• Ciencia
  • 7 de mayo de 2024
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Volcanes: su importancia y significado en nuestra vida

Volcanes: su importancia y significado en nuestra vida

Volcanes: su importancia y significado en nuestra vida

Los volcanes significan vida, aunque esto pueda sorprender

Imagen de Julius Silver en Pixabay

 

Licencia Creative Commons

 

Carlos Sanz de Galdeano

 

Todos identificamos esos volcanes que tienen forma de un gran cono que expulsa fuego, lava, gases y ceniza. Y nadie querría estar allí cerca salvo los vulcanólogos. Los volcanes tienen muchas formas; a veces forman muy largas fisuras por donde sale la lava, otras, la mayoría, son submarinos. Y ocupan gran parte de la corteza terrestre pues una gran porción de los fondos oceánicos son volcánicos. Allí los volcanes se distribuyen formando largas bandas que van rellenando el hueco que dejan las placas tectónicas al separarse. Son el “pegamento” que las vuelve a unir.

El mejor ejemplo de esto es posiblemente la gran dorsal Mesoatlántica que separa la placa euroasiática de la americana, una cordillera de muchos miles de kilómetros.

En otros casos, los volcanes se producen allí donde el calor se acumula puntualmente y forma magmas, rocas fundidas y gases, que pueden ascender. Son las zonas de hundimiento de placas, las zonas de subducción. El mejor ejemplo general de estos últimos es el llamado Cinturón de fuego del Pacífico.

Pero en su conjunto ¿qué significan para nosotros y cómo podemos actuar ante ellos?

Se puede decir en primer lugar que los volcanes significan vida, aunque esto pueda sorprender. Esta afirmación se basa en el hecho de que gracias a ellos se renueva la atmósfera. Esta se va disipando lentamente en el espacio exterior, de manera que sin los volcanes se iría enrareciendo progresivamente. Y sin ella poco podemos hacer.

Un ejemplo de un planeta que ya no tiene volcanes activos es Marte, y por eso su atmósfera actual es muy tenue. La ha ido perdiendo paulatinamente. Es ya un planeta térmicamente muerto, no tiene prácticamente campo magnético y ni una tectónica de placas activa. Afortunadamente, la Tierra es bastante más grande que Marte y aún, afortunadamente para nosotros, no ha muerto térmicamente.

Sin volcanes no tendríamos vida. Pero a la vez es claro que son un peligro en determinados puntos de la Tierra. Recordamos erupciones que han causado daños muy importantes. Un ejemplo clásico es el de la erupción del Vesubio en el año 79. Allí murieron muchas personas en Pompeya y Herculano (y para que se cumpla que no hay mal que por bien no venga, ahora tenemos unos testimonios inmejorables de cómo era la vida romana entonces. Claro está que los que entonces murieron no compartirían esa opinión con nosotros).

Muchos otros ejemplos más recientes existen. Así, la erupción del Krakatoa de 1883, cuya explosión se oyó a miles de kilómetros, produjo fuertes tsunamis y sus cenizas subieron a unos 80 km de altura y se extendieron por todo el mundo. Otro ejemplo relativamente reciente es el del impronunciable volcán Eyjafjallajökull (Islandia) cuyas emisiones interfirieron en la navegación aérea de buena parte de Europa.

Por eso, es claro que se deben prevenir sus posibles efectos adversos. Naturalmente, una forma de evitar casi todos estos efectos es vivir lejos de ellos, pero esto no es siempre posible. Si se hiciera así, Islandia, las Canarias, las Azores, muchas islas de Indonesia, entre otros numerosos puntos, quedarían deshabitadas. Pero eso no es posible.

Es necesario, por tanto, conocer profundamente el comportamiento de cada volcán. Cada uno de ellos debe ser monitorizado, de manera que se registren los tremores (este nombre se suele dar a los sismos producidos por los volcanes) que produce, que deben ser analizados y valorados. Esto se hace, por ejemplo, en el Vesubio o en el Etna (Nápoles y Catania no pueden olvidar su proximidad) y en muchos otros sitios. Durante la última erupción de la isla de la Palma se hizo igual. Se hace en Islandia, Hawái, etc. De igual modo hay que analizar en lo posible la composición de los gases que desprende cada volcán pues pueden dar información de estado de la erupción o si va a haber alguna próxima. Y, naturalmente, la composición química de las lavas. Esos estudios dan pistas, a veces muy claras, del estado de cada volcán. Y además de esto, hay que estar prevenidos ante cualquier evento no esperado, pero posible.

Como colofón, es claro que nuestro conocimiento geológico general debe mejorar no solo para prevenir riesgos geológicos, como son los volcánicos, sino también para comprender mejor nuestro planeta. Así, por ejemplo, disminuiría el número de personas que visitan Islandia y preguntan dónde están los volcanes por no ver los conos, aunque estén rodeadas de rocas volcánicas. También comprenderían mejor otros aspectos, tal como su aprovechamiento térmico. Y las autoridades deben tener –y mejorar- esos conocimientos básicos para preparar planes de evacuación y protección en su caso.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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