Chantal Maillard: “El poema es algo que murmura muy bajito”

Chantal Maillard: “El poema es algo que murmura muy bajito”

Entrevista a Chantal Maillard, filósofa, poeta, ensayista

Chantal Maillard: “El poema es algo que murmura muy bajito”

Chantal Maillard. / Wikimedia.  Autor: Martina Chenowitz

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Sin lugar a dudas, Chantal Maillard (Bruselas, 1951) es una de las mejores escritoras españolas en activo. Ha destacado en el campo de la poesía y el pensamiento; Premio Nacional de Poesía en 2004, es un honor que hoy nos dedique una parte de su tiempo para repasar su trayectoria.

 

¿Por qué y cómo mataste a Platón en el año 2004?

Hace ahora 20 años de aquel intento de asesinato. Digo intento porque parece que fue fallido. Aquel filósofo tiene una perversa tendencia a resucitar.  Y es que el problema sigue siendo el mismo que entonces: vivimos en las ideas –y en las imágenes– mucho más que en la realidad concreta. Hasta que nos toca de cerca, “la muerte” sigue siendo algo abstracto, algo que les pasa a otros. “La muerte” es un concepto, y los conceptos no existen. Lo que existe es lo que está ocurriendo: una persona que agoniza, por ejemplo, o que de repente deja de estar. Esa ausencia. Pero, cuando esto ocurre, procuramos no enterarnos, o elaboramos estrategias para defendernos de la angustia. En Matar a Platón, alguien es aplastado por un camión. Van pasando personajes, cada uno reaccionando a su manera ante el hecho. Todos somos personajes en la pieza, también lo es Usted: cada uno de los lectores u oyentes (he representado ese texto en escena en muchos lugares) y la narradora, por supuesto. Que pasemos de largo ante aquello que pensamos que no nos incumbe es lo que permite que se cometan las atrocidades de las que, no obstante, tenemos noticia.

Te doctoraste en Filosofía y te convertiste en una especialista en religiones indias en la Universidad de Benarés. ¿Cuáles son los mejores recuerdos de esa época? ¿Qué aprendiste fundamentalmente allí?

Bueno… No sé si lo de “especialista” me conviene. No es nada “especial” tener interés por ciertas cosas y tratar de profundizar en ellas. En este caso, el interés se debía principalmente a que no entendía cómo podía situarse tan drásticamente el comienzo de la “Historia de la Filosofía” (de Occidente, por supuesto) en un determinado momento del pensamiento griego. Bastó una simple frase de Parménides sacada convenientemente de contexto para que el hacer filosófico pusiese rumbo a poniente. Pero, ¿qué había habido antes? ¿Dónde estaba el eslabón perdido? Porque está claro que el pensar no nace de buenas a primeras en un momento dado. Y demasiado a menudo los inicios se marcan a posteriori, de acuerdo con lo que interesa. Y puesto que algunos presocráticos habían entrado en relación con pensadores del Norte de India, entendí que era preciso ir a buscar otros inicios en esos lugares.

“«La muerte» es un concepto, y los conceptos no existen. Lo que existe es lo que está ocurriendo”

Claro que, la forma de entender la realidad en un lugar dista mucho de cómo se la entiende en otro. Por lo que cuando se salva una frontera, se ha de hacer ligero de equipaje (y no me refiero tanto a lo que cargamos a la espalda como a lo que cargamos en la mente). Cuando se va con la mente disponible, puede intuirse, sentirse en el cuerpo más de lo que pueda aprenderse verbalmente. Aprendí de los búfalos. Esos grandes cuerpos negros desembocando en las explanadas del Ganges para sumergirse en las aguas. Sus ojos apacibles. Aprendí de su paso, su lentitud, su calma, su generosa mansedumbre. Aprendí a observar. Aprendí a estar.

