Albert Einstein

Albert Einstein

SUCEDIÓ…

El 22 de febrero de 1923

Albert Einstein llegaba a Barcelona

Diario de Barcelona, 2 de marzo de 1923.

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Xavier Massó

 

El 22 de febrero de 1923, Albert Einstein llegaba a Barcelona. Permaneció seis días en la ciudad, durante los cuales impartió varias conferencias para divulgar sus concepciones físicas sobre la relatividad.

Venía precedido por su fama, invitado por el Gobierno español y la Mancomunitat de Catalunya, pasando primero por Barcelona y luego por Madrid. El año anterior había sido galardonado con el Premio Nobel de Física, aunque no por su más notoria y meritoria aportación a la ciencia, la Teoría de la Relatividad, sino por sus estudios sobre el efecto fotoeléctrico. La Academia sueca de la ciencia no tenía todavía muy claro eso del espacio-tiempo y la relatividad, así que optó por el recato y prefirió, para evitar polémicas, concederle el Nobel por un trabajo que, aunque importante, era marginal en su actividad científica. Sus heterodoxas posiciones científicas y la popularidad que había alcanzado por ellas, auguraban una llegada en loor de multitudes. Y así fue, pero no en un primer momento.

Llegó acompañado de su segunda esposa Ilse a la estación de Francia de Barcelona, procedente de París, sin que nadie acudiera a recibirlo. Entonces se dirigió al domicilio de Esteve Terrades, el ingeniero y matemático que había gestionado la invitación, que no se encontraba en su casa. Dejó sus señas y se dirigió a la primera pensión que encontró: “Pensión las cuatro naciones”, un tugurio. Una vez desecho el entuerto, las autoridades lo alojaron en el Hotel Colón, en la Plaza Cataluña.

Hay dos versiones sobre la causa de tan anodino recibimiento. Unos aseguran que Einstein no había informado a nadie de la hora de su llegada; otros lo atribuyen al proverbial desorden mediterráneo. En fin. Contra lo que se suele pensar acudiendo al tópico, lo cierto es que en aquellos tiempos, y aunque desde una posición ciertamente semiperiférica, los científicos españoles, y no menos los catalanes, estaban al corriente de los progresos y debates científicos del momento. Aun así, de sus conferencias en Barcelona podría decirse que ocurrió algo muy parecido a las que impartió la semana siguiente en Madrid, que Julio Gamba describió así en el diario ‘El Sol’: “Indudablemente, todos los reunidos allí le admirábamos mucho; pero si alguien nos pregunta por qué le admirábamos nos pondrá en un apuro bastante serio”.

En el salón de sesiones de la Diputación de Barcelona y ante unas cien personas, impartió un curso sobre la teoría de la relatividad en tres sesiones: relatividad restringida, relatividad general y problemas actuales. Impartió también una cuarta conferencia adicional en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Las transcripciones de sus conferencias se publicaron íntegramente en el rotativo La Vanguardia; eso sí, con el debido contrapunto de las objeciones de Josep Comas i Solà, el físico local antirrelativista.

Los anfitriones y cicerones de Einstein durante su estancia en Barcelona fueron el ya citado Esteve Terrades y Rafel Campalans, ingeniero como el anterior. Con ellos compartió el 25 de febrero una excursión al Monasterio de Poblet, pasando por l’Espluga de Francolí. De vuelta a Barcelona, y con algunos invitados más, tuvo lugar una cena cuyo enigmático menú consistía en nombres escritos jocosamente en latín intencionadamente macarrónico, alusivos a científicos y filósofos a la manera de acertijos, tales como Cannulae Fizeauniensis,  Fructus Galilei, Homo platonicus secundum, Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler effectu, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et vectoribus tabacalibus…

Se sabe que la cena estuvo bien regada –Einstein no era ningún timorato-, pero aunque se ignore si fue o no por causa de los spirituosibus liquoribus –que siempre ayudan a que no languidezca la conversación- y los correspondientes vectoribus tabacalibus -en aquellos tiempos a los matracas, o no se los invitaba o se aguantaban-, lo cierto es que la cosa derivó hacia la política, y ocurrió la anécdota que a continuación referiremos.

Entiéndase que estamos hablando de una tertulia intelectual en el pleno sentido ilustrado del término, es decir, protagonizada por gentes que, a la condición de cultos le añadían la de educados. No nos confundamos por tanto con las habituales tertulias contemporáneas, donde no abunda ni lo primero ni lo segundo. En la deriva de la conversación surgió la bestia negra del momento: el auge de los nacionalismos en Centroeuropa, muy especialmente en Alemania. Campalans le dijo a Einstein que él era nacionalista y de izquierdas –nacionalista catalán, se sobreentiende-. Ante tal afirmación, Einstein puso alguna de aquellas caras perplejas que sabía poner tan bien y replicó en alemán: “Das passt nicht zusamnen!”

O lo que es lo mismo: estas dos cosas no se pueden dar juntas. Cuenta Campalans que luego intentó explicarle los matices de su afirmación y que Einstein le respondió: “Entonces esto no es nacionalismo, quitad esta siniestra palabra de vuestro ideario”.

El día 28 de marzo tomó el tren hacia Madrid. De su estancia en Barcelona anotó en su diario un breve párrafo y dejó una página en blanco, tal vez para rellenarla más adelante, aunque nunca llegó a hacerlo. Lo único que anotó fue lo siguiente:

22-28 febrero. Estancia en Barcelona. Mucha fatiga, pero gente amable (Terradas, Campalans, Lana, la hija de Tirpitz), canciones populares, bailes, Refectorium, ¡Ha sido agradable!


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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