- Opinión
- 10 de junio de 2024
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Resaca electoral
Resaca electoral
Llega la hora temida, la hora de reflexionar sobre los resultados electorales de ámbito europeo. Lo primero que me viene a la cabeza: teníamos razón, teníamos razón los docentes transmisivistas que alertábamos sobre las consecuencias de las reformas competenciales: si haces desaparecer los saberes racionales de la escuela pública, lo que acabas encontrando no es una ciudadanía más dócil y maleable, como esperaban los neothatcheristas, sino una sociedad entregada al odio, el racismo y los discursos primitivistas.
Pronto cumplirá un cuarto de siglo la reunión de Lisboa del año 2000 que describió una utopía de mejores trabajos y mejor convivencia si los países de la Unión abrazaban las pedagogías competenciales. Lo que sucedió ayer es el resultado de esos delirios que muchos bienintencionados aún consideran una utopía. La distopía actual, con Francia y Austria a punto de caer en manos de extremistas, y con Italia construyendo campos de concentración en Albania (lo llaman “gestión externalizada de la inmigración”) es la utopía competencialista de hace un cuarto de siglo.
Los partidos de extrema derecha hacen el agosto, un friki que vomita odio en las redes saca el mismo resultado que formaciones políticas centenarias, y la izquierda europea parece que no se dé cuenta de lo que hace mal y siga repitiendo los mismos errores . La izquierda está perpleja: no ha entendido aún que el único camino es la reconstrucción del Estado del Bienestar, y que las clases medias y trabajadoras despojadas se apuntan al ariete aceleracionista, obedientes a la llamada de los ultras contra una “tecnocracia” fácilmente identificable.
Socialistas y conservadores confirmaron ayer lo que va diciendo el filósofo Éric Sadin desde hace algunos años: el Liberalismo Social (el pseudoprogresismo de Blair, Schröder, y nuestros Solana, Solchaga, Solbes) y ahora el de Olaf Scholz ha agotado la su trayectoria: ha servido para tener escuelas ruinosas y sanidades sin atención primaria. El electorado ya no se cree las frases sociales de un club bancario, y un club bancario (ya se empieza a ver, pero tarde y sólo de forma incipiente) construye pedagogías propias de clubs bancarios, no el tipo de sistemas educativos igualitarios y racionalistas que los europeos necesitamos para preservar la democracia, la diversidad, el pluralismo y los valores racionales que antes definían a Europa.
La izquierda sigue perpleja, repitiendo errores, porque resulta mucho más fácil construir frases y leyes declarativas que construir comunidad, ciencia, bienestar, futuro y horizonte cultural. ¿Quién y cuándo empezará a reconstruir la escuela que genere la ciudadanía capaz de desmentir todo tipo de visionarios, anarcocapitalistas y privatizadores parasitarios? Para mí, ésta es la pregunta que hay que hacer en un continente perplejo que se ve tragado por dos océanos: por la derecha, el océano del odio, y por la izquierda, el océano de la irrealidad.
Para volver a disponer de una Izquierda coherente habría que, por un lado, ponerse a estudiar, comprender la realidad y sus complejidades; y también habría que poner a la gente a estudiar, porque la desposesión cultural la colonizan todo tipo de monstruos engendrados por la desesperación y la exasperación convertida en rutinas de barro y nihilismo. El odio agresivo no es la solución contra el racismo sonriente, pero tampoco la falsa inclusión del club bancario se ha manifestado eficaz para combatir el odio organizado. Como escribía Žižek, el macronismo era un parche que no podía durar: las apariencias solemnes y las gestualidades de la política neoliberal sólo detienen temporalmente la extrema derecha, y le dejan el campo libre cuando el progreso prometido no llega y la sociedad sigue degradándose. Como en Estados Unidos, obligados a elegir entre derecha y fascismo, no queda otro futuro factible que la construcción de una izquierda ilustrada, realista y lenta, una alternativa materialista en el mundo de las identidades visionarias, consciente de que los sermones morales no convencen a nadie. ¿Hay alguien en la escena capaz de empezar a remar hacia aquí?
Fuente: educational EVIDENCE
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