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  • 3 de junio de 2024
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José Valenzuela: “Locura es una manera distinta de ver y relacionarte con el mundo”

José Valenzuela: “Locura es una manera distinta de ver y relacionarte con el mundo”

Entrevista a José Valenzuela, ingeniero y doctor en Humanidades

José Valenzuela: “Locura es una manera distinta de ver y relacionarte con el mundo”

 

El ingeniero y doctor en Humanidades; José Valenzuela.Imagen: cortesía del autor

License Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Confieso que no sé quién es José Valenzuela. Seguramente no haya una etiqueta suficientemente amplia como para definirle. Hace tiempo que escucho hablar de él, siempre anda implicado en proyectos artísticos y científicos muy interesantes. ¿Hombre del futuro que escribe sobre Don Quijote? ¿Hombre del  Renacimiento especialista en Coetzee y en el estudio de las emociones? ¿Psicogeógrafo? Lo mejor será que sea el mismo quien nos explique de qué tratan sus investigaciones…

 

Eres Lab Manager en un Laboratorio multidisciplinar de la Universitat de Barcelona. ¿Qué hacéis allí? ¿Qué tipo de gente os visita?

El Brainlab es un laboratorio de neurociencia cognitiva fundado por el Dr. Carles Escera en el que se investigan distintos mecanismos cerebrales relacionados con procesos como la atención o la memoria. Casi todo nuestro trabajo tiene en común el hecho de estar enfocado al sistema auditivo, aunque a partir de ahí, las ideas explotan hacia ámbitos muy diferenciados. Tenemos a investigadoras enfocadas en tratar de entender cómo nuestro cerebro es capaz de identificar que un estímulo ha nacido de nuestras propias acciones. ¿Por qué puede ser interesante algo tan aparentemente simple? Porque así podemos, por ejemplo, comprender mejor qué sucede en la esquizofrenia con esas voces que, según las personas que la padecen, se sienten como ajenas, cuando en realidad, como podemos suponer, nacen de sus propios cerebros. También trabajamos en comprender cómo aprendemos a procesar los sonidos y, a partir de ahí, el lenguaje.

“Tratamos de desarrollar algoritmos de inteligencia artificial capaces de encontrar patrones en las señales cerebrales que, por limitaciones de cómputo, hoy en día no podemos encontrar con métodos estadísticos clásicos”

O, permíteme barrer para casa, yo estoy llevado a cabo una investigación en la que junto a un fantástico equipo de desarrolladores (Laura, Albert, si leéis esto, os quiero) tratamos de desarrollar algoritmos de inteligencia artificial capaces de encontrar patrones en las señales cerebrales que, por limitaciones de cómputo, hoy en día no podemos encontrar con métodos estadísticos clásicos. El proyecto que tenemos más puntero dentro de esta rama es una tecnología que estamos desarrollando y que puede detectar potenciales retrasos en el neurodesarrollo del lenguaje de un bebé con tal solo tomar una medida de EEG (encefalografía) al nacimiento.

Como podrás suponer, todo este trabajo necesita perfiles de lo más dispares. Matemáticas, físicos, ingenieros, psicólogas, biólogas, genetistas, médicos… por tener, hemos tenido hasta lingüistas, filósofos o arqueólogas.

¿Qué son “estudios literarios cognitivos”?

Te lo resumiría en que es una de mis pasiones, aunque intuyo que un dato tan irrelevante poco podrá ayudar a quien desconozca esta línea de investigación tan apasionante. Se trata de aplicar un giro cognitivo, o de los estudios de la mente, a la teoría literaria clásica o la narratología. Esto, que puede sonar bastante rompedor, en realidad no lo es tanto. A fin de cuentas, desde la teoría literaria se vienen investigando distintos procesos y mecanismos que mucho tienen que ver con la mente humana. Cómo nos emocionamos con un texto, qué mecanismos emplea determinado autor para hacernos sentir transportados al mundo posible de la ficción, qué hace que sintamos una historia como algo tan personal a pesar de que lo haya escrito una persona que puede haber nacido en otro siglo y haber vivido en la otra punta del mundo… me parece fascinante, la verdad.

