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- 17 de octubre de 2025
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La importancia del entorno en la educación

El concepto de entorno es fundamental para comprender la existencia, el desarrollo y la supervivencia de cualquier sistema. Eso incluye a nuestros estudiantes y los procesos creativos que buscamos fomentar en la educación. En este contexto, en una primera aproximación, el entorno puede definirse como el conjunto de circunstancias y factores sociales, culturales, morales, económicos, y profesionales que rodean a una persona y que influyen directamente en su estado o desarrollo. Conceptualmente, el entorno es, sencillamente, todo lo que no es el sistema.
Para nosotros, el entorno es mucho más que el mobiliario del aula. En nuestro caso, el entorno es todo lo que no es el estudiante, si nos centramos en el aprendizaje, y todo lo que no es el profesor, si nos centramos en la enseñanza. En la educación, en muchos enfoques tradicionales se habla de poner al estudiante o al profesor en el centro. Sin embargo, la verdadera llave para desbloquear el potencial creativo y la adaptabilidad de nuestros alumnos reside en el entorno que creamos. Entender la clase como un ecosistema dinámico es esencial para fomentar el pensamiento flexible que el mundo actual demanda.
El Entorno: la matriz que moldea la mente
En el ecosistema educativo, la interacción no se limita al contenido. Los alumnos interactúan con su entorno mediante el intercambio constante de materia, energía e información. Las leyes de la naturaleza y los códigos genéticos son ejemplos de información existente en el universo. En nuestro contexto, el entorno no solo transmite hechos físicos, sino también información sobre qué se valora. Así, por ejemplo, una valla defensiva no solo obliga al invasor a gastar energía, a esforzarse para saltarla, también puede causar un intercambio de materia (una herida al intentar superarla), y proporciona información: sugiere que hay algo valioso o atractivo dentro. Las dificultades en la educación son esas vallas y, por supuesto, no son las mismas para todo el mundo.
Adaptabilidad, anticipación : la supervivencia del pensamiento flexible
Parafraseando a Jorge Wagensberg (2004) el gran reto es cómo nuestros alumnos responden cuando la incertidumbre apreta, es decir, como se enfrentan a los problemas nuevos, dada la rápida evolución del conocimiento. La forma en que los sistemas sobreviven y progresan es mediante la adaptación. Como sostuvo Charles Darwin, sobreviven las especies que mejor se adaptan al cambio. En épocas de gran incertidumbre, los pensadores generalistas tienen más probabilidades de sobrevivir que los especialistas. ¿Qué estamos fomentando en las aulas?
Frente a la incertidumbre del entorno, los sistemas tienen dos estrategias:
- Anticipación y adaptación: Esta es la esencia de la creatividad y el pensamiento flexible. La educación creativa se fundamenta en la anticipación, que permite imaginar escenarios futuros y preparar respuestas posibles, y en la adaptación, que da la capacidad de ajustar esas respuestas cuando la realidad cambia. Juntas, estas habilidades nutren el pensamiento flexible y convierten el aprendizaje en un proceso vivo y transformador, no en algo estático.
- Robustez e inmunidad: En el caso de los sistemas racionales (humanos), el aumento de la complejidad social, y del contexto educativo, se traduce en la necesidad de buscar robustez e inmunidad ante los cambios. Por ejemplo, desarrollar estrategias y metodologías que motiven a los estudiantes y, por supuesto, a los profesores, que les hagan inmunes a las derivas y cambios legislativos, que perseveren en mantener la calidad de la educación, en la búsqueda de la justicia y la equidad.
Es imposible estar innovando constantemente. Se necesitan soluciones duraderas y sostenibles en el tiempo, máxime cuando se imparten, en algunos contextos, más de veinte horas lectivas semanales, en grupos de alta complejidad. Presentar los contenidos de forma diversa, inmune y robusta a cambios legislativos, es el reto didáctico para los docentes que no van sobrados de tiempo, en un día a día en el que la vorágine cotidiana puede devorarnos.
Diseñar el entorno para la creatividad
El proceso creativo es el acto de diseñar o resolver un problema, y para hacerlo, el entorno es el complemento indispensable del sistema a diseñar. Es crucial considerar todas sus facetas y aspectos espaciales, temporales, legales, económicos, sociales o ambientales.
- Entorno espacial. El espacio educativo influye directamente en cómo se desarrolla el aprendizaje. Aulas luminosas, flexibles y adaptables a distintas metodologías fomentan la colaboración, la concentración y la creatividad. La disposición del mobiliario, la accesibilidad y la integración de zonas comunes pueden potenciar la interacción social y el sentido de comunidad. Un entorno espacial bien diseñado no solo mejora el confort, sino que también actúa como catalizador pedagógico.
