• Filosofía
  • 23 de mayo de 2025
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El cuidado de la filosofía: una necesidad para el siglo XXI

El cuidado de la filosofía: una necesidad para el siglo XXI

El cuidado de la filosofía: una necesidad para el siglo XXI

Ana Krach. / Pixabay

Licencia Creative Commons

 

Mònica Benítez Arisó

 

Es bien sabido que el arte es la mayor representación de todo lo humano. Esta afirmación, tan llena de sentido, poca gente debe ponerla en duda. Sin embargo, también podríamos afirmar que la filosofía es la gran representante del pensamiento humano. Es la rama más pura del pensamiento reflexivo, de la crítica y del cuestionamiento. Desgraciadamente esta afirmación parece cada vez más cuestionada, prueba de ello es la disminución de horas que se le dedica en la mayoría de las escuelas. Poco a poco, el sistema educativo ha ido arrinconando una disciplina que nos enseña a pensar, dialogar, construir argumentos y entender mejor el mundo y a nosotros mismos.

Por suerte, los filósofos y filósofas no nos rendimos, y prueba de ello es que, un año más, hemos podido celebrar una Olimpiada donde la filosofía es la protagonista. Este evento no es sólo un concurso, sino un homenaje al pensamiento. Es esperanzador ver cómo los jóvenes de hoy en día todavía tienen ganas de saber, aprender, cuestionar. Y, como dijo Aristóteles en su Metafísica, “todo hombre tiene tendencia natural al saber”, y este hecho, aunque quiera esconderse, siempre emergerá porque forma parte de nuestra esencia, de nuestra parte como ser racionales. En un mundo acelerado, donde la inmediatez a menudo suplanta la reflexión, ver a adolescentes con ganas de filosofar es una luz en medio de la oscuridad.

Son las mentes de los adolescentes las que deben seguir filosofando. Tienen que poder tener herramientas para cuestionar el mundo loco que nos rodea, un mundo lleno de contradicciones, de injusticias, de información desordenada y a menudo distorsionada por las redes sociales y las llamadas inteligencias artificiales. La filosofía les proporciona este mapa mental para orientarse, para no dejarse arrastrar por la opinión fácil o la manipulación. Y es precisamente eso lo que promueve la Olimpiada: un espacio donde el pensamiento crítico puede florecer, donde se da valor a la palabra argumentada, donde se escucha y respeta la diversidad de ideas. Este tipo de iniciativas demuestran que la filosofía no sólo resiste, sino que sigue cautivando el pensamiento joven cuando se le da espacio para crecer.

El tema de esta edición de la Olimpiada ha sido un auténtico reto: el cuidado. Una palabra que parece simple pero implica una profundidad inmensa. Plantearse qué es el cuidado no es un hito fácil de conseguir, y menos aún en un contexto en que el pensamiento crítico está en crisis. Y no es una exageración: los informes PISA de 2022 indican que no existe una buena comprensión lectora. Aproximadamente el 24% de los adolescentes españoles no alcanza el nivel 2 en esta competencia, lo que indica dificultades para identificar la idea principal de un texto y encontrar información específica.

¿Cómo fomentar una mejor comprensión lectora si no potenciamos las materias que enseñan a leer entre líneas, a interpretar, a argumentar, a pensar? Quizás, y sólo tal vez, esta carencia está relacionada con el retroceso de una asignatura que, más que ninguna otra, enseña precisamente esto: a leer entre líneas, a razonar ya pensar. Me refiero, claro, a la filosofía, que cada vez está menos presente en la vida académica de los jóvenes. Y esto es, realmente, un problema. La filosofía no puede ser ni un lujo ni una afición: es una necesidad. Tenemos el deber de preservarla, cuidarla y garantizar que siga viva en las aulas, porque sólo pensando mejor podremos vivir mejor.

Actualmente parece que nos quedamos sin voz, que no se nos quiere escuchar. La ciencia está en lo alto de todos los conocimientos y la pobre filosofía queda arrinconada en el pasado, a lo antiguo que no sirve y aburre. Pero, sin embargo, seguimos luchando y no nos rendimos. Quienes amamos la filosofía sabemos que es una herramienta de resistencia. Y lo es porque el razonamiento es como una planta que debe cuidarse. No se trata sólo de cuidar nuestro pensamiento, sino de entender que el cuidado de sí mismo está profundamente vinculado con el cuidado de los demás y con el cuidado del medio. Porque ¿qué somos nosotros, sino una parte indisociable de este mundo?

Una de las funciones más esenciales de la filosofía es plantearse preguntas, cuestionar lo que parece evidente, intentar entender lo que nos rodea. Esta actitud es la que queremos transmitir a nuestros jóvenes, ayudarles a mirar más allá, hacerse preguntas y buscar respuestas. Y esto es exactamente lo que promueve la Olimpiada de Filosofía: pensar, debatir, escuchar, compartir. Filosofar, en definitiva.

La Olimpiada es mucho más que un ejercicio académico. Es una celebración del pensamiento. Es un espacio de encuentro entre alumnos de diferentes lugares que comparten inquietudes, que debaten ideas con respeto y pasión, que entienden que pensar es una forma de acción. Que cuestionar no es criticar por criticar, sino una forma de querer mejorar las cosas.

Y desde las aulas de toda España, seguimos alimentando ese espíritu. Seguimos animando a nuestros alumnos a no conformarse, a ser críticos, a defender valores, a mirar en su interior y a su alrededor. Porque sólo así podrán defender la importancia de cuidar en general y, en particular, cuidar aquella disciplina que nació hace más de dos mil años en la antigua Grecia y que todavía hoy, como una esencia luchadora, quiere seguir existiendo: la filosofía.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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