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  • 11 de junio de 2024
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Lo absurdo del humanismo tecnológico

Lo absurdo del humanismo tecnológico

Lo absurdo del humanismo tecnológico

Somos sin duda una especie simbólica, hasta sus últimas consecuencias (Deacon, 1997). Y también tecnológica, no lo olvidemos

Imagen generada mediante IA

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Antoni Hernández-Fernández

 

La tecnología nos hace humanos y la didáctica de la técnica arraiga en nuestros orígenes ancestrales: es absurdo plantear un tecnohumanismo, como si la tecnología fuera algo ajeno a lo humano.

Uno de los primeros objetivos que tengo en mente en la formación del profesorado de tecnología es que los futuros docentes se den cuenta de la relevancia de su misión. A pesar del arrinconamiento de las materias de tecnología en la legislación y en los currículos, un hecho contradictorio dada la presión mediática y social para la mejora de la educación tecnológica, a menudo los docentes no son conscientes de que, aunque la tecnología quizás entró por accidente en la enseñanza secundaria (como una forma de incorporar la extinta FP1), es uno de los saberes y de los rasgos fundamentales de nuestra especie.

Ahora se dan absurdos lomloístas como rebautizar la materia de tecnología de secundaria como «Tecnología y digitalización»: ¿a alguien se le ocurriría bautizar a la materia de matemáticas como «Matemáticas y aritmética», o a química como «Química y formulación»? Hay un maquillaje brutal y una rebaja generalizada del conocimiento tecnológico que se necesita cursar en la enseñanza obligatoria (ver, para una revisión, Hernández-Fernández, 2022).

Todos, excepto en caso de enfermedad o disfunción genética o accidental, tenemos un cerebro preparado para el lenguaje y para hacer frente a la interacción con el mundo a través de la técnica (Bruner et al., 2023). Está claro que existe un proceso de aprendizaje, fundamental, tanto en el contexto familiar en nuestra tierna infancia, como posteriormente en la educación reglada, así como la no reglada. Sin embargo, la evolución nos ha llevado a donde estamos y la dotación genética -con excepciones, como decíamos- nos facilita la adquisición de las competencias lingüísticas, de pensamiento y de manipulación técnicas.

Nuestros antepasados, como el Homo Habilis, desarrollaron la técnica hace más de tres millones de años. Junto al lenguaje y otros rasgos anatómicos, la técnica se considera un elemento crucial, definitorio de nuestra especie. La técnica nos hace humanos: llamamos así “Homo” a los antepasados ​​evolutivos que poseían tecnología. Sin embargo, puede que otros homininos, anteriores a Homo Habilis, crearan también útiles, hace más de tres millones de años. Si se tratara de Australophitecus Afarensis, ¿deberíamos pasar a denominar a esta especie “Homo Afarensis”? (Hernández-Fernández, 2024)

La enseñanza de la técnica, y por tanto la didáctica de la tecnología, se remonta a nuestros orígenes ancestrales. De hecho, ¡la transmisión cultural material, con elementos ajenos a nuestro organismo, empezó con la didáctica de la técnica! La cadena de la enseñanza de la técnica arraiga así, de forma profunda, en la tradición oral de nuestra Humanidad, en el bifaz, en la chimenea. Hay que luchar contra el falso tópico, por desgracia muy extendido en la sociedad, que la tecnología nos deshumaniza, o que es necesario humanizar la tecnología (Diéguez, 2020; Hernández-Fernández, 2024).

Y es entonces cuando los docentes pueden verse sumergidos en un mundo de neolengua orwelliana, cuando la sociedad reclama “el humanismo tecnológico”, o se nos reclama hacer una tecnología “más humana”. Alerta, docentes. Como se ha dicho en otros lugares, al respecto de que “la tecnología nos deshumaniza” (Carbonell y Sala, 2002; Hernández-Fernández, 2024), si el tópico hace referencia a los usos tecnológicos que nos enajenan, que perjudican o nos alejan del resto de congéneres, de nuevo son las conductas humanas las responsables. El lenguaje o la educación también podrían deshumanizarnos, en este sentido, pero nadie plantea absurdos como que es necesario “humanizar el lenguaje” o “humanizar la educación”. Pero todo llega. Si se refieren a los objetos o artefactos, fruto de la tecnología, éstos son plenamente humanos, o de origen humano, gusten o no las consecuencias de sus usos (buenos o malos). Lo mismo podemos decir del lenguaje o de la educación.

