- Opinión
- 26 de noviembre de 2024
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Del “hijo del obrero a la Universidad” a la desafección por la ciencia y el conocimiento
Del “hijo del obrero a la Universidad” a la desafección por la ciencia y el conocimiento
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Si la buena educación, la de calidad, basada en la ciencia y en la razón acaba siendo una opción sólo para quienes se la puedan permitir económicamente, volveremos a un tiempo pasado y oscuro en el que el conocimiento estaba al alcance únicamente de los ricos y poderosos y en el que la plebe, analfabeta y con escasos recursos intelectuales, era presa fácil de la dominación ejercida a través del poder y gracias al miedo.
Nos referimos a la célebre cita el conocimiento os hará libres de Sócrates o a la de sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe de Unamuno.
Parece que esos objetivos claros y emancipadores que tenía la educación pública de superar la desigualdad favoreciendo que los hijos e hijas de la clase obrera fueran a la Universidad se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Y es que la consigna “el hijo del obrero a la Universidad”, que se hizo popular por parte de la izquierda política de este país, que entendía que era la mejor manera de garantizar la igualdad de oportunidades y de eliminar las barreras económicas y sociales, es decir, de garantizar la democracia y la justicia social, ha caído en saco roto.
Estamos hablando de los años 70 y 80, tiempo en el que los “templos del saber” se llenaron de universitarios con ganas de prepararse, cultivar su intelecto y mejorar el mundo, muchos de ellos provenientes de familias sin formación y sin recursos, que pese a no disfrutar de una economía boyante, se sacrificaron para sufragar los gastos de los estudios de sus hijos, ya que entendían que era el mejor camino para labrarse un buen futuro.
Nuestros abuelos y abuelas lo tenían claro y nos repetían: “Estudia hijo, para que puedas ser alguien el día de mañana”, dejándonos claro con esta “cantinela” que empaparse de conocimiento y tener una buena educación es de los asuntos más importantes en la vida.
Nos preguntamos ahora cómo hemos pasado de concebir la educación como la llave del bienestar de las personas y la clave para vivir mejor que nuestros antecesores defendían a infravalorarla y perderle el respeto hasta el punto de que la propia educación pública se ha infravalorado y perdido ese respeto por sí misma, algo que podemos ver a partir de ejemplos como que el suspenso no conlleva a la repetición, hay que evitar la memorización, los libros de texto deben caer en el olvido o la supremacía del sentir sobre el pensar.
En ese momento de la historia la percepción que se tenía de la formación y los estudios superiores era algo distinta a la de ahora. Hemos ido asistiendo a un desprestigio paulatino del conocimiento y del saber y lo hemos ido sustituyendo por pseudociencia y autoayuda.
Por aquel entonces, existía un problema económico importante y los estudiantes se manifestaban esencialmente contra la privatización de la Universidad pública y ahora no sólo sigue existiendo este mismo problema, sino que además a éste se le une el de una falta de consciencia, de interés, de poca ambición intelectual, de desasosiego y desafección por el conocimiento y la ciencia, fruto de un sistema de enseñanza público que ha dejado de concebirse como un derecho ciudadano y un ascensor social, se ha vendido a los intereses económicos de la patronales y se ha convertido en una mercancía más, que se rige únicamente por las mismas leyes y prácticas que el mercado.
Si los alumnos de la escuela pública no reciben una formación que les permita poder ser autosuficientes, tener su propia opinión o tomar decisiones fundamentadas y los centros educativos se convierten en salas de espera para el trabajo no cualificado, las universidades públicas cerrarán sus puertas a los hijos de la clase obrera, que no sólo no podrán competir a nivel académico con los alumnos de la concertada y de la privada, sino que además no lo querrán, porque ignorarán el valor y la importancia de formarse intelectualmente, algo de lo que, sin embargo, sus bisabuelos sí eran plenamente conscientes.
Y es que mientras unos pocos están aprendiendo a resolver ecuaciones de segundo grado, otros están desaprendiendo a sumar y restar usando rotuladores de colores.
Por todo lo dicho, es importante no olvidar, es decir, memorizar y asimilar, ese viejo eslogan que reza así: “El hijo del obrero a la Universidad”, porque de lo contrario estaremos retrocediendo y nuestros futuros volverán a ser esclavos de nuestros orígenes.
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Luri, G., (2024). Prohibido Aprender, Barcelona, Ed. Rosamerón.
Navarra, A., (2024.Volver a aprender, Barcelona, Ed. Plataforma.
Fuente: educational EVIDENCE
Derechos: Creative Commons
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Cuanta razón, estamos perdiendo todo por lo que se lucho en aquellos años.
Un análisis certero que me evoca a los 80, cuando en l mejor instituto de la ciudad compartían aula los niños de casa bien con los hijos de los currantes. Era un barrio marginal pero el centro era nuestro refugio contra los navajeros y difuminaba nuestro origen desigual. Porque era, como sostiene la autora, un centro de transmisión de conocimiento presidido por el principio de igualdad a una educación pública de calidad. Hoy todo eso se ha perdido como lágrimas en la lluvia.
Hay poderes que distorsionan mentes y valores juvenil-estudiantiles, suramericanos, los pseudo capitalistas y los falsocialistas, son los peores.
Totalmente de acuerdo. Hemos de exigir una escuela pública de calidad, que haga posible la igualdad de oportunidades y que ilusione para el saber.