Sobre tu escritura, la profesora Virginia Trueba (Universidad de Barcelona) escribió en 2022: “Conviene tener presente de todos modos que esta escritura desprograma toda lógica de los géneros; lo suyo es un trazo continuo que sostiene las variaciones mismas que la conforman (como decimos de las Variaciones Goldberg), en este caso en un tono entre lo conceptual y lo existencial, lo abstracto y lo concreto, expresión tanto del deseo de calma como de la necesidad del grito”. ¿Estás de acuerdo?

Virginia Trueba es alguien que sabe combinar a la perfección la inteligencia con la empatía, una capacidad que a menudo se echa en falta en los académicos. Así que no puedo estar más de acuerdo. En lo que respecta a la escritura, la clasificación en géneros es algo, desde mi punto de vista, bastante nocivo pues, al dirigir a los lectores hacia uno u otro sector, elimina la posibilidad de las transferencias y, por lo tanto, empobrece. Se hace en las librerías lo mismo que en medicina cuando el especialista analiza un órgano sin tener en cuenta el funcionamiento del resto del organismo. Convertir los ámbitos en cámaras estancas es perjudicial para el conocimiento. La hibridación de los saberes es, además, tan necesaria como la transgresión de los límites genéricos.

“Nadie “es” poeta o filósofo, sino que está, durante más o menos tiempo, en estado poético o filosófico”

¿Qué es para ti la poesía? ¿Y la filosofía?

En esto, después de lo dicho, va a  parecer que me contradigo. Por lo que no tendré más remedio que afinar en lo dicho. Porque ciertamente, la poesía es algo muy distinto de la filosofía. Al menos de acuerdo a cómo se ha entendido esta última en Occidente. Para empezar, la actitud para la una y para la otra es completamente distinta, opuesta incluso. El poema, para que surja, requiere una disposición de la atención y una apertura. El poeta –y entiendo por ello aquel/la que está en estado poético, pues de lo que hay que hablar es de estados: nadie “es” poeta o filósofo, sino que está, durante más o menos tiempo, en estado poético o filosófico–, el poeta, decía, no va en busca de nada, se dispone a recibir. Atiende. Por el contrario, el filósofø se afana en la búsqueda. Para ello parte de una premisa, desarrolla, y procura llegar a una conclusión. La filosofía es esforzada y el órgano que lleva a cabo la tarea es la capacidad de efectuar enlaces lógicos. No así el poema, que ha de inscribirse en el cuerpo antes que en la letra. Pero ¿no es acaso cuerpo igualmente, el intelecto?, me preguntará. Sin duda. El proceso intelectual es una activación del organismo, pero se cocina en un determinado lugar, mientras que en el poema se activa el cuerpo todo entero y, especialmente, los sentidos, que nunca quedan al margen, como en el procedimiento hipotético-deductivo, que es el propio de la filosofía (insisto: tal como se ha entendido en Occidente).

En 2020 publicaste un largo poema impactante dando voz a Medea. ¿Qué consideras más vigente de esta figura mitológica? ¿Cómo llegaste a la conclusión de que tenías que escribir una obra sobre una figura tan potente y controvertida?

No fue por conclusión, fue por necesidad. La empatía: la necesidad no sólo de comprender al otro sino de que seamos capaces de ponernos en el lugar de otro, de cualquier otro, y de padecer sus emociones es un tema que atraviesa todos mis escritos, sobre todo a partir de Matar a Platón. Puede decirse que es un leitmotiv. Y no sólo en mi obra poética, también en mis ensayos. De hecho, el libro que precede el poemario Medea lleva por título La compasión difícil, y trata de esto: de la dificultad que hallamos de empatizar con la persona cuyos actos se juzgan inadecuados, perversos, crueles o, como en este caso, “contra natura”. Es ciertamente mucho más fácil compadecer al que, según nuestros códigos, consideramos inocente, eso nos da buena conciencia. Pero lo realmente difícil es hacerlo con quien juzgamos culpable. Y este es el tema. Porque, si lo miramos bien, todos somos culpables en cuanto concebimos, todos entregamos a nuestros hijos a una muerte segura, al sufrimiento ineludible que la existencia depara, y a la inclemencia de un mundo para el que no siempre y no todos tenemos recursos.

