- Literatura
- 22 de abril de 2025
- Sin Comentarios
- 17 minutos de lectura
Laura Llevadot: “La gente se «realiza» en el trabajo o eso cree”

Entrevista a Laura Llevadot, profesora titular de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona
Laura Llevadot: “La gente se «realiza» en el trabajo o eso cree”

Laura Llevadot es profesora titular de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. En 2022 publicó en Tusquets Mi herida existía antes que yo. Feminismo y crítica de la diferencia sexual. Ahora acaba de publicar Quatre mil dos-cents vint-i-set suïcidis no exemplars. Desig i melancolia en el capitalisme neoliberal (HyQ), un ensayo que muestra un extraño equilibrio entre unidad y variedad.
Empezaré preguntándote por la imagen de la portada de tu libro, que me fascina. ¿Qué es esa bestia azul e híbrida, mezcla de cuervo y perro, que cae?
Esta imagen tiene una historia. Se trata de una obra de Miriam Cahn, una artista suiza que descubrí en una exposición en el Reina Sofía de Madrid. Sus obras me impresionaron, especialmente las pinturas con imágenes de caída. Tiene varias en las que caen cuerpos humanos, algunos de ellos también animalizados. Tiene una serie con fondos azules, otros con cuerpos amarronados. Entre ellos se distinguen mujeres y también niños. Son, por un lado, desoladores. Percibes que son cuerpos vencidos por la violencia, cuerpos que han desfallecido. Pero por otra parte, existe en la idea misma de la caída al vacío, y en que el fondo sea a menudo azul, algo vinculado al agua, al mar, al flotar. Me recuerda el film Blau de Kiewslowski, que comento en el libro cuando hablo de la melancolía y el luto.
«Hay una frase de Adorno que dice que «contra el nihilismo es suficiente con el simple movimiento de cola de un perro»»
Escogí el de este perro-cuervo, y no alguno de siluetas humanas porque, sinceramente, me parecían demasiado fuertes, y también demasiado evidentes. Hay una frase de Adorno que dice que «contra el nihilismo es suficiente con el simple movimiento de cola de un perro», y es cierto, pero en este caso esto no ocurre. No sabemos si el perro se ha caído o lo han lanzado, pero sabemos seguro que no se ha echado él solo. Y que tenga pico, aunque no alas, podría hacernos pensar que en algún momento arcaico había aprendido a volar, pero lo ha olvidado. Un perro cae, probablemente por efecto de la violencia de un ser humano. Pero hay también alguien que lo ve, se entristece y lo pinta. Es Miriam Cahn, pero podría ser cualquiera. No tiene cola para mover, pero sí manos para pintar. Eso significar que el nihilismo no es todavía absoluto. Hay todavía alguien que mira, se entristece y pinta. Y esto es mucho.
Lo curioso es que cuando ya había escrito el libro y elegido la portada descubrí un texto de Rita Segato que habla de Miriam Cahn, de la violencia patriarcal que expresan sus cuadros y de los cuerpos que resisten a pesar de todo. Sin duda, una casualidad que no puede serlo. Se lo dije, y me comentó que, sin embargo, ella veía en los cuadros de Miriam Cahn una historia de resistencia. Yo no lo sé. Yo creo que la resistencia radica en mantener una mirada atenta y ser capaz de pintar lo que muchos no querrían tener que mirar y que a menudo es el efecto directo de sus acciones.
“Cuatro mil doscientos veintisiete es el número de suicidios que se contabilizaron en España el último año del que se tienen datos contrastados (2022)” (pág. 11)… Así comienza tu libro…
Sí. Pertenece a la colección de HyO que se llama Numérika y que se caracteriza por el hecho de que en los títulos de todos los libros aparece un número. Yo necesitaba escribir sobre nuestra época, sobre la melancolía y la depresión que le es característica, y también sobre el alarmante aumento del número de suicidios que estamos sufriendo. Creo que el número, aunque silencia la singularidad de cada caso, que siempre es inexorable, habla sin embargo de algo estructural, de las condiciones de vida en el capitalismo neoliberal que, para muchos, es insoportable. Éste fue el punto de partida.
