que la investigación en materia educativa desmienta que adaptarse a los temas de interés del alumnado (Dweck, 1986; Urban & Kaplan, 2020) o al tipo de actividades que más les guste, como la gamificación, tiene efectos negativos sobre su aprendizaje (Carpenter et al., 2020), que combinar estimulación emocional también lo dificulte (Vogel & Schwabe, 2016), o que su motivación no se base solamente en si el tema les interesa sino que existen otros factores que les pueden llegar a motivar más, como por ejemplo (y sé que esto va a doler a los defensores de la vieja “nueva educación”) el deseo de cumplir con lo que consideran su responsabilidad (Eccles, 2005), porque de lo que se trata es de ofrecer un contexto en el que el alumno se iguala al profesor con la excusa de ofrecer un sistema educativo más “igualitario y democrático”. Lo cual, además de ser demagógico y un razonamiento errado en su base (el profesor es el experto en el proceso de enseñanza-aprendizaje y el alumno es el que acude a la institución educativa para salir de su ignorancia), es un atentado contra el sentido común que va contra el derecho a recibir una educación digna y de calidad en la escuela pública.
Quedan muy “cool” y muy “student-friendly” afirmaciones como “he aprendido tanto de mis alumnos como ellos de mí”, pero si eso fuera realmente cierto querría decir que el profesor que pronuncia esa frase no es un buen docente.“Es falso que una “democratización” de la educación produzca ciudadanos demócratas, críticos y autónomos, que es el objetivo que pretende defender toda la legislación actual. Lo que una (presunta) democratización que devalúa los contenidos produce son analfabetos funcionales incapaces de ejercer como ciudadanos críticos, precisamente” (Fernández Liria et al., 2023: 199). Como se puede ver, este pedagogismo igualador es la causa misma de las desigualdades que dice combatir.
Pero hoy imperan e incluso se obliga a los docentes a introducir una serie de metodologías como el aprendizaje basado en proyectos, actual método estrella de la vieja “nueva educación”, el cual se basa en el aprendizaje por descubrimiento basado en un constante proceso de ensayo-error por parte del alumnado con el profesor como un guía-observador que interviene lo menos posible y menosprecia la instrucción directa planificada por un profesor experto. Se trata de, una vez más, poner al alumno al mismo nivel que el profesor, cuando un alumno, a no ser que sea un experto en la materia, tiene un nivel de conocimientos insuficiente para integrar nueva información compleja que le sobrecarga su memoria de trabajo y repercute negativamente en su aprendizaje (Garnett, 2020), al menos peor que si un profesor explica, acompaña y secuencia los contenidos complejos paso a paso y desarrolla ejemplos adaptándose al nivel de sus aprendices (Chen et al., 2016). Y esto, como la mayoría de las malas ideas con buenas intenciones que se le ocurren a la vieja “nueva educación”, sobre todo castiga al alumnado de origen socioeconómico humilde que tiene un capital cultural intrafamiliar bajo (Education Endowment Foundation, 2016). Se imponen metodologías que se autoproclaman defensoras de los intereses del alumnado que en realidad van contra los intereses reales de éste.
De esta manera, todas estas metodologías que llevan a un nivel tan bajo de conocimientos al alumnado le dejan desarmado para no sólo controlar sus propias vidas a nivel laboral o personal, sino también para tener un mínimo de capacidad crítica para distinguir la veracidad de los discursos que escuchan (García Fernández y Galindo Ferrández, 2024). De hecho, ante un panorama en el que 9 de cada 10 alumnos no saben distinguir un hecho de una opinión al acabar su periodo de escolarización obligatoria en España, como se desprende el Informe PISA 2018. ¿A alguien le puede sorprender que los populismos y su apoyo electoral estén subiendo como la espuma no sólo en España sino en todo el mundo? Y es que el efecto “Dunning-Krugger” (llamado así porque lo describieron los psicólogos de la Universidad Cornell David Dunning y Justin Kruger en 1999) hace que a menor conocimientos se tenga mayor confianza en las propias cualidades y en la veracidad de las ideas propias, ya que la propia incompetencia repercute en la habilidad para darse cuenta de posibles conclusiones erróneas o de elecciones desafortunadas. Esto ya lo resumió Charles Bukowski en su famosísima frase de que “el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas.”
Y es que narcisismo y teorías de la conspiración son dos caras de la misma moneda, la cual se llama ignorancia: “conspiracy theories are deeply attractive to people who have a hard time making sense of a complicated world and who have no patience for less dramatic explanations. Such theories also appeal to a strong streak of narcissism: there are people who would choose to believe in complicated nonsense rather than accept that their own circumstances are incomprehensible, the result of issues beyond their intellectual capacity to understand, or even their own fault”[1] (Nichols, 2017: 58). Los alumnos deben adaptarse a los conocimientos, y no al revés, para no caer así en el relativismo absoluto y en la ausencia de verdad, y ser así carne de cañón de la desinformación y las fake news que se desprenden de las redes. En caso contrario, nos encaminamos a una sociedad en la que las personas menos informadas son tenidas como expertas y exigen que su opinión sea tan válida como la de los propios especialistas sobre asuntos en los que no han dedicado esfuerzo alguno para tener conocimientos.
