- Libros
- 6 de octubre de 2025
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Elogio de la curiosidad

Portada del libro de Mario Bunge
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La importancia de la curiosidad
El fomento de la curiosidad debería ser uno de los pilares de la educación, porque promueve la inquietud en el estudiante. La curiosidad inocula el virus del interés. Carcome el tejido neuronal y corrompe la apatía, cuando empuja a perseguir conocimientos nuevos. Incluso cuando se degrada a su pariente mermada, el cotilleo, la curiosidad ensancha los mundos a los que el alumno puede acceder.
Mario Bunge me inspira y me sorprende años después de su pérdida. Serafín Senosiáin, editor de Laetoli, ha recuperado en “Elogio de la curiosidad” una amalgama de artículos de finales del siglo XX que contienen la esencia periodística bungeana. Encontramos así a un Bunge personal y auténtico. Aunque incluso en su Tratado de Filosofía, o en su Filosofía de la tecnología (Bunge, 2019), Bunge dé muestras de proximidad, algo raro en textos científicos o filosóficos, sobre todo gracias a sus diáfanos ejemplos, en el “Elogio de la curiosidad” hallamos un Bunge aún más relajado y emocional. Se aproxima aquí al lector mostrando una faceta íntima, propia del periodismo actual, cuando la irrupción de la inteligencia artificial en la generación masiva de contenidos ha obligado al escritor a demostrar su humanidad, a dar pruebas de ella.
Las curiosidades de Bunge son las curiosidades del ser humano: lugares, personas, inquietudes intelectuales, mitos y políticas. Se trata de universales sociales y socializadores. Así, las Postales iniciales son breves recorridos por espacios avecindados en la memoria, en los que las personas tienen un especial protagonismo. La descripción del lugar puede emanar de un viaje, pero también de una epístola o de las peripecias vividas en un congreso. Quizá porque somos fugaces esclavos de una cultura o viajeros degradados y rebajados, víctimas del turismo global uniformizador. Su viaje imaginario a Adamsmithgrado, por ejemplo, fue una excusa para anticiparse veinticinco años a lo que estamos viviendo, una exploración conradiana del capitalismo salvaje al que hemos llegado.
En las Gentes hay momentos delicados, homenajes a sus mentores y compañeros académicos, vivencias compartidas y, por supuesto, críticas feroces a algunas injusticias. Les adelanto aquí que vale la pena reflexionar sobre La venganza del profesor postergado: una tragedia contemporánea, un sucinto relato demoledor sobre el impacto que la marginación académica y profesional puede tener en las personas. La tiranía del publica o perece, el sometimiento del sistema al oligopolio de las revistas, o la esclavitud que sufren algunos investigadores en ambientes universitarios corrompidos, son algunos de los tópicos tratados. Bunge tiró de la manta, pero seguimos igual o peor.
Los textos de las Paradojas de Bunge son para enmarcar. El Elogio del Fracaso debería ser de obligada lectura en los institutos, en momentos en los que la salud mental de los jóvenes parece degradarse a marchas forzadas. Es un antídoto al culto al éxito, al mundo influencer, y a la perseverancia como posibilidad realista, alejada de la autoayuda imbécil del si quieres puedes.
Estaba escribiendo esta reseña cuando Donald Trump se despachaba a gusto con la ONU (a cuenta de la falibilidad tecnológica de un teleprompter mal usado por sus esbirros, y de unas escaleras mecánicas también paradas por los suyos, toda una metáfora) y, en menos de veinticuatro horas, deleitaba a los periodistas con algunas magufadas, tópicos antivacunas y afirmaciones taxativas contra el uso del paracetamol durante el embarazo. Cuando uno se cree que los Mitos que trata Bunge deberían estar superadísimos, la realidad de los movimientos anticientíficos y del pensamiento mágico va y te suelta una hostia. La masa periodística de internet no suele ayudar, por desgracia. Corren tiempos oscuros, repletos de bulos. Tanto, que hablamos desde hace unos años de bulos profundos (deep fakes) porque ya nos cuesta discernir la realidad de la mentira cochina.
Bunge es diáfano con otros mitos de nuestro tiempo. A modo de ejemplo, en Dos feminismos no se corta un pelo al describir la industria ramplona del feminismo de nuevo cuño, respecto al feminismo clásico, imprescindible en la lucha contra el machismo; en Subjetivismo y relativismo, desnuda aquellas líneas filosóficas que han degradado la cultura en lo que, por desgracia maese Bunge, no ha sido “una moda pasajera”.
Por último, azuzado por la caída del muro de Berlín, Bunge desgrana en varios artículos de la sección de Políticas, los motivos de la muerte de la Unión Soviética, el fracaso de la reforma de Gorbachev, o las tendencias políticas en Iberoamérica, con especial atención al peronismo. Deberíamos aprender de sus reflexiones en Por qué los militares no saben gobernar, para, en un mundo gobernado por viejos que chochean, títeres de la industria armamentística, descubrir que la paz no se logra dejando a los lobos al cuidado de las gallinas.
Los gabinetes de curiosidades, precursores de los museos, surgidos en Europa en el siglo XVI, eran espacios donde eruditos y coleccionistas reunían objetos extraordinarios de la naturaleza o de la cultura, concebidos como microcosmos del mundo. Allí podían encontrarse rarezas de la naturaleza, artefactos exóticos o instrumentos científicos, organizados para despertar asombro y promover el conocimiento. Pero, junto a aquellas maravillas (Wunderkammern) también se exhibían lo que se consideraban “horroris” de la naturaleza: criaturas deformes, anomalías naturales o anatómicas, malformaciones humanas o animales, y otros fenómenos que desafiaban la norma y provocaban fascinación e inquietud. Lejos de ocultar esa cara B del mundo, los horroris enseñaban la diversidad, lo insólito y la degradación; se mostraban así, reforzando la idea de que la naturaleza es fuente inagotable de misterio y descubrimiento permanente.
Análogamente, Bunge no nos oculta nada en este elogio a su curiosidad. No ocultemos, no censuremos los horroris en el aula. Acompañemos a los estudiantes en temas delicados y complejos, no los abandonemos a su suerte cuando nos necesitan, cuando requieren una explicación.
Por otra parte, cada uno siente curiosidad por cosas distintas. Comparto la curiosidad bungeana, y también la de Richard Feynman, George K. Zipf, Jorge Wagensberg, Marina Garcés o Marc Boada, por mentar algunos pensadores que me han iluminado. Los docentes deberían compartir sus inquietudes académicas en el aula, revelar sus referentes personales, fomentar la curiosidad por su materia, e interesarse por las de sus alumnos. Es improbable que coincidan con todos ellos, pero de lo improbable surgirán las vocaciones del mañana y lo excepcional.
Título del libro: Elogio de la curiosidad
Autora: Mario Bunge
ISBN: 9788412935363
Editorial: Laetoli
Idioma: Español
Número de páginas: 214 páginas
Fecha de publicación: septiembre de 2025
Web: https://www.laetoli.es/biblioteca-bunge-editorial-laetoli/225-elogio-de-la-curiosidad.html
Referencias:
Bunge, M. (2019). Filosofia de la tecnologia. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans-Iniciativa digital politècnica. https://hdl.handle.net/2117/169030
Institut de Ciències de l’Educació
Universitat Politècnica de Catalunya
Fuente: educational EVIDENCE
Derechos: Creative Commons