¿Por qué se suicidó Mark Fisher?
Esto, evidentemente, sólo lo sabe él. Pero sabemos que sufría depresiones, y conocemos también su trabajo teórico y político. Creo que Fisher tuvo una capacidad extraordinaria para diagnosticar nuestra época, la de la entrada en la fase neoliberal, que él llamó “realismo capitalista”. La característica fundamental del «realismo capitalista» es la ideología de acuerdo con la cual no hay alternativa al capitalismo y que se resume en la frase de Jameson y Zizek, que dice que hoy «nos es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Él quiso abrir un resquicio en esa ideología que se quiere realista. Por un lado mostró que el capitalismo se está tambaleando por doquier: la explotación del planeta y la crisis climática; el malestar mental que va en aumento; la precariedad y la omnipresencia del trabajo en nuestras vidas que, lejos de reducir las horas laborables, como los antiguos sindicatos querían, hoy ocupa nuestros días y fines de semana; la burocratización estalinista de las instituciones y del mercado, que importa de la gestión empresarial la evaluación constante. Ante esto, él quiso pensar una salida que, seguramente, hubiera querido para su propia vida, pero no supo encontrarla, en todo caso no para él. Sin embargo, nos deja su trabajo para seguir pensándola.
Me impresiona que su última clase, pocos días antes de su suicidio, fuera sobre un texto de Lyotard en el que éste dice que «no hay afuera del capital». Quizá fue ese el sentimiento que le llevó a marcharse: la ausencia del afuera. La constatación de esta ausencia puede llegar a ahogar. Sin embargo, él abrió un camino que podemos seguir transitando.
«Hay ya demasiados triunfadores, escritores, políticos, artistas, que dejan cadáveres a su paso. Esto se llama patriarcado»
¿Qué diremos de Ted Hugues?
Bufff… Escritor notable. Orden del Mérito británico. Premio T.S. Eliot y no sé cuántos más. Todo un triunfador, vamos. Sólo que no puede ser casualidad que su mujer, Sylvia Plath, se suicidase, que lo hiciera también su amante, ésta con la hija de él, además, y que finalmente lo hiciera también su hijo. Dos mujeres y dos hijos, que sepamos. No se trata de cancelar, por supuesto, ni de dejar de leerlo, al contrario. Pero para transformar la realidad es necesario decir las cosas por su nombre. Hay ya demasiados triunfadores, escritores, políticos, artistas, que dejan cadáveres a su paso. Esto se llama patriarcado. La sociedad se lo ha permitido e incluso les honra. Da asco. Detrás de un gran hombre no existe una gran mujer. A menudo, detrás de un gran hombre hay una o múltiples víctimas, de las que se ha nutrido.
“La democracia es hauntológica, inhóspita, porque siempre va a asediar la política establecida que se quiere, totalitaria como es, presente y terminada”… (pág. 66) ¿Nos lo amplías?
Ésta es una idea que extraigo de Derrida. Quiere decir que la democracia, por el hecho de serlo, por considerarse a sí misma un sistema abierto a las demandas y a las críticas, estará siempre sitiada por demandas de justicia que superan y van más allá de su legalidad vigente, incluso demandas que provienen del pasado, nunca cumplidas, y otras que vienen desde el futuro. El problema es que la política parlamentaria se blinda en su constitución y su estado de derecho y se convierte, así, en totalitaria. Una democracia que no se deja transformar no es una democracia. Pero por otra parte, toda democracia, por cerrada que se quiera en su legislación, por definitiva y terminada que se pretenda, estará siempre asediada por demandas de justicia y libertad. Éste es su fantasma que no puede exorcizar. Hauntológica significa esto, que los fantasmas de la libertad la habitan, quiera o no.