En concreto, en el doctorado que realicé en este tipo de estudios investigué las maneras en que Coetzee es capaz de provocarnos emociones de profundo calado mediante dos capas distintas: la propiamente narrativa (la historia que se cuenta) y la estrictamente estilística (cómo se construye mediante mecanismos textuales). A partir de ahí, por supuesto, nacieron muchas más reflexiones que me gustaría abordar tarde o temprano: ¿cómo nos podemos emocionar tan profundamente frente a este tipo de acontecimientos que sabemos que no han tenido lugar, y estamos tan anestesiados frente a nuestra realidad más inmediata?

¿A qué te dedicaste en el Nanomaterial and Microsystems Group (Universitat Autònoma de Barcelona)?

Allí trabajé cerca de cuatro años como técnico de laboratorio ayudando a desarrollar distintos sistemas de microelectrónica que permitieran conocer en mayor profundidad ciertas características de los nanomateriales. ¿Conoces el grafeno? Todo ese auge de proyectos enfocados en encontrar aplicaciones para ese tipo de material viene precisamente de sus características en la escala nanométrica, que es donde se mueve. Eso puede utilizarse, por ejemplo, para un almacenamiento de hidrógeno más eficiente. Para que te hagas una idea, cuando reducimos un material a la nanoescala, este se comporta de otra forma a como lo haría con dimensiones más manejables. En algo así estuvimos trabajando, y permíteme dejarlo en “algo así” porque normalmente las líneas de investigación suelen llevar cierto componente confidencial. Fueron años de retos muy divertidos, ya que teníamos que lograr llegar a precisiones de fentaamperios (10-15 amperios) o lograr obtener condiciones de ultra alto vacío (entre 10-7 y 10-12 mbar). Suena a ciencia ficción, pero me hubiera encantado enseñarte alguna foto de los dispositivos envueltos en papel de plata.

¿Qué es la Ingeniería Biomédica? ¿Cómo descubriste este camino profesional?

La ingeniería biomédica es una rama de la ingeniería enfocada en el ámbito médico, sea en un hospital, una empresa o un laboratorio de investigación. Yo opté por eso último, aunque también trabajé unos años en el departamento de innovación de un hospital universitario. El ingeniero biomédico puede acabar especializándose en desarrollar máquinas de imagen médica, analizar señales fisiológicas o, por ejemplo, estudiando materiales biocompatibles para trasplantes.

En mi caso particular, desde el principio de mi carrera tuve claro que quería aprovechar mis conocimientos en ingeniería para ayudar a la sociedad. Esto suena tal vez un poco naif, y cualquiera podría decir que de manera más o menos directa, se acaba logrando se trabaje donde se trabaje, pero yo quería ver esa línea recta entre mi trabajo y la persona beneficiada por el mismo. Como cuando empecé a estudiar aún no existía esta disciplina, arranqué con una ingeniería en electrónica que más adelante amplié con otra superior en automática, lo que vendría a estar emparentado con la robótica y los sistemas, pues eso, automáticos. Cuando apareció el máster en ingeniería biomédica, yo justo llevaba un tiempo trabajando en neurociencia, por lo que me pareció un paso lógico. Y estoy muy contento con el resultado.

En una investigación de la que formaste parte, ¿es posible que estudiarais qué tipo de reacciones emocionales suscitan los espacios de recogimiento cristiano?

Esta investigación es loquísima, y lo digo en el mejor de los sentidos. Yo llevaba tiempo fuera del laboratorio en mi periplo por el hospital que te comentaba antes y, después, por un laboratorio de realidad virtual. Salí de allí probando otro tipo de empleos (hasta caté la enseñanza secundaria en un instituto), pero mi mujer se quedó embarazada y decidí buscar un destino que me permitiera estar el máximo tiempo posible con mi familia. Por entonces, una arqueóloga de la Universidad de Barcelona había levantado un proyecto de investigación de dos millones de euros y necesitaba a un neurocientífico, por lo que acudió a Carles, mi jefe actual. Carles necesitaba a su vez a alguien que dominara de neurociencia, ingeniería, acústica… y en una conversación casual que tuvimos, acabamos decidiendo que tocaba volver al laboratorio.