Medea es una figura que, a efectos del indispensable decrecimiento de la población humana que este planeta requiere, podría servirnos de símbolo activo, pues, evidentemente, como dice esta Medea secular y sabia que he querido despertar en sus infiernos, “matar lo que se ama no es algo de lo que tengáis conocimiento”. De lo que se trata es de que las mujeres tomemos conciencia de que si bien podemos generar vida, también podemos negarnos a ello. Podemos dejar de procrear, para bien del planeta y de todos los seres que formamos parte de él.

“La vida no es tan sólo continuidad, también es discontinuidad, ruptura, caos, todo ello es necesario para que advenga un nuevo ordenamiento”

“La risa estética asimila aquello que para la risa ordinaria es inaceptable”; es una frase tuya de La razón estética, ensayo tuyo de 2017. ¿Podrías ampliárnoslo?

Hace ya mucho tiempo que escribí aquel capítulo en el que quise hacernos cómplices de la ingenuidad de aquella Pantera rosa, que tanta ternura me producía. No podría ahora hacerlo mejor, ni mucho menos, resumirlo en pocas líneas, así que, para contestar a tu pregunta, apuntaré tan sólo lo siguiente.

Salvo aquella que estalla por pura vitalidad (la risa de los niños cuando corren, por ejemplo), originalmente, la risa es una reacción que forma parte del sistema defensivo del organismo. La risa provoca un aumento en la producción de las endorfinas necesarias para reaccionar ante el peligro. Que algo de esto ocurre también cuando nos enfrentamos a algo inesperado o absurdo es algo que los cómicos saben muy bien. Para provocar la risa hay que presentar una situación en la que algo, de repente, no encaje y rompa la natural continuidad del relato. Lo curioso es que también podemos hallar placer en esas interrupciones. Porque la vida no es tan sólo continuidad, también es discontinuidad, ruptura, caos, todo ello es necesario para que advenga un nuevo ordenamiento. El placer tiene lugar cuando la tensión que se genera ante algo aparentemente incoherente, se libera. Esa tensión es, en realidad, la misma que se genera ante una metáfora: dos elementos dispares que se fusionan o superponen como dando a entender que son similares, cuando no lo son, o no del todo. Es el como-sí-pero-no que pone en marcha ese mecanismo metafórico. Sólo que, en lo cómico, al resolverse el absurdo, los elementos dispares no se integran, sino que, muy al contrario, lo que ocurre es que se restaura el código. Lo cómico es conservador. La risa estética, en cambio, sería la que no sólo aceptase la inadecuada integración de lo disímil, sino que con ello ampliaría los márgenes.

En un poema de Hilos (2007) te preguntabas lo siguiente: “¿Qué haremos del poema sin metáfora, / del verso despojado de su naturaleza, / de su afición al desvarío y su grandilocuencia?”. Te repito la pregunta: ¿Qué haremos con él?

Dejar a un lado la poíesis (la fabricación del artefacto) para disponer la atención y escuchar mejor. El poema es algo que murmura muy bajito, y hace falta silencio para poder oírlo. Si la mente está llena de palabras y juicios, lo que hará será proyectar afuera lo que ya sabe o cree saber. No habrá lugar para el descubrimiento.

¿Qué poesía actual te interesa?

Escasa. La de Inger Christensen tal vez la que más.

¿Cuál es tu pensador de referencia, si es que tienes?

Es una pregunta difícil de contestar. Me han interesado muchos, y bien diferentes, dependiendo de la época y del tema en el que estuviese enredada. Saltándome las casillas estancas y tirando de biblioteca, puedo recordar a Camus, Kant, Schopenhauer, Epícteto, Michaux, Pessoa, Deleuze, Nagarjuna, Watzlawick, Bateson, Laozi, Zhuangzi, Quignard, cada uno por un aspecto diferente, y entre muchos otros. Pero he de confesar que quienes más me enseñan son las hierbas, las cigarras, las montañas, esos seres de los que el titán Tifón conocía el habla.

¿En qué andas trabajando ahora mismo?

En afinar la escucha…


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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