En la misma página, leemos: “Atrapado en ciclos de hiperactividad maníaca y bajadas depresivas en el infierno de sí mismo, el individuo neoliberal alimenta el capital a la vez que se hunde en la miseria de una vida desprovista de sentido”…
La vida en el capitalismo neoliberal es agotadora. Ya no se trata de vender tu fuerza de trabajo durante unas horas, sino de que hagas de tu vida tu capital, que debes estar invirtiendo constantemente. Desde el momento en que nos hemos vendido los servicios públicos al capital (sanidad, educación, jubilaciones, etc.), el individuo debe procurarse todo lo que antes el estado le proporcionaba y para ello debe estar siempre en activo. No sólo trabajando en su trabajo sino también en las redes sociales donde debe mostrar que es un trabajador feliz, preparado y exitoso, porque nunca sabes de dónde te puede venir el trabajo.
«Las depresiones, la angustia, el malestar mental, son el efecto inmediato de una vida que ya no vive porque se ha confundido con la productividad»
También debes generar tu capital erótico, que forma parte de lo que vendes al mercado para validarte como individuo exitoso. Y cuando lo haces, alimentas al capital cibernético con tus datos. Que todo esto da asco lo sabe cualquiera. Y que no tiene nada que ver con quién eres, con cómo te sientes de verdad, hace que te hundas en tu propio infierno. Las depresiones, la angustia, el malestar mental son el efecto inmediato de una vida que ya no vive porque se ha confundido con la productividad.
“¿El deseo es el carburante del capital” (pág. 57)?
La cuestión se por qué hemos aceptado este modo de vida. Lyotard y Baudrillard fueron los primeros en analizar el vínculo entre el capital y el deseo. Luego, Nick Land, con quien Fisher colaboró en el CCRU, entendió que el fracaso de las izquierdas provenía de no haber entendido cómo el capitalismo era capaz de excitar el deseo de los individuos. En realidad, Marcuse pensaba que el deseo siempre excedería el trabajo. La realidad neoliberal ha mostrado lo contrario, ha desmentido la tesis de Marcuse. La gente se «realiza» en el trabajo o eso cree, aunque sea al precio de la ansiedad, la angustia y la depresión que les asedia día a día. El capitalismo neoliberal ha triunfado sobre el pensamiento de izquierdas, pese a todo el ciclo de luchas de los 70, porque el deseo es mucho más sexy que la justicia. Es así de triste.
«Somos una cultura de eyaculación precoz», dices que decía Baudrillard…
Exacto. La descarga está a la orden del día. Deseamos y descargamos.
¿Qué es “deseo neoliberal” y qué es “deseo postcapitalista”?
Hay análisis que dicen que el capitalismo ha capturado el deseo. Amador Fernández-Savater recoge algunos en su libro «Capitalismo libidinal» (NED). La tesis de mi libro es otra. No es que el neoliberalismo haya triunfado porque supo capturar el deseo de los individuos, como si el deseo fuera una categoría ahistórica y trascendental. Es que el deseo es el dispositivo de captura. Creo, siguiendo a Foucault, que a partir del s. XIX emergió el «sujeto de deseo». Es decir, el hecho de que nos entendamos a nosotros mismos, esencialmente, como individuos deseantes, algo que no ocurría antes y que sólo fue posible con la aparición del dispositivo de la sexualidad. El deseo neoliberal, el hecho de que el capitalismo funcione nutriéndose de nuestro deseo, por ejemplo con la pornografía, pero no sólo, también con el trabajo, ha sido posible porque hemos creído que nuestra esencia antropológica era desear. Por eso la melancolía y la depresión, que implican la ausencia de deseo y el desinterés por la productividad, son hoy la verdad del discurso oficial.
«La melancolía y la depresión, que implican la ausencia de deseo y el desinterés por la productividad, son hoy la verdad del discurso oficial»
El deseo post-capitalista, que es un término de Fisher, es del deseo de salir de esta trampa, de ese sistema que se alimenta de nuestro deseo de reconocimiento, de validación, de realización. Pero precisamente por eso, mi tesis es que el postcapitalismo no puede ser deseante. Requiere una crítica del deseo en sí mismo. Si alguna vez llegamos a salir del capitalismo será porque habremos detenido de una vez ese deseo de desear que no lleva a ninguna parte.