Y más allá de las herramientas funcionales, de los múltiples utensilios líticos prehistóricos (Calvo Trías, 2002), cabe recordar que en un período más reciente de nuestra evolución, Homo Sapiens dio el salto a la creación de objetos “in-útiles” . Lo inútil, aquello sin una función técnica, el artefacto meramente estético, quizá místico, creativo, cargado de significado y simbolismo pero alejado de la resolución de problemas inmediatos como la obtención de alimento o refugio, surgió probablemente hace algo más de 250.000 años, época en que se datan algunas figuritas antropomórficas como la Venus de Tan Tan o Berekhat Ram, precursoras del origen del arte y del simbolismo (Balter, 2009).

Aunque algunos investigadores plantean controversias sobre estas piezas, descubrimientos posteriores como el desarrollo y uso de pigmentos de ocre hace unos 100000 años en las cuevas sudafricanas de Blombos (Henshilwood et al., 2011), o la manufactura de collares de conchas en el mismo yacimiento (Errico et al., 2005), ya son innegables evidencias del desarrollo de una cultura estética de base técnica: el ser humano pinta y se pinta, adorna y se adorna. La emergencia ancestral del vestido imbricó la técnica en las sociedades humanas, en la cultura de la imagen y tal vez generó la jerarquía social: ¿destacaban así las pieles de los cazadores o las ingentes cantidades de conchas de los recolectores, en las ropas de esos antepasados? ¿Influían en la selección sexual? Probablemente sí. ¿Lo hizo la música, cuando empezaron a aparecer los primeros instrumentos musicales, objetos que externalizaron nuestras capacidades melódicas (Wallin et al., 2001)?

Somos sin duda una especie simbólica, hasta sus últimas consecuencias (Deacon, 1997). Y también tecnológica, no lo olvidemos. Toda educación tiene a la tecnología como intermediaria, excepto si nos limitamos a la oralidad o expresión corporal, meramente biológica (¿sin ropa en clase?), y abandonamos la escritura, los libros, los ordenadores, internet y todas las tecnologías que, quizás por omnipresentes, a menudo nos parecen invisibles. ¿Cómo la enseñanza tecnológica?

 


Referencias:

Balter, M. (2009). On the origin of art and symbolism. Science, 323(5915), 709-711.

Bruner, E., Battaglia-Mayer, A., & Caminiti, R. (2023). The parietal lobe evolution and the emergence of material culture in the human genus. Brain Structure and Function, 228(1), 145-167.

Calvo Trías, M. (2002). Útiles líticos prehistóricos. Forma, función y uso. Barcelona: Ariel.

Carbonell, E. i Sala, R. (2002). Encara no som humans. Barcelona: Empúries.

d’Errico, F., Henshilwood, C., Vanhaeren, M., & Van Niekerk, K. (2005). Nassarius kraussianus shell beads from Blombos Cave: evidence for symbolic behaviour in the Middle Stone Age. Journal of Human Evolution, 48(1), 3-24.

Deacon, T. W. (1997). The symbolic species: The co-evolution of language and the brain. New York: WW Norton & Company.

Diéguez, A. (2020). Tres tópicos sobre la tecnología  que conviene revisar. The Conversation, 10 de juny de 2020. Disponible [darrera consulta 29-10-2023]: https://theconversation.com/tres-topicos-sobre-la-tecnologia-que-conviene-revisar-140368

Henshilwood, C.S. et al. (2011). A 100,000-year-old ochre-processing workshop at Blombos Cave, South Africa. Science, 334(6053), 219-222.

Hernández-Fernández, A. (2022). La ignorancia tecnológica. En Navarra, A. y Rabadà, D.(eds) (2022): La educación cancelada. Palma de Mallorca: Editorial Sloper. pp. 59-81.

Hernández-Fernández, A. (2024). Didàctica de la tecnologia. Barcelona: Edicions UOC.

Wallin, N. L., Merker, B., & Brown, S. (Eds.). (2001). The origins of music. Cambridge, MA: MIT Press.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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