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  • 20 de mayo de 2024
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La izquierda no es woke

La izquierda no es woke

La izquierda no es woke

Este libro es de lectura obligada para todo aquél que se sienta de izquierdas, sinceramente de izquierdas

Editorial Debate

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

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Susan Neiman: Refrescar la izquierda

Hay libros que, cuando los ves en las mesas de novedades, te dicen “tómame” y ya no hay nada que hacer. En este caso, encontré una torre de 25 ejemplares de Izquierda no es woke de Susan Neiman (Debate) en el FNAC. Inmediatamente supe que se trataba de algo muy relevante y el ensayo no me defraudó.

La propuesta de Neiman tiene puntos de contacto con las filosofías de Markus Gabriel y Marina Garcés: hay que retomar camino de la Ilustración antes de que sea demasiado tarde y el lodazal político nos nuble la vista. Pero, ¿qué significa “volver a la Ilustración” más allá del eslógan, más allá del apóstrofe retórico? En primer lugar, significa reconocer que no podemos resignarnos a que la totalidad de la vida humana exista sometida a imperativos irracionalistas y a lógicas de poder. Si no depositamos esperanzas en nuestra capacidad adulta para analizar y buscar soluciones basadas en la interacción colectiva, no estaremos en la senda de Hume, Kant o Morelly. En segundo lugar, necesitamos recuperar inmediatamente la noción de “universalismo”. El universalismo no es la reducción a una razón imperialista de todos los modos de vivir, sino todo lo contrario: el reconocimiento militante de que todos los modos de vivir merecen respeto y fomento, excepto los irracionalistas. La razón democrática puede ser abusiva e incorrecta, pero es corregible y perfectible; la sinrazón es siempre autoritaria, personalista, deprimente y premia el salvajismo del más violento.

Los que más temen ser señalados con el concepto “woke” se lanzan contra sus acusadores esgrimiendo el argumento de que esa palabra empezaron a utilizarla elementos de extrema derecha para desactivar a activistas de izquierda. Susan Neiman demuestra que eso es falso, que la palabra procede de los años treinta, y que era un elogio que se dedicaba a personas distinguidas por su antirracismo.

La segunda cosa interesantísima que hace Susan Neiman, directora del Foro Einstein de Potsdam, es zambullirse en la filosofía del wokismo para intentar comprender de dónde procede esa gesticulación histérica e irracionalista que ha arrasado la izquierda materialista de Occidente. Y halla esas fuentes en la filosofía de Michel Foucault. Lo primero que deja claro Neiman es que Foucault no era un autor progresista; más bien parece que era un pensador totalmente contrario a las nociones de progreso y universalismo. Las pruebas que aduce son incontrovertibles.

En los libros de Foucault, si algo queda claro es que de todo discurso público emana una fuente de poder. Y éste fue su descubrimiento fundamental: el poder nos rodea y nos moldea, y sólo podemos responder con poder a las agresiones del poder. Hasta aquí, ninguna objeción. Ahora bien, si absolutamente todo lo que pensamos, decimos y transmitimos es poder, ¿no hay ningún modo de mitigar ese poder, o de basarnos en otro tipo de actitudes más racionales y solidarias? Si es realmente imposible organizarnos según unos parámetros éticos universalizables, lo mejor es que abandonemos toda esperanza y renunciemos a intentar saber, a intentar enseñar y a intentar perfeccionar nuestros marcos de convivencia. Esta conclusión terriblemente pesimista es la que mejor encaja con nuestros gobernantes y dirigentes más cínicos e irresponsables, que precisamente son los más optimistas. Donde nada vale nada, vale todo, y así los vemos, a ellos, nuestros dirigentes electos, chapotear en sus lodazales lamentables, sin que nadie les exija explicaciones, sin que nadie rinda cuentas de su hipocresía y su cinismo. Es su hora paradisiaca: si nos arrancan nuestros instrumentos de análisis social, la victoria del caos extractivo es segura.

Y llegamos al momento clave, el meollo del libro: el análisis de las fuentes de Foucault y de su crítica radical a la Ilustración y el mundo liberal, que proceden de Martin Heidegger y del jurista Carl Schmitt. Ahí es donde Foucault jugaba con el abismo, basando su crítica en argumentos muy persuasivos procedentes de perfectos reaccionarios y antimodernos.