- Entorno temporal. Los productos o acciones deben juzgarse según la época en que fueron concebidos. Esto también ayuda a estimar la calidad de la información que transmitimos y de las actividades de aula que diseñamos, o que se nos plantean en algunas formaciones para docentes: ¿son realistas y realizables? Además, la organización del tiempo en la educación es un factor clave para la calidad del aprendizaje. La distribución de horarios, la duración de las clases, los descansos y la planificación de actividades influyen en la atención, la motivación y el rendimiento del alumnado. Un entorno temporal equilibrado permite combinar el esfuerzo con el descanso, favorece la gestión del ritmo de trabajo y ayuda a prevenir la sobrecarga cognitiva, creando así condiciones óptimas para un aprendizaje profundo y significativo.
- Entorno social. Aquello socialmente aceptado (moda, tradición) interviene directamente en las soluciones que adoptamos, incluso si esto reduce el conjunto de soluciones posibles. Por ejemplo, los castigos escolares de hace algunas décadas hoy se consideran intolerables, mientras que encajamos situaciones inaceptables hace unos lustros. El entorno social puede incluso condicionar nuestra respuesta y nuestra lógica. Por ejemplo, el temor a la respuesta de los padres, o del equipo directivo, ante nuestras acciones, puede hacer que nos autocensuremos. El contexto social en el que se desarrolla la educación define las dinámicas de convivencia, colaboración y pertenencia. La diversidad cultural, la equidad de género, el respeto a la diferencia y la inclusión son elementos que enriquecen la experiencia educativa y preparan al alumnado para una ciudadanía global. Un entorno social positivo promueve la cooperación entre estudiantes y docentes, reduce la conflictividad y convierte la escuela en un espacio de crecimiento compartido y de construcción colectiva del conocimiento.
- Entorno legal. El marco legal debería establecer las bases de equidad, seguridad y calidad en la educación. A través de leyes y normativas, se deben garantizan derechos fundamentales como el acceso universal, la protección de menores y la igualdad de oportunidades. Además, la ley regula aspectos clave como la evaluación, la formación docente y la incorporación de nuevas tecnologías, asegurando que la práctica educativa se realice dentro de un marco ético y responsable. Ahora bien, en contextos en los que las leyes van en contra de algunos derechos fundamentales, y la educación es uno de ellos, siempre queda la lucha contra la injusticia desde nuestra libertad de cátedra, dando a los estudiantes aquello que las leyes quizá están obviando o negando.
- Entorno económico. Los recursos económicos de las administraciones condicionan de manera decisiva la calidad y amplitud de la oferta educativa. La inversión pública en infraestructuras, materiales, tecnologías, recursos humanos y programas de apoyo determina hasta qué punto los estudiantes pueden desarrollar todo su potencial. Un entorno económico sólido posibilita reducir desigualdades, ofrecer becas, aumentar plazas donde se requiere y garantizar que el acceso a la educación no dependa de la capacidad adquisitiva de las familias.
- Entorno ambiental. El cuidado del entorno ambiental en la educación tiene un doble impacto: proporciona espacios saludables para el aprendizaje y transmite valores de sostenibilidad a las nuevas generaciones. Incorporar prácticas ecológicas en la gestión de centros —desde la eficiencia energética hasta la gestión y reducción de residuos— no solo mejora la calidad del aire y el bienestar de los estudiantes, sino que también educa con el ejemplo, formando ciudadanos responsables frente a los retos climáticos actuales.
Finalmente, el entorno actúa como base o fondo de referencia para la percepción. Nuestros sentidos son más sensibles a las diferencias relativas que a las cuantías absolutas. Esto significa que el entorno puede ayudarnos a reconocer una observación, o bien distorsionar nuestra percepción (como ocurre con las ilusiones ópticas). Al diseñar nuestras aulas, clases y proyectos, debemos tener en cuenta que la conjetura Sistema-Entorno nos recuerda que, al implementar una solución, su robustez y perdurabilidad se refuerzan si se consideran los inevitables cambios y evoluciones del entorno de aplicación.
Nuestra tarea es, por lo tanto, la de arquitectos de ecosistemas educativos: fomentar y crear entornos que no solo transfieran los contenidos, sino que preparen a los alumnos para anticiparse, adaptarse y desarrollar soluciones creativas robustas frente a los desafíos del mañana.
Referencias:
Wagensberg, J. (2004). La rebelión de las formas
Fuente: educational EVIDENCE
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