“En determinadas cuevas con arte rupestre se identificó una acústica especial respecto a otras cuevas similares de alrededor donde no había ninguna pintura”

El proyecto, para resumirlo rápido y (espero que no del todo) mal, viene a investigar el papel del sonido en el pasado. Te pongo un ejemplo. En determinadas cuevas con arte rupestre se identificó una acústica especial respecto a otras cuevas similares de alrededor donde no había ninguna pintura. Algunos arqueólogos tienen la hipótesis de que los chamanes de la época (estamos hablando del neolítico, con sociedades de cazadores recolectores ancladas a protorreligiones de carácter animista; creían que la naturaleza tenía alma, por así decirlo) elegían esos lugares porque al llevar a cabo sus rituales, con la música de los tambores o las flautas de hueso o, por supuesto, los cánticos, lograban llegar a experiencias de mayor mística por el hecho de escuchar cómo todo retumbaba, ya que, según su perspectiva, debían sentir que la montaña les respondía. No hace falta ser ningún especialista para comprender que de alguna manera, la acústica de catedrales o iglesias funciona del mismo modo. Altas reverberaciones, ecos, etcétera. Aquello les llevaba a un trance que, para qué engañarnos, debía venir acompañado de la ingesta de sustancias, o de técnicas como meterse en agua helada, o jugar con la respiración.

Cueva de Altamira (Santillana del Mar –  Cantabria) Foto: Educational Evidence

El plan de trabajo incluía un buen puñado de destinos por todo el mundo, con cuevas con acústicas de lo más alucinantes, pero el COVID apareció y nos estropeó un poco los planes. Aunque sólo un poco. Una de mis compañeras, Samantha, acabó llevando a cabo la investigación a nivel online, ya que, si buscas por Internet, encontrarás acústicas de muchísimos lugares de interés, y entre ellos, de iglesias. Su trabajo fue convolucionar música (litúrgica y secular, para poder comparar condiciones) con esas acústicas, de manera que, y con esto te explico lo que quiere decir convolucionar, se acaba escuchando un estímulo acústico concreto (la música) tal como se escucharía en un lugar determinado (la acústica). Los resultados demostraron que acabamos teniendo una sensación de mayor trascendencia ante acústicas de esos espacios de recogimiento, mientras que el efecto de la propia pieza musical no era tan relevante. Claro, se contempla el hecho de que las audiencias del experimento no eran las mismas que las de la época en que se compusieron, pero bueno, es un avance.

Si no voy desencaminado, uno de tus campos de investigación trata de relacionar la creación literaria con los llamados trastornos de salud mental…

La locura es un campo de investigación que me ha fascinado desde siempre. Es decir, esas mentes procesan la realidad de maneras muy alejadas a las que entendemos como normales o convencionales, y me atrae mucho entender qué es lo que sucede para que esto sea así. Sobra decir que es un campo que me interesa mucho conocer desde la psicología clínica y la psiquiatría, pero la literatura y el resto de formatos ficcionales le suman el componente creativo del autor/a. Es, por decirlo así, la visión de una mente loca procesada por otra mente, o incluso a veces, la creación artística de esa propia mente loca, trastornada, y me impresiona ver qué hay ahí dentro. ¿Has visto las composiciones de art brut de algunos pacientes de hospitales psiquiátricos? No hay que pensar en art brut como sinónimo de arte loco, pero sí que ha tenido siempre, desde el nacimiento del término, un espacio para este. Las obras que llegan a crear esas personas son… hipnotizantes.

“Es, por decirlo así, la visión de una mente loca procesada por otra mente, o incluso a veces, la creación artística de esa propia mente loca, trastornada, y me impresiona ver qué hay ahí dentro”

Según tu Tesis Doctoral, Hacia tierras lejanas. Emoción y cognición en la lectura de ficciones literarias. Un análisis de la narrativa de J.M. Coetzee (Universitat Pompeu Fabra, 2016, dirigida por Domingo Ródenas de Moya), el anciano escritor dijo en una ocasión:  “To write a novel you have to be like Atlas” (pág.302). ¿Podrías desarrollarlo?

Probablemente la gente lo entienda mejor con ese otro ejemplo clásico del escritor que dice que tal personaje se negó a morir cuando estaba escribiendo su final. Dejando a un lado la parte fantástica del asunto, tiene todo el sentido del mundo. Construir una novela es, de alguna forma, construir un universo donde piensas en un estado inicial de las cosas y las pones a andar. El número de elementos variará con la complejidad de la novela, pero son un buen puñado de seres, lugares y momentos que irán evolucionando a nuevos estados. Un sistema dinámico, por así decirlo. Así, la idea inicial que tendremos de nuestros personajes se irá ampliando y perfeccionando conforme vayamos escribiéndoles y les vayamos poniendo en distintas situaciones, ya que, de esa forma, les iremos conociendo mejor. Coetzee, que es un maestro en este arte, lo supo resumir de maravilla en la figura de Atlas, ese titán que lleva el mundo a sus espaldas. El escritor, cuando escribe, carga ese mundo sobre él y deja que vaya pasando el tiempo, que las relaciones entre los personajes tengan lugar, y que todo vaya evolucionando hacia el destino deseado. Que se acabe llegando a ese o a otro también será resultado de esa evolución, claro.