Volver a la ilustración significa precisamente esto: limitar el poder; localizar el poder bruto y ponerle cortafuegos racionales. En el ámbito actual, toda minoría, toda identidad piensa que ha de arrancar poder a las demás: todas se creen legitimadas para aplastar y degradar a la comunidad vecina o la confesión rival, sin espacio para la negociación, sin espacio para la convivencia, sin tiempo para la tolerancia. Porque el cambio en los últimos veinte años ha sido éste: pasar de una izquierda que quería limitar y repartir el poder a otra falsa izquierda que reclamaba el poder por el poder, para que todos podamos pisarnos y atropellarnos sin miedo. Y este ideal antiuniversalista es el que nos ha conducido al ideal de muerte social nihilista, muerte para todos, odio para todos y contra todos. Claro: ¡Resulta tan arduo, tan duro a veces y tan mal recompensado, y tan caro, mantener la disciplina exploratoria, instruir, convencer, conversar, construir!, que lo mejor era patear, insultar, lapidar, derrocar, abandonarse, odiar y escupir.

La falsa revolución wokista, esta extraña forma de religión civil que trunca vidas, destruye sociedades, deforma la realidad y desconfía de la Historia, hunde sus raíces en dos pensadores nazis que sistematizaron el pensamiento político antiliberal del siglo XX, este mismo pensamiento antiliberal que causa tanto furor en Hungría, Polonia, Italia, Estados Unidos y Alemania. Otros autores creen que el wokismo es una reacción especular con el sarampión fascista que padece nuestra civilización. En cualquier caso, lo que Neiman recomienda intensamente es que no se caiga en la tentación de culpar a la víctima, y la víctima aquí es la razón dialógica democrática, de las agresiones que sufre por parte de monopolistas económicos, absolutistas utilitarios y reaccionarios neoimperialistas. Una izquierda histérica y reaccionaria desatiende los fundamentos jurídicos de nuestra sociedad y deja el campo libre para todo tipo de aprovechados y tiranuelos, porque ha renunciado a la necesidad de organizarse, documentarse, de resultar seria y creíble, racional y justa, más allá de la gesticulación, el meme, el instante de gloria y el exabrupto.

Este libro es de lectura obligada para todo aquél que se sienta de izquierdas, sinceramente de izquierdas, como Susan Neiman, pero no se encuentre cómodo en las formaciones de izquierda populista o reaccionaria, que imponen lo que uno ha de pensar aunque, en principio, se esté de acuerdo en lo básico. Una izquierda ilustrada cree en la maduración adulta de las personas y las comunidades, cree en el progreso dialogado y no en la violencia simbólica del militarismo mental de los wokes. Una persona ilustrada es la que exige comprobar por sí misma que lo que le dicen es cierto o, como mínimo, verosímil o reformable. Una persona ilustrada es la que se ha dado cuenta que la tolerancia, ese bien tan escaso y frágil, sólo puede prosperar (y además no lo hace siempre) en lugares donde se ha apostado por el libre examen humanístico y científico. La venganza contra la razón sólo conduce a más ansiedad y más reinado de la desesperación. La reclamación de poder en un eterno ahora mismo no es una opción de futuro, sino una opción de pasado, porque sin análisis racional cancelamos todos los futuros posibles. Lapidar, amordazar, acallar o mentir no son herramientas eficaces a medio plazo para fomentar la aceptación del rival y evitar la deshumanización violenta.

Este libro es de lectura obligada para todo aquél que aún desee atender a razones y no solo a gritos, que aún desee encontrar discursos con valor y no sólo figuras públicas basadas en un carisma aparente que no se relacione con un compromiso real con la mejora social y material. Es un libro que hará mucho daño a charlatanes y pseudorrevolucionarios testiculares.  Las verdades como piedras que lapidan de la izquierda woke disimulan muy mal su autoritarismo primitivista, su estrecha relación con la barbarie ultraindividualista neoliberal, que aísla a las personas y a los trabajadores arrancándolas de las redes de apoyo y sumergiéndolas en el pesimismo reaccionario foucaltiano.


Título: La izquierda no es woke

Autor: Susan Neiman

Traducción: Victoria Gordo del Rey

ISBN: 978-84-19642-34-9

Editorial: Debate

Idioma: Español

Número de páginas: 214

Fecha de publicación: enero de 2024


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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