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  • 29 de septiembre de 2024
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Miguel Servet

Miguel Servet

SUCEDIÓ…

El 29 de septiembre de 1509

Nacía Miguel Servet

Teólogo, médico y científico

Christoffel van Sichem, Retrato de Miguel Servet, buril. Inscripción; Michael Servetus Hispanus de Aragonia. Firmado CVSichem fecit – Wikimedia

Licencia Creative Commons

 

Xavier Massó

 

El 29 de septiembre de 1509 nacía en Villanueva de Sigena (Huesca, Aragón, España) Miguel Servet, teólogo, médico y científico. Fue el descubridor de la circulación menor de la sangre y el primero que propuso que recorría el organismo a través de un sistema circulatorio. De posiciones religiosas heréticas, tanto para católicos como para protestantes, fue quemado vivo en Ginebra por orden de Calvino.

Generalmente se tiende a creer que los quemadores de brujas, judíos y herejes fueron los católicos con sus inquisiciones, sus autos de fe y sus hogueras. Y si bien es cierto que se dedicaron con auténtico fervor a estos menesteres, no lo es menos que los protestantes –anglicanos, luteranos, calvinistas…- no les fueron a la zaga, llegando incluso a superarlos ampliamente en muchas ocasiones, tanto en calidad como en cantidad. Miguel Servet es un triste y claro ejemplo de ello.

Servet fue un típico personaje renacentista, acaso en su versión algo atrabiliaria, como lo será también otro ilustre mártir laico, el italiano Giordano Bruno, con el que guarda ciertas semejanzas actitudinales. Erudito típico de su época, de espíritu crítico y heterodoxo, algo excéntrico y seguramente también ingenuo, pero erudito al cabo. Su padre era el notario de Sigena y su madre provenía de una familia judía conversa. Destacó pronto en sus estudios y fue pupilo de fray Juan de Quintana, que llegó a ser confesor de Carlos I. Tras estudiar Derecho en Toulouse, acompañó a Quintana por Europa viajando en el séquito real y asistiendo a la coronación de Carlos I como emperador Carlos V en Bolonia el año 1530.

Se interesó por el protestantismo, a la vez que entraba frecuentemente en polémica con sus líderes teológicos. Negaba la Trinidad, considerando que Jesucristo era un hombre, pero admitiendo que María había sido fecundada por el logos divino. Y entendía que el Espíritu Santo era la forma de manifestarse de Dios a los hombres. Posteriormente, fue inclinándose hacia una suerte de panteísmo algo sincrético, que irritaba por igual a católicos que a protestantes. Mal asunto…

Tras completar su obra ‘De los errores acerca de la Trinidad, no se le ocurrió otra cosa que enviarle una copia al obispo de Zaragoza, quien quedó horrorizado y lo puso en conocimiento de la Inquisición. Servet se encontraba entonces en Francia, razón por la cual empezó a ser buscado por los inquisidores franceses. Adoptó entonces el nombre francés de Michel de Villeneuve y consiguió pasar desapercibido. En 1537 se trasladó a París para estudiar Medicina en la Sorbona.

Mantuvo correspondencia con Calvino, al cual envió una copia de su tratado ‘Restitución del Cristianismo’, una obra en la cual, aunque centrada en polémicas teológicas, se exponía por primera vez la circulación menor de la sangre, del corazón a los pulmones y de los pulmones al corazón. Es posible que no fuera consciente de la trascendental importancia de su descubrimiento. Para Servet, esto era también teología, pues la sangre era la transportadora del alma. Sí fue plenamente consciente de tal importancia, para desgracia de Servet, Calvino, que lo consideró una herejía monstruosa. Para reconvertirlo, Calvino le envió un ejemplar de su ‘Institución de la Religión Cristiana’. Servet anotó en los márgenes de las páginas –como era usual en aquella época- las observaciones y correcciones que consideró oportunas y se lo devolvió. Un error fatal: Calvino se lo tomó muy mal y le escribió advirtiéndole que si se le ocurría acercarse por Ginebra, ciudad en la que había instituido su propia república teocrática, lo iba a pasar mal.

La Restitución del Cristianismo’, publicado anónimamente en Francia en 1553, causó un gran revuelo, siendo considerado un libro impío. Y alguien vio entonces la oportunidad de destruir definitivamente a Servet/Villeneuve. Una misteriosa carta anónima remitida desde Ginebra, con toda probabilidad escrita por el propio Calvino, llegó a manos del inquisidor de Lyon. En ella se le revelaba al Santo Oficio que el anónimo autor de la ‘Restitutio…’ era el médico y hereje Michel de Villeneuve, falso nombre del conocido hereje el aragonés Miguel Servet. Fue detenido, encerrado y condenado a muerte. Pero consiguió fugarse de la cárcel, razón por la cual sólo pudo ser quemado en efigie… de momento.

Buscado en el orbe católico, acaso pensó Servet que Calvino habría olvidado su amenaza y se dirigió a Ginebra. Se ignora si con la intención de refugiarse allí o en tránsito hacia Italia. Una vez en Ginebra, Calvino lo reconoció entre los asistentes a un sermón y lo hizo detener. Fue torturado y juzgado por herejía, esta vez bajo el patrocinio calvinista. Servet se defendió arguyendo que el auténtico hereje era Calvino, lo cual empeoró si cabe aún más su situación. A Calvino no le interesaba para nada el debate, lo suyo eran los dogmas. Fue quemado vivo en la hoguera el 23 de octubre de 1553.

Solo una voz se alzó en defensa de Servet. Un dignísimo humanista, Sebastián Castellio, defensor a ultranza de la libertad de conciencia y de expresión. Se atrevió a calificar de asesinato la condena de Servet y mantuvo un  debate con Calvino que es un auténtico alegato a la libertad de expresión y contra la intolerancia y la tiranía. Se libró de la hoguera porque se refugió en Berna y murió antes de que Calvino consiguiera cazarlo; en palabras de Stefan Zweig: “Arrebatado por la bondad divina de las garras de sus adversarios”. Servet no tuvo esta suerte. A ambos, a Servet y a Castellio, nuestro homenaje de hoy.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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