Necesitamos un sistema educativo valiente y exigente, que respete y ame a sus estudiantes estableciendo unas expectativas altas en ellos que les prepare para la vida adulta. Es una necesidad social para el progreso del país en todas sus esferas: política, económica, cultural e incluso moral. Pero ahora mismo no es así. El mismo Tom Nichols da en la diana al afirmar que “the stampede toward college by unprepared students is also due to a culture of affirmation and self-actualization that forbids confronting children with failure[2]” (2017: 78). Aunque se refiere a Estados Unidos, aquí en España esto nos suena de algo, ¿verdad? Les vamos protegiendo del fracaso, inflando artificialmente sus notas para subir su autoestima en lugar de incentivar sus logros, evitando que confronten su ignorancia con esfuerzo y eliminando todas las consecuencias ante la falta de éste, pero cuando lleguen a la edad adulta toda esta sobreprotección (a la que muchas familias también colaboran) ya no estará, y sentirán que están solos ante el abismo, que su país les ha fallado al no proporcionarles una educación de calidad que les permita vivir autónomamente. Esta sobreproducción en la etapa infantil y adolescentes, como múltiples estudios psicológicos no paran de demostrar, crea personas inseguras, dependientes y con miedos que desarrollan elevados niveles de ansiedad en la edad adulta (como atestiguan sus alarmantes niveles en jóvenes y adultos en nuestro país).
Quisiera acabar este artículo con una última cita de la obra de Nichols (2017: 84): “Unearned praise and hollow successes build a fragile arrogance in students that can lead them to lash out at the first teacher or employer who dispels that illusion, a habit that proves hard to break in adulthood[3]”.
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[1] Las teorías de la conspiración son profundamente atractivas para las personas a las que les cuesta entender un mundo complicado y que no tienen paciencia para explicaciones menos dramáticas. Estas teorías también apelan a una fuerte vena de narcisismo: hay personas que elegirían creer en tonterías complicadas en lugar de aceptar que sus propias circunstancias son incomprensibles, el resultado de cuestiones que están más allá de su capacidad intelectual para comprender, o incluso su propia culpa.
[2] La estampida hacia la universidad por parte de estudiantes no preparados también se debe a una cultura de afirmación y autorrealización que prohíbe confrontar a los niños con el fracaso.
[3] Los elogios inmerecidos y los éxitos vacíos crean una frágil arrogancia en los estudiantes que puede llevarlos a arremeter contra el primer maestro o jefe que disipe esa ilusión, un hábito que resulta difícil de romper en la edad adulta.
Referencias bibliográficas:
Carpenter, S.K., Witherby, A.E. & Tauber, S.K. (2020). On Students’ (Mis)judgments of Learning and Teaching Effectiveness. Journal of Applied Research in Memory and Cognition, 9(2), 137-151.
Chen, O., Kalyuga, S. & Sweller, J. (2016). When Instructional Guidance Is Needed. Educational and Developmental Psychologist, 33, 149-162.
Dweck, C.S. (1986). Motivational Processes Affecting Learning. American Psychologist, 41(10), 1040-1048.
Eccles, J.S. (2005). Subjective Task Value and The Eccles et al. Model of Achievement-Related Choices. Handbook of Competence and Motivation, 105, 121.
Education Endowment Foundation (2016). Project based learning. Testing the Impact of Project-based learning in secondary schools. Durham University. https://educationendowmentfoundation.org.uk/projects-and-evaluation/projects/project-based-learning
Fernández Liria, C., García Fernández, O. y Galindo Ferrández, E. (2023). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Nueva edición actualizada y aumentada. Akal.
García Fernández, O. y Galindo Ferrández, E. (2024). Aprendizaje basado en proyectos. Un aprendizaje basura para el proletariado. Akal.
Garnett, S. (2020). Cognitive Load Theory: A Handbook for Teachers. Crown House Publishing.
Harris, T. (2016). How Technology is Hijacking Your Mind — from a Magician and Google Design Ethicist, Thrive Global.
Nichols, T. (2017). The Death of Expertise: The Campaign against Established Knowledge and Why It Matters. New York: OUP.
Urban, T. & Kaplan, A. (2020). The Origins, Evolution, and Future Directions of Achievement Goal Theory. Contemporary Educational Psychology, 61, 101862.
Vogel, S. & Schwabe, L. (2016). Learning and Memory Under Stress: Implications for the Classroom. npj Science of Learning, 1(1), 1-10.
Source: educational EVIDENCE
Rights: Creative Commons
1 Comments
Felicidades por el artículo y muchas gracias por compartir tan bien esas reflexiones.
Jon.