¿Qué consejo le darías a un joven científico español que estuviera empezando a investigar?

En primer lugar, que siga ese camino si realmente le apasiona la investigación. Estoy aburrido de ver cómo la gente toma decisiones por cuestiones meramente prácticas y circunstanciales, y aunque respeto al máximo lo que acabe eligiendo cada cual, me parece que es la mejor manera posible de acabar teniendo una vida infeliz. O bueno, me corrijo: que pruebe la vía de la investigación, y si no le convence, que lo deje sin remordimiento alguno. Aquí no hay que ser completista, que vida sólo hay una.

“Estoy aburrido de ver cómo la gente toma decisiones por cuestiones meramente prácticas y circunstanciales, y aunque respeto al máximo lo que acabe eligiendo cada cual, me parece que es la mejor manera posible de acabar teniendo una vida infeliz”

Dicho esto, y siendo más prácticos, le diré que se haga a la idea de que le va a tocar viajar al extranjero unos años, y quién sabe si no se tendrá que quedar allí. Y si opta por no desplazarse demasiado y quedarse aquí, le va a tocar desarrollar un buen olfato político, porque se va a tener que ganar su plaza con herramientas que no siempre serán las obvias (y por obvias me refiero a méritos académicos, publicaciones, etcétera). Es triste decirlo, pero en muchos departamentos de muchas universidades, los nombramientos y procesos de contratación siguen funcionando no a dedo, pero casi. He visto casos de plazas donde un pretendiente con un perfil de esos que impresionan se ha quedado con cara de tonto al ver que le pasaba por delante alguien sin apenas vida fuera de las cuatro clases que ha dado en la facultad. Es triste, sí. Y ante eso, o luchas por que las cosas cambien, que sería lo adecuado, o aprendes a adaptarte y labrarte tu futuro lugar. Mi yo de hace unos años, mucho más idealista, hubiera dicho que o la primera opción o nada; mi yo de ahora, que a fin de cuentas soy técnico y lo veo todo desde la barrera, es más pragmático y diría que en esta vida hay que ser espabilado y que se puede pelear por una sociedad mejor teniendo un plato caliente en la mesa y un techo sobre tu cabeza. Y que cada cual lo interprete como prefiera.

Ah, y también le diría que valore nuestras circunstancias como país. Es decir, que entienda que un investigador español, al ir al extranjero, acostumbra a demostrar, si es válido, muchas más habilidades que cualquier otro. ¿El motivo? Que nos tenemos que buscar la vida con menos recursos. Sonará a chiste, pero me lo han contado muchas antiguas compañeras del laboratorio que aquí tenían que programarse sus experimentos y llevarlos a cabo con equipos digamos que no demasiado punteros (cuando no obsoletos), y de golpe llegan a laboratorios estadounidenses donde la tecnología es de ciencia ficción y las personas que han aprendido en esos entornos apenas saben pedir cosas, pero no hacerlas. Algo bueno tenía que tener.

¿De qué hablasteis con el escritor Vicente Luis Mora en diciembre de 2023?

Fueron unas jornadas donde precisamente estuvimos hablando sobre qué son los estudios literarios cognitivos, así como también pusimos ejemplos de las distintas maneras de acercar disciplinas para abordar este tipo de investigación que puede ir de lo puramente teórico hasta lo más aplicado, analizando señales cerebrales o imágenes de resonancia magnética durante la lectura de una obra.

“Comenté la importancia de los espacios de indeterminación en un relato, y cómo los rellenamos con nuestra propia experiencia, haciendo de la lectura el acto receptivo más íntimo”

Por mi parte, realicé una introducción a la disciplina y traté no tanto de hablar de mi investigación como de presentar el máximo de cuestiones relacionadas con este tipo de estudios. Hablé, por ejemplo, de cómo un texto narrativo es capaz de provocar emociones muy reales, o de los diferentes tipos de emociones, o también comenté la importancia de los espacios de indeterminación en un relato, y cómo los rellenamos con nuestra propia experiencia, haciendo de la lectura el acto receptivo más íntimo. Incluso me atreví a relacionar la homeostasis, la tendencia de todo organismo vivo por buscar las mejores condiciones para su supervivencia, con el nacimiento de la cultura y, por ende, la lectura de ficción.

Vicente Luis, por su lado, nos deleitó con la lectura de un ensayo en el que identificó las distintas formas de plasmar los procesos memorísticos que han tenido distintos autores de literatura española contemporánea. Fue magnífico poder presentar a la audiencia un ejemplo ideal de cómo se puede investigar en este ámbito de estudio tan molón. Y bueno, tuve la oportunidad de dar un fuerte abrazo a Vicente Luis, que ya tocaba. Lo admiro mucho.

¿Por qué te hiciste ingeniero? ¿Cómo acabaste en un Doctorado de Humanidades?

Me hice ingeniero porque siempre he tenido la manía que querer entender cómo funciona todo y me encantan la ciencia, las matemáticas y las nuevas tecnologías. Mi idea era sencilla: poder llegar a diseñar o crear máquinas que pudieran ayudar a personas como mi yaya. Eso me hizo decantarme por la ingeniería electrónica, aunque como he comentado antes, poco a poco fui virando hacia la ingeniería biomédica, mucho más afín a mis intereses.

“Descubrí que la teoría literaria, y sobre todo las ramas que se centran en los fenómenos asociados a la lectura, eran muy cercanas al estudio de la mente”

Lo curioso de todo esto es que cuando me tocó elegir bachillerato, no tenía claro si optar por el tecnológico o el humanístico. También quería estudiar periodismo, ya que me encanta escribir. Fue entonces cuando una buena profesora me dijo que si optaba por la ingeniería, más adelante siempre podría escribir, mientras que si elegía el camino a la inversa, era difícil que luego encontrara el rato para ponerme a estudiar integrales dobles o transformadas de Laplace. Y oye, tuvo razón. Al acabar las distintas ingenierías, decidí que tocaba recuperar mi lado más humanístico. Me dediqué a comprar libros y libros para ir construyendo una biblioteca más amplia, ya que mis lecturas hasta entonces se habían limitado a lo fantástico y la ciencia ficción, lo que es genial, pero me daba la sensación de que me faltaba rodaje en otros géneros. Y empecé un máster en creación literaria. Allí fue donde descubrí que la teoría literaria, y sobre todo las ramas que se centran en los fenómenos asociados a la lectura, eran muy cercanas al estudio de la mente. Hablé con Domingo Ródenas, el por entonces coordinador del máster, y vimos que teníamos intereses en común. Y luego vino el doctorado con Domingo como director.

¿Qué es la conciencia?

¡La leche! Qué preguntón. Empezaré por decir, porque soy un tipo precavido, que no puedo responder a esa pregunta en su totalidad, ya que me falta conocimiento en ámbitos como la filosofía. Mi acercamiento siempre ha venido desde la neurociencia y la psicología, y desde ahí te puedo decir que, si tuviera que resumir la complejidad del concepto de conciencia en pocas palabras, diría que conciencia (no entraré en debates sobre si conciencia o consciencia, ya entendemos de qué estamos hablando en este contexto) es el resultado epifenomenológico de la actividad cerebral (o sea, que surge de él) que nos permite reconocernos a un nivel interno mediante el pensamiento o la introspección y también reconocernos respecto al instante y lugar en el que estamos, así como también reconocer todo lo demás que no forma parte de ese yo. Vamos, que la conciencia nos permite darnos cuenta de quiénes somos y de qué no somos, y pensar sobre ello. Aunque siempre me ha gustado más resumirlo en que es una ficción que creamos para entender todo este mejunje de estados internos, percepciones externas y demás actividad corporal (y cerebral, claro, que no deja de ser una parte del cuerpo). Nos contamos a nosotros mismos, y nos contamos dónde estamos.

“La conciencia nos permite darnos cuenta de quiénes somos y de qué no somos, y pensar sobre ello”

¿Por qué Coetzee y Lovecraft?

Coetzee es un autor que son muchos en uno. La versatilidad que tiene para construir todo tipo de obras, unas con forma de novela, digamos, clásica, y otras puramente experimentales, es excepcional y pocas veces vista en la historia de la literatura. