Un apunte sobre Hannah Arendt y la responsabilidad colectiva

Un apunte sobre Hannah Arendt y la responsabilidad colectiva

Un apunte sobre Hannah Arendt y la responsabilidad colectiva

Arendt explica que, en su juventud, ningún profesor estaba interesado en ninguna clase de entrenamiento moral

Hannah Arendt. / Imagen: Flickr. Autor: Levan Ramishvili

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Quienes pensamos que las reformas educativas competenciales son un ataque de clase, es decir, un dispositivo de dominio burocrático y control social del que se ha valido el emocapitalismo para acabar de desmantelar la democracia social, es decir, que son un entramado inmoral y, en último término, un crimen abstracto, una especie de asesinato indirecto a través de la supresión de miles de futuros personales, tenemos a enfrentarnos al problema de quién es el responsable de todo este desmoche.

En un texto de 1964, “Responsabilidad personal bajo una dictadura”, Hannah Arendt tuvo que salir al rescate de sus escritos sobre el asesino nazi Eichmann para defenderse de toda clase de fake news que propagaban sobre su libro pseudomoralistas y periodistuchos que no la habían leído. Las hipótesis que maneja Arendt sobre el horror desatado entre 1933 y 1945 son básicamente tres. Si se aceptaba que la culpable era la nación alemana, surgía un problema: los inocentes o los menos implicados reconocían su culpa, una culpa fantasmal, pero los asesinos se iban de rositas; la segunda hipótesis: sólo Hitler y su círculo más cercano eran culpables, puesto que el resto de cuadros y la ciudadanía “sólo obedecían órdenes” o intentaban sobrevivir; en tercer lugar, Arendt afirma que ha de existir un espacio para el esfuerzo moral personal, una disciplina racional o del juicio que nos impida sumarnos a las orgías del mal; en este caso, Eichmann tuvo alternativas y podía haber obrado de una forma distinta a como lo hizo.

Es evidente que Arendt examinaba un tema que colindaba con el horror final. A nuestra época le ha tocado volver a convivir con el horror extremo e inexplicable: la masacre de Bucha no es precisamente lejana, y los ataques y bombardeos que protagonizan Hamas y el gobierno israelí nos recuerdan que no estamos a salvo de las ideas de destrucción frenética, venganza y genocidio que presidieron la primera mitad del siglo XX. Si volvemos a la cuestión que nos ocupaba (¿Quién ordena o quién desencadena la refeudalización masiva de Europa, y quién convierte en una ideología obligatoria e indiscutida al Solucionismo Digital?) podemos darnos cuenta de que la destrucción de los sistemas educativos occidentales y el renacimiento de los dispositivos que invitan a la agresión están relacionados.

También lo apunta Arendt; explica que, en su juventud, ningún profesor estaba interesado en ninguna clase de entrenamiento moral: cierta inercia garantizaba que el patriotismo y la pulsión de muerte eran cosas aceptables por sí mismas. Algo así está ocurriendo en nuestro país y los de su entorno: un proceso previo al estallido de la violencia simbólica y la agresividad política es el abandono de nuestros deberes públicos para con nuestra juventud.

Yo también pienso que algunos cuadros políticos son responsables de este proceso criminal de degradación de los servicios públicos. No podemos quedarnos en expresiones vacías que conducen a la inacción y la aceptación de una inercia que conduce al apartamiento de toda ética, al autocolonialismo. Expresiones como: “Todos somos responsables” o “La culpa es de Europa”, o la más infame de todas: “El Futuro ya está aquí” son sintomáticas de un estado civil conformista hasta la náusea y ciertamente peligroso. El Realismo Capitalista se ha degradado bajo la forma del Solucionismo Digital, sustituto fraudulento del Estado del Bienestar, y ante ellos hay que volver a pensar con autonomía, hay que desactivar el hiperpartidismo para impedir el triunfo de una deseducación que pueda hacer posible de nuevo cualquier pesadilla social implantada por dejadez y falta de reflexión.

Todos sabemos de dónde proceden las reformas competenciales: de los estertores del macarthysmo, de la confusión entre progresismo y burocratismo neoliberal, y de las reuniones de Lisboa del año 2000. Sabemos que rescatan formas ocultas de determinismo social y conductismo pedagogista. Pero, ¿quiénes tuvieron alternativas y prefirieron mirar hacia otro lado? ¿Quiénes niegan las situaciones reales que se experimentan en las aulas y siguen impulsando propagandas libidinales inmorales? La política que se ha convertido únicamente en una promoción de sí misma prefigura un futuro cercano antidemocrático. Todas estas confusiones y prestidigitaciones las pagarán nuestros alumnos en forma de futuros cancelados y salud mental destruida por el precariado, si no señalamos a los responsables y construimos una alternativa educativa neohumana como primer paso para redefinir nuestras culturas laborales. Un primer paso ineludible pasaría por habilitar espacios libres del consumo adictivo, en el interior de las escuelas. El sistema educativo debería convertirse en un santuario inicial donde las relaciones propias de la empresa y la capitalización de la mente y el cuerpo reducidos a datos no se produjera. Un lugar de desconexión para la reconexión con los hábitos reflexivos. La escuela entendida como fuerza de biopoder estandarizador no debería eternizarse entre nosotros, porque es fuente de ansiedades, frustraciones y aislamiento individual patológico. Está diseñada para someter a través de la degradación de la salud mental.

Estamos diseñando con complicidad pasmosa una escuela que se anuncia como solución libertaria y anarcocapitalista, pero que no será más que una cárcel recreativa, fuertemente burocratizada y tecnovigilada, un depositorio de seres humanos estandarizados a la fuerza, una Zona aparte fuera del espectro de las cámaras, dedicado al exilio de la cultura letrada, inaceptable desde cualquier punto de vista sensato.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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