• Opinión
  • 2 de mayo de 2024
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A vueltas con el DUA y la evidencia científica

A vueltas con el DUA y la evidencia científica

A vueltas con el DUA y la evidencia científica

La escuela no puede limitarse a los intereses del estudiante

Foto: Pixabay

Licencia Creative Commons

 

 

Santiago Herrero

Existe en la red un artículo académico que todos los docentes de España deberían leer. Se trata del titulado Decodificando el Diseño Universal de Aprendizaje: ¿qué evidencia lo respalda?, del inspector y doctor en Ciencias de la Educación Miguel Ángel Tirado Ramos. Lo que aquí me propongo es resumir el texto tras haberlo leído, acercándoselo así a más compañeros y compañeras.

El autor comienza explicándonos que el concepto de “Diseño Universal” tuvo su origen en la arquitectura -para hacerla accesible- mientras que, como aplicación a la enseñanza, fue conceptualizado en Boston, en el Centro de Tecnología Especial Aplicada, donde se buscaba adaptar herramientas informáticas a estudiantes con discapacidad.

El DUA busca ahora dar un paso más allá en la inclusión, sustituyendo las viejas adaptaciones curriculares, en las que el docente procuraba individualizar el currículo al alumnado según sus necesidades, por una metodología para atenderlos a todos en su diversidad.

Se parte de la idea de que cada alumno tiene su forma peculiar de aprender (en palabras de una de sus defensoras, “los estilos de aprendizaje son tan únicos y diversos como las propias huellas dactilares”[1]). Por lo tanto, debería poder escoger la forma en la que recibe la información (vídeo, texto, táctil…) y la forma en la que demuestra su adquisición de conocimientos, todo de acuerdo a sus intereses y motivaciones. Ello, supuestamente, activaría distintas zonas del cerebro (redes afectivas, de reconocimiento…) que coadyuvan al aprendizaje. Por supuesto, la mejor forma de diseñar nuestras clases de esta polifacética manera es mediante el uso ingente de las TIC, que son “estrictamente necesarias”[2].

Los lectores más avispados ya habrán encontrado una serie de peros a esta metodología que, por otro lado, es parte fundamental de nuestra última ley educativa (LOMLOE). El autor, que también los percibe, nos los desgrana y analiza uno por uno.

Para empezar, y aunque todo docente que se precie tiene claro que presentar la información de manera diversa facilita su comprensión, el DUA y su acento en la elección individual del alumnado según sus intereses y forma de aprender parte de una hipótesis ya descartada por la investigación, pero que sigue siendo el neuromito más influyente y popular en el mundo educativo: el de los estilos de aprendizaje.

Señala Miguel Ángel Tirado que las investigaciones respecto a los beneficios del DUA están, además, faltas de consistencia. Por ejemplo, no se tiene en cuenta en ellas variables como el contexto socioeconómico del alumnado. Tampoco se detallan ni las pautas DUA aplicadas ni la metodología empleada. Por si fuera poco, nadie pensó que la participación de distintos docentes en los grupos de estudio podría alterar los resultados, lo que demuestra que ya se cree que el modelo pedagógico aplicado es, para los discentes, mucho más relevante que el maestro y su “saber hacer”. Asimismo, elementos que los creadores del DUA consideran parte de su novedoso método ya son ampliamente utilizados por los profesores (activación de conocimientos previos, correcciones cualitativas, buscar la implicación del alumnado, empleo de la evocación…), así que, ¿cómo podríamos conceder el éxito al DUA, si estas técnicas no le son exclusivas? O, como dice el autor, “¿qué hace que el DUA sea DUA, y no otra cosa?”.

También podría señalarse la intensa fe en la tecnología que demuestra el DUA. Al margen del problema que pueda suponer la entrada de las Big Tech en la escuela (con su irremediable mercantilización, ya que, como bien señala el autor, Apple, Google y Microsoft se encuentran entre los cinco grupos de presión más influyentes en la UE), diversos estudios señalan el perjuicio de las pantallas, frente a la práctica de la lectura y escritura en papel, para el desarrollo de la comprensión lectora. No se trata de demonizar a las TIC, pero si el DUA debe ser verdaderamente universal, y si tiene que ir de la mano de la digitalización, el docente dejará de tener poder de elección sobre cuándo emplear y cuándo no las TIC en el aula.

Por último, la investigación también muestra que aprendemos a partir de lo que ya sabemos, estableciendo nuevas conexiones, y que la posesión de un mayor vocabulario augura un mejor rendimiento escolar en la inmensa mayoría de los casos. Dado que no se puede desarrollar capacidad crítica de la nada, sino desde una base de conocimientos previos, y dado que la escuela debe buscar ofrecer una educación equitativa a la ciudadanía independientemente de su clase social, la idea fuerza DUA de que tendrían que ofrecerse itinerarios curriculares “a la carta” según los intereses y opciones del alumnado no haría sino ahondar en las desigualdades culturales de partida. La escuela no puede limitarse a los intereses del estudiante, a lo que como adolescente le motiva, sino que debe “ofrecerle ventanas de conocimiento que él no abriría por iniciativa propia”.

El autor de este artículo se pregunta al final del mismo, como profesional consciente que es, qué papel debería jugar la inspección ante planteamientos pedagógicos tan inciertos como el DUA, máxime cuando estos fundamentan toda una ley educativa. Y es que el DUA puede ser un enfoque más, pero nunca la única alternativa, puesto que la investigación aún está por aportarnos pruebas concluyentes de su eficacia.

___

[1] Alba Pastor, C. (2018). El Diseño Universal Para el Aprendizaje: Educación para todos y prácticas de enseñanza inclusivas, Ediciones Morata.

[2] Ibid.

Acceso al artículo completo de Miguel Ángel Tirado Ramos. En él encontrarán relacionada toda la investigación académica consultada, que por motivos de extensión no hemos incluido aquí.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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