• Opinión
  • 5 de diciembre de 2025
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Las últimas innovaciones pedagógicas o el pueblo de las tres mentiras

Las últimas innovaciones pedagógicas o el pueblo de las tres mentiras

Foto:  Gerd Altmann – Pixabay

 

Licencia Creative Commons

 

Pedro López Tolosana

 

Uno de los grandes méritos del pedagogismo es haber conseguido que sus técnicas de elección se llamen “innovadoras”, frente a las “tradicionales”, y así poder salir con ventaja. Algo que recuerda el tradicional dicho ilerdense: ¿Cuál es el pueblo de las tres mentiras? Pues resulta que es Vilanova de la Barca, que no es villa, ni es nueva, ni tiene barca. Naturalmente, cuando fue fundada era nueva, y probablemente tuviera barca, o al menos tiene río. Nadie se detuvo a pensar que con el tiempo tal nombre perdería actualidad. Pues bien, el término Escuela Nueva, nacido a finales del siglo XIX ha sufrido el mismo destino. Si lo miramos en términos paleontológicos, es muy reciente, pero si lo miramos en términos de evolución técnica, ya no lo es tanto. Es como si a la aspirina coetánea, la llamáramos “la nueva pastilla“. La palabra «nueva» nos transmite automáticamente unas sensaciones falsas con respecto a las «innovaciones pedagógicas». La sensación real más bien debería ser la que sentimos cuando paseando por el centro del casco antiguo de cualquier ciudad leemos “Carrer Nou” –Calle Nueva- en una placa situada entre piedras erosionadas por los años.

Todas estas pedagogías son básicamente la misma cosa, al menos en la forma como los profesores las implementan en el aula: los alumnos hacen más cosas por sí mismos. Dicen tener como base el constructivismo, que en resumen viene a decir que los humanos vamos construyendo nuestro conocimiento interior a base de crear y reformular esquemas mentales. En realidad, estas «nuevas» pedagogías son una interpretación errónea de dicho constructivismo: de construir por parte del alumno sus esquemas mentales en el proceso de aprendizaje, a que sea el mismo alumno quien tenga que dirigir este proceso, hay una diferencia abisal.

Hay unas cuantas técnicas pedagógicas opcionales en este movimiento que se autodenomina innovador pero que ya tiene sus añitos. Para descubrir algunas sólo es necesario entrar en la web del proyecto “Ludus“. Allí descubrirán que hay nada menos que 800 tipos de magnífica pedagogía innovadora a elegir, lo que por sí mismo lleva irremediablemente a pensar en el redescubrimiento de la sopa de ajo. ¿Qué grado de novedad presentan estas corrientes? Tomemos algunos de los más exitosos a nivel de comercialización. Al aprendizaje basado en proyectos le pone nombre el pedagogo estadounidense William Heard Kilpatrick, con la publicación de su libro The Project Method, en 1918, el mismo año que el sintonizador de radio. Visto desde el presente, hace ahora siete años que se hubiera podido celebrar el centenario de su creación. Maria Montessori comienza a aplicar su método en 1907, lo que significa que también se nos hemos perdido la correspondiente celebración secular, y la primera escuela Waldorf se funda en 1919 en Stuttgart, con alumnos de familias obreras que trabajaban en la fábrica de cigarrillos Waldorf-Astoria. También nos hemos quedado sin celebración. Para ser honestos, mencionemos también una corriente surgida hace menos, en el 2002, la escuela lenta, una especie de anti-McDonalds educativo, que acaso por su misma naturaleza se lo tomó con mucha calma.

Pero hablar sólo de sus edades es ser generosos con ellas. Por lo que refiere a sus revolucionarias aportaciones, tenemos, por ejemplo, la importancia que se le otorga a la educación emocional, como si fuera algo que hasta ahora hubiera pasado desapercibido. Como el resto, esta gran idea no es más que un aspecto al que se le da mayor o menor importancia en función de la cultura que rodea al sistema educativo. De hecho, Platón, hace unos 2500 años, ya explicaba que al primogénito de los reyes persas, cuando cumplía catorce años, le dejaban en manos de cuatro eunucos: el más sabio, el más justo, el más moderado y el más valiente. El más moderado, en concreto, le enseñaba a «hacerse dueño de sus pasiones».

Con respecto al nuevo paradigma educativo, la propuesta estrella son las llamadas competencias básicas. A partir del conocido informe Delors, (“La Educación esconde un tesoro”, en la línea de las magnificencias) encargado por la UNESCO y publicado en 1996, se establecieron unos principios educativos en los que se proponían cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Uno nunca puede dejar de preguntarse las cantidades de dinero que se dedican a hacer estos informes. La reflexión experta es necesaria, pero la sensación de que se dan muchas vueltas en círculo para llegar al país de Perogrullo es también inevitable. Por poner un ejemplo antiguo de conceptualización de competencia, en sus Cartas a Lucilio, hace un par de miles de años, Séneca se quejaba de que “No aprendemos para la vida, sino para la escuela”, un informe Delors a la romana sin subvenciones europeas. De este debate pedagógico sobre la participación y esfuerzo del alumno podríamos encontrar ejemplos en toda la historia, como mínimo desde los griegos, sin mucho esfuerzo. Sirva como ejemplo paradigmático el caso de Michel de Montaigne, en el Renacimiento, que fue una especie de experimento (de gran resonancia, cuyo secreto, digámoslo de paso, fue la cantidad de recursos destinados) con la instrucción de todo tipo de pedagogías que hoy consideraríamos tradicionales o innovadoras.

De forma muy coherente, a la nueva evaluación paradigmática se la denomina «pruebas de competencias básicas»; se pasan a todos los institutos y escuelas en momentos concretos de las etapas educativas. Actualmente se realizan pruebas de las tres lenguas, de matemáticas y de tecnología. Las de las lenguas nativas consisten básicamente en comprensión lectora y escritura, que incluye la ortografía; las de la lengua extranjera, en una prueba con los clásicos listening, reading y writing. Las de matemáticas consisten en problemas matemáticos, cómo no. En definitiva, esta es la gran novedad de la evaluación competencial: comprensión lectora y problemas matemáticos.

Hemos empezado con un dicho leridano y acabaremos con otro universal: visto lo visto, todo más viejo que la tos.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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