- Tecnología
- 9 de diciembre de 2025
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Tecnologías lingüísticas y malhablantes

Foto: Gerd Altmann – Pixabay

Todo el mundo es un malhablante. El término ‘malhablante‘ lo referimos aquí a cualquier persona que, en un momento dado, habla “mal” o comete errores lingüísticos, ya sea por su variedad dialectal, su pronunciación, interferencias de su primera lengua, o incluso debido a condiciones temporales como un resfriado o una disfonía (Hernández-Fernández, 2023). Históricamente, estos malhablantes han sido quienes han configurado las lenguas del mundo y lo continuarán haciendo.
La cuestión deviene crítica cuando la lengua se cruza con la tecnología. La tecnología lingüística –definida como los medios técnicos y sistemas que ayudan a la comunicación– no es ajena a la ideología. De hecho, nuestra percepción del conocimiento lingüístico (el nuestro o el de la máquina) determina nuestra relación con ella. Así, un hablante nativo experimentado se enfada cuando un corrector automático le cambia una palabra bien escrita, en cambio, un aprendiz de la lengua a menudo acepta el cambio sin rechistar, creyendo que la máquina tiene la razón. Nuestra conciencia del conocimiento lingüístico es lo que nos hace situarnos por encima o por debajo de la tecnología.
Las tecnologías lingüísticas (TL) son definidas pues como todos aquellos medios técnicos, artefactos y sistemas que permiten o ayudan a la comunicación en una o más lenguas. Los malhablantes son cruciales para el desarrollo de estas tecnologías, incluyendo la traducción automática y los sistemas basados en inteligencia artificial (IA). Hay sin embargo pros y contras en la relación de las TL con las lenguas minorizadas del mundo (Tabla 1).
Sin embargo, para tener un buen material de base para las tecnologías lingüísticas, es fundamental la participación de todos los hablantes, incluyendo especialmente a los que hablan «mal». Por otra parte, si las máquinas sólo reciben datos de “hablantes normativos” (¿y de qué variedad lingüística, por cierto?), el sesgo posterior será nefasto. Esto es especialmente crítico en ámbitos como la rehabilitación logopédica, donde los hablantes tienen dificultades y, en general, existen pocos datos sobre patologías del lenguaje. El desafío tecnológico es conseguir que las máquinas, basadas en IA, puedan buscar, entender y programar la capacidad adaptativa del ser humano; es una cuestión compleja que requerirá conocer muy bien las propiedades estadísticas de las lenguas.

Entonces, por ejemplo, ¿irá la traducción automática a favor o en contra de los usos de las lenguas minorizadas? Asumiendo un cierto riesgo de ser llamado «tecnosolucionista«, es necesario plantear que la implementación de buenos traductores automáticos de voz y texto podría ser el punto final a los problemas del sector audiovisual y al debate de las leyes lingüísticas y las cuotas de pantalla. Seguramente, incluso, en el futuro próximo quizás el uso de dispositivos individuales generalice la traducción automática en tiempo real a cualquier lengua, imitando la voz de los actores originales, como permiten ya algunas tecnologías locales todavía incipientes.
En resumen, es necesaria una inversión y un reto tecnológico importante para dar visibilidad a las lenguas minorizadas. Es crucial despolitizar las lenguas, pero hacer política lingüística en el ámbito tecnológico. La educación es el pilar fundamental para luchar contra los prejuicios y fomentar los usos lingüísticos, aceptando a los ‘malhablantes’ y las nuevas tecnologías, en un grácil y útil bucle.
Referencias:
Hernández-Fernández, A. (2023). Tecnologia lingüística, ideologia i malparlants. En: IEC (2023). Usos socials del català. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 2023, p. 53-65. DOI: 10.2436/15.7100.01.6
Fuente: educational EVIDENCE
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