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  • 12 de noviembre de 2025
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El destierro tecnológico

El destierro tecnológico

Foto:  Alexandra_Koch en Pixabay

 

O de los males de apantallarse y apartar las tecnologías del aula

Licencia Creative Commons

 

Antoni Hernández-Fernández

 

Saben los que me conocen que no tengo problema en debatir, siempre que sea de forma respetuosa.  También, y en especial, sobre todo, con los que están en mis antípodas ideológicas, en el nadir de lo que creo son cimientos de mi pensamiento científico. Aquello que pienso son creencias, verdaderas, justificadas. Porque, siguiendo los métodos de las ciencias y el pensamiento crítico, mis propios conocimientos deben estar en continua revisión. Va lo que sigue con esa intención constructiva.

Defiendo así abiertamente el libro de texto (y el lápiz y el papel), a la par que las tecnologías digitales; comprendo, aunque no comparta -he debatido mucho con ellos- a los que, como por ejemplo el Dr. Francisco Villar (máxime en su caso empatizando con su cotidianidad, lo que vive en la clínica), erradicarían las pantallas de las aulas, e incluso las aulas de informática, como mecanismo preventivo de los males digitales de nuestro tiempo: muerto el perro, se acabó la rabia.

Porque son muchos los que no creen en la educación tecnológica, en “educar en el buen uso” de la tecnología. Probablemente porque, en demasiados contextos, se ha hecho muy mal o, directamente, no se ha pertrechado a los jóvenes con herramientas suficientes para afrontar su realidad tecnológica cotidiana. No es fácil hacerlo, dado el arrinconamiento y marginación de las materias de tecnología en la secundaria, y su transparencia en la primaria (Hernández-Fernández, 2022). Piensen en cómo sería mejorar la ortografía o la comprensión lectora de los estudiantes eliminando la obligatoriedad de las materias de lengua. A menudo se argumenta que todo docente debe ser profesor de lengua. Pero sin una materia específica, el uno por el otro, la casa sin barrer. Así sucede con la tecnología, por más competencias digitales docentes que se generalicen entre el profesorado, por imperativo legal.

El evitar las tecnologías en clase es abandonar a los jóvenes a su suerte. La misma APA ha llamado a los psicólogos a liderar procesos de integración responsable de la IA en la educación, guiando la toma de decisiones con criterios éticos y científicos. Si no tratar la sexualidad en las aulas, ni en los hogares, puede dejar en manos del porno la educación sexual, no hablar ni trabajar problemáticas como el ciberacoso, las diversas adicciones digitales, el control social tecnológicamente mediado, la netiqueta o los derechos y deberes de la ciudadanía en Internet, facilita que sean los embaucadores, influencers charlatanes e incluso bots generadores de bulos (fakes y deep fakes), los que domeñen las voluntades más frágiles, gracias entre otros motivos a una IA cada vez más capaz de engañarnos.

Por otra parte, hemos entregado a toda una generación al experimento social del enganche digital, a sucumbir a los mecanismos de recompensa de las redes sociales, al síndrome del cuello arqueado al celular. Los adultos no se libran, por cierto. Pero, por efecto péndulo, en aras de mantener las escuelas como entornos (digitales) seguros -algo crucial, no me malinterpreten, la escuela siempre debería ser un santuario-, ahora, por miedo o por ignorancia, se está renunciando a una imprescindible educación tecnológica.

¿Se puede educar con la pantalla del portátil bajada o con lápiz y papel? Sí. Mucho. Pero las simulaciones tecnológicas tienen sus límites. Pilotar un avión no es lo mismo que jugar en el simulador. Aunque, abundando en el símil, va muy bien tener muchas horas de simulador antes de ponerse a los mandos de un jet. La Escuela debería ser ese entorno controlado en el que pasan cosas. En el que se  enseña y aprende tecnología, y con tecnología. Sucesos premeditados, actividades que ayuden a los estudiantes a aprender y a madurar. A ser ciudadanos tecnológicamente responsables.

Vivimos una polarización lesiva en la formación de nuestros jóvenes en lo referente a su educación tecnológica. Me alineo, sí, contra el pedagogismo digital, contra la necedad impositiva de la pantalla o de la IA sustitutiva del razonamiento humano. Pero creo, por otra parte, que es muy poco realista el apantallarse a las pantallas, el pretender que el aislamiento digital en los institutos va a solventar una miríada de problemas que están ahí, fuera de las aulas y de los muros del centro educativo, esperando.

Evitar discutir y trabajar esos problemas no hace que desaparezcan. Y se debe trabajar desde la acción tutorial, pero también desde el conocimiento técnico. Prohibir los móviles en los institutos ayuda a la convivencia cotidiana y facilita la tarea focaultiana de los docentes, al tener estos que vigilar y castigar menos. Está por ver si evitará estadísticamente malas conductas fuera de clase, cuando se recupera el poder, el dispositivo.

La competencia digital docente no debería quedar relegada a una acreditación, a un documento que certifica un cursillo superado en el que quizá se demostró que se sabe mandar un correo electrónico, trabajar en la nube o escribir una orden a la IA. La auténtica competencia digital docente implica que, entre otras cosas, cada uno desde su materia, se sabe y se es capaz de enseñar al alumnado a (sobre)vivir en la jungla digital, y a entender sus costuras (Lara y Magro, 2025). También, por supuesto, a utilizar los programas informáticos de la propia especialidad.

Aunque esto último, ya les avanzo, es menos importante que forjar seres pensantes preparados para el ineludible mundo digital. Desde el arte y la ciencia de la didáctica. Más que satanizar las pantallas se debe reflexionar sobre qué se hace con ellas. Porque, fíjense, quizá ahora estén arqueando su cuello mirando una, leyendo estas líneas. Black mirror.


Referencias:

Focault, M. (1976). Vigilar y castigar. México: Siglo XXI Editores.

Hernández-Fernández, A. (2022). La ignorancia tecnológica. En: (Navarra y Rabadà, eds.) La educación cancelada. Palma de Mallorca: Sloper, 2022, p. 59-81. https://futur.upc.edu/34187794

Lara, T. y Magro, C. (2025). IA y educación. Una relación con costuras. Madrid: Trama Editorial. Biblioteca Digital Journey.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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