“Ningún enfado ni precariedad laboral, sólo éxito y trabajo” (pág. 88)…
Hago una comparación entre el tema «Candy» de Rosalía y «Archangel» de Burial. Ambos son buenos temas, pero donde Burial optaba por el anonimato, los sonidos crepitantes, la atmósfera espectral, la materialidad de la grabación, Rosalía nos proporciona un tema lleno y luminoso acompañado de todos los reels donde muestra su éxito personal, y estos reels son también trabajo. Rosalia trabaja 24/7, dice que «no bebe, no fuma, no consume y lo presume». Sea verdad o no, es el modelo de éxito del individuo neoliberal, que ya nada tiene que ver con la posición contracultural del dubstep de Burial. Sin embargo, que conste, yo apuesto por el cambio hacia el mundo latino que ha hecho la música urbana. Creo que es una buena patada al presuntuoso etnocentrismo europeo y anglosajón, sólo que hay que ver cuál es su capacidad subversiva. Por eso, en el libro, me decanto, por Yung Beef, puesto que me parece más coherente.
“En el dispositivo de la burocracia neoliberal nos hemos vuelto así de cretinos” (pág. 47). ¿Qué hacer? ¿Hay esperanza? ¿Cómo recobramos el futuro y el derecho a la pérdida?
Si hemos aceptado el aumento exponencial del meta-trabajo, es decir, de todas aquellas tareas burocráticas que consisten en generar informes, evaluaciones, autoevaluaciones, memorias, protocolos… en lugar de trabajar, es porque en este tipo de producción de datos obtenemos validación. Deseamos ser evaluados, y esto es de cretinos. En los trabajos se funciona como en las redes sociales, los likes no son diferentes de las evaluaciones positivas o de la consecución de objetivos en las empresas. A mucha gente le gusta quejarse del exceso de trabajo porque genera empatía, pero en el fondo les encanta ser el empleado del mes y que los «datos objetivos» hablen por ellos. Así es como se satisface el deseo, pero sólo para empezar de nuevo el mes siguiente. Algunos parecen salidos de escuelas de monjas que premiaban a los muchachos disciplinados. Pero esto creo que el neoliberalismo se ha construido sobre este sujeto disciplinado y deseando que ahora haya encontrado el modo de ser validado.
“No hace falta pensar en el futuro para saber que no quieres la dominación ni la tristeza que asola nuestras vidas”
¿Hay esperanza? Sinceramente, no me gusta esta palabra. Es terriblemente cristiana y arrastra con ella la posibilidad de la desesperación. Sólo desesperan los esperanzados. Creo que puede vivirse sin esperanza. Y también sin futuro. No hace falta imaginar un futuro mejor para actuar en función de criterios como la justicia, el anti-autoritarismo o el anti-fascismo. No hace falta pensar en el futuro para saber que no quieres la dominación ni la tristeza que asola nuestras vidas. Creo que lo que se ha perdido es justamente eso: el combate contra un modo de vida que nos ahoga y que no deja lugar a la experiencia de la pérdida, que te obliga, sí o sí, a seguir deseando.
¿Cómo podemos dejar de ser cretinos?
No tengo fórmulas, pero creo que el primer paso es darse cuenta del tipo de mundo en el que vivimos y cómo hemos llegado hasta aquí. Dejar de ser un individuo neoliberal, obsesionado por los likes, los objetivos, el éxito profesional, el éxito erótico… dejar de capitalizar nuestras relaciones, de entender todo lo que hacemos en términos de beneficio, sin mirar a los cadáveres que vamos dejando atrás, sería el primer paso. Pero también será necesario algún tipo de acción colectiva capaz de decir basta al modo de vida hiperacelerado, y a la vez, al que nos empuja el capital.
Fuente: educational EVIDENCE
Derechos: Creative Commons