- Opinión
- 4 de diciembre de 2025
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La sociedad catalana como juez ¿perdonará el grito de Fuenteovejuna en las aulas?

Lope de Vega: Vzpoura lásky (Fuente Ovejuna), režie Pavel Khek, fotografie Petr Chodura, inscenace Divadla na Vinohradech, 2023. / Petr Chodura_Wikipedia

La situación laboral del profesorado en Cataluña ha alcanzado un punto crítico que exige no solo reflexión, sino una respuesta colectiva firme. Lejos de la retórica institucional basada en la necesidad de pedagogías innovadoras y del bienestar emocional del alumnado —jamás del profesorado, pues este parece no sentir ni padecer a ojos de la administración—, la realidad cotidiana de los docentes se caracteriza por un deterioro sistemático de sus condiciones de trabajo. Recortes salariales nunca reparados, ausencia de actualizaciones retributivas acordes al coste de la vida,[1] incremento sostenido de la carga burocrática y falta de transparencia en la toma de decisiones así como de democracia en los centros educativos conforman un escenario que vulnera no solo derechos laborales básicos, sino también la calidad de la educación que el sistema dice defender.
A ello se suma un problema estructural que ninguna administración aborda con valentía: la creciente indisciplina en las aulas y la proliferación de agresiones verbales e incluso físicas hacia el profesorado y entre alumnos. Estas dinámicas, lejos de ser episodios aislados, se han normalizado como síntoma de la fragilidad institucional de los centros. Mientras tanto, los currículums de ESO y Bachillerato, vaciados de contenido y sometidos a reformas improvisadas, impiden afianzar aprendizajes sólidos. En resumen, se exige más al profesorado y, sin embargo, se le ofrece menos: menos recursos, menos tiempo, menos reconocimiento y, en no pocos casos, menos protección.
Desde una perspectiva académica, esta situación no constituye únicamente un conflicto laboral; es un problema político en el sentido más profundo del término. Pues el debilitamiento estructural de la profesión docente implica el debilitamiento de una de las bases de la democracia: la escuela pública. Sin estabilidad, autoridad, formación ni bienestar profesional, ningún sistema educativo puede aspirar a la equidad ni a la excelencia.
Es en este contexto cuando Fuenteovejuna de Lope de Vega adquiere una resonancia singular. La obra retrata a un pueblo sometido por el abuso sistemático del Comendador, representante de un poder arbitrario, despótico y ajeno al bien común. La respuesta colectiva —el célebre “Fuenteovejuna, señor”— no es solo un acto de resistencia: es la afirmación política de una comunidad que reconoce que su propia supervivencia depende de la unidad.
Sin embargo, el momento más significativo llega al final de la pieza, cuando los Reyes Católicos deben juzgar al pueblo. Lejos de condenarlo, los reyes perdonan a Fuenteovejuna porque comprenden que la rebelión no nace del caos ni de la barbarie, sino de la justicia. Entienden que un pueblo entero no puede conspirar para cometer un crimen injustificado, y perciben que su propia legitimidad como gobernantes depende de escuchar, proteger y amparar a quienes han sido víctimas de la tiranía. La justicia, en Lope, no consiste en castigar al rebelde, sino en entender lo que lo ha obligado a rebelarse.
En esta lectura, la metáfora contemporánea es clara. El profesorado catalán es hoy ese pueblo, empujado a una resistencia forzada por un sistema que abusa de su paciencia, de su tiempo y de su profesionalidad. Mientras que la sociedad es quien ocupa el papel de los reyes, ya que es el conjunto de la ciudadanía quien debe decidir si escucha o condena, si comprende o ignora, si valida las reivindicaciones docentes o las deslegitima. La sociedad catalana debe entender —como entendieron los reyes de Lope— que la rebelión del profesorado no es un capricho, sino un acto de responsabilidad ante un sistema educativo que se resquebraja.
Esta interpretación cobra aún más sentido cuando se observan ejemplos recientes de movilización exitosa, especialmente en Euskadi, donde el profesorado ha demostrado cómo la unión transforma lo que parece imposible. Así, en 2023, las huelgas educativas lograron mejoras en ratios y recursos. Pero ha sido durante este año cuando el paralelismo con Fuenteovejuna se ha vuelto más evidente: tras nueve jornadas de huelga y una presión sostenida, el profesorado conquistó un acuerdo histórico: reducción de carga lectiva, incorporación de cientos de nuevos profesionales, mejoras salariales acumuladas, estabilización del personal interino y compromisos reales de desburocratización. Todo ello fue posible porque la comunidad docente actuó —literalmente— como un solo cuerpo, pronunciando al unísono y de forma férrea un “Fuenteovejuna, señor” contemporáneo.
Este contraste es especialmente pertinente para Cataluña, puesto que el profesorado no puede luchar solo. En la obra de Lope, el pueblo vence porque actúa unido, pero también porque los reyes deciden escuchar. Sin ese reconocimiento final, la justicia no habría sido posible. Hoy, esa figura regia la encarna la sociedad. Son las familias, los ciudadanos, las instituciones y los medios quienes deben decidir si avalan la precarización docente o si se posicionan al lado de quienes sostienen el derecho a una educación pública y de calidad.
No basta con simpatizar en silencio: hace falta un pronunciamiento claro, un apoyo explícito, una presión colectiva que impida a las administraciones seguir ignorando lo evidente. Porque, igual que en Fuenteovejuna, la justicia no llegará por inercia. Llegará cuando la comunidad entera —profesorado, alumnado y sociedad— entienda que defender a los docentes es defender el futuro del país. Y cuando ese día llegue, las administraciones no tendrán más opción que reconocer la legitimidad de la rebelión y trabajar para dignificar la profesión de quienes sostienen la educación pública y, con ella, la calidad democrática del país.
Es hora de que la sociedad catalana hable. Es hora de que nos unamos y gritemos fuerte, sin ambigüedades, “Fuenteovejuna, señor”.
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[1] Véase el reciente estudio Retribucions dels professors de secundària a Catalunya: una situació insostenible.
Fuente: educational EVIDENCE
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