• Opinión
  • 13 de junio de 2024
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Los referentes están en peligro de extinción

Los referentes están en peligro de extinción

Los referentes están en peligro de extinción

¿Se puede transmitir un conocimiento cuando prácticamente hemos perdido los referentes?

Imagen generada mediante IA

Licencia Creative Commons

 

Víctor Guiu Aguilar

 

Hagamos memoria. Pongamos encima de la mesa unos cuantos referentes que hayamos tenido a lo largo de la vida relativos a la sociedad, a la cultura, al arte, al deporte… Aquellos referentes que tengamos más o menos en común. Una sociedad medianamente formada que comparte algunas historias por todos conocidas. Por ejemplo, los cuentos. Todo el mundo reconoce y puede sacar algún significado de algunos cuentos clásicos como el de La Lechera; o todo el mundo sabe quién es Caperucita Roja. Bien, vayamos más allá. Todos podemos creer que nos han enseñado en casa algunos referentes relacionados con la buena educación: no comer chicle cuando te están hablando, no interrumpir una conversación, sentarse correctamente en una silla, no gritar ni abandonar un espacio armando jaleo… Voy a ir más lejos. Todo el mundo conoce la dirección de su casa, cuándo son las fiestas patronales, dónde está la ermita más querida del pueblo, de dónde viene tal o cual tradición, el equipo de fútbol de su localidad, quién es el alcalde, ¿no es así? Esos referentes son necesarios a la hora de tener un conocimiento mínimo que nos permita entender nuestro alrededor sin necesidad de recurrir una y otra vez a una definición. Sería parecido a lo de contar un chiste sin necesidad de explicarlo. Si lo tienes que explicar deja de ser un chiste.

Pues bien, ¿qué me dirían ustedes si les informo que vivimos en una sociedad donde los referentes están en peligro de extinción? Una sociedad en la que muchos jóvenes son casi incapaces de aprenderse su dirección, donde la educación se suple con la entrega de un móvil a tierna edad y donde la culpa nunca será del tutor legal. ¿Cuándo perdimos el norte?, ¿cuándo dejamos de observar el horizonte sabiendo dónde estábamos?, ¿cuándo dejamos de educar en casa para dar paso a las legiones de influencers incultos y maliciosos?

Se nos pide a los docentes que imaginemos un mundo bucólico donde enseñar siempre sea motivador, donde seamos los apóstoles de un rebaño-clientelar que necesita aprender jugando, que nunca jamás tendrá responsabilidad de sus actos pues así han sido educados. El caldo de cultivo más propicio para la frustración.

¿Alguien me puede explicar cómo se puede transmitir un conocimiento cuando prácticamente hemos perdido los referentes? ¿Qué metáfora podemos utilizar, común para todos en una sociedad, cuando somos incapaces de enseñar en nuestra propia casa lo básico? ¿Cómo buscar ejemplos si citando la palabra X (sustituya aquí la x por cualquier palabra medianamente rara como “colectivo”, “sinceridad”) cunde la desesperación (sustituya aquí “desesperación” por X)?

En las zonas rurales españolas son fundamentales estos referentes porque sin arraigo, sin un conocimiento de la cultura local, difícilmente podremos erigir, si es que todavía se puede, una sociedad en la cual sus ciudadanos vean su entorno y su pueblo como un lugar construido con las manos de la historia de todas sus familias y de los vecinos que llegaron. Como un lugar donde vivir, amar y poder quedarse si esa es su elección.

Nuestra sociedad ha convertido la cultura popular en producto. Se piensa antes en montar el bar para los que vayan a venir que en el propio proceso socializador de la fiesta. El producto es todo aquello donde pasarlo bien. Yo y solo yo. Individuo supera a comunidad. Y sociedad rural es comunidad… o no lo será.

Sin transmisión oral de lo que ves, de lo que sientes, de lo que fuiste, ¿cómo esperamos remontar? La despoblación es un problema multifactorial, pero la educación y la visión de toda la cultura popular como un producto podría considerarse uno de ellos. Les propongo que hablen con sus hijos o con sus alumnos sobre el ocio. El ocio equivale a consumo.  Consumo de fiestas, consumo de “ambiente”, consumo de “cuánta gente habrá”, consumo de masas a escala local. Lo demás no importa. La opción al consumo es una de las principales causas por las que se ve el medio urbano como la panacea a nuestros problemas. El “aquí no hay de nada” podría sustituirse por “aquí no tenemos posibilidad de consumir tanto como en la capital”.

La fiesta y la tradición, las charlas en la mesa del bar o del teleclub, la sociabilidad a través de los ensayos y de salir a la calle, los juegos en comandita por las calles y las plazas, los recados y las visitas… Todo ofrece conocimiento y referentes necesarios para entendernos y entender nuestro ambiente más cercano. Todo en franco peligro de desaparecer. Como citaba en mi libro “Lo rural ha muerto, viva lo rural”, un adolescente de mi pueblo se parece más a cualquier adolescente de cualquier lugar del mundo que a nosotros cuando éramos adolescentes. La pantalla como educación destructiva. Sigamos así, ya buscaremos luego culpables mientras la linde se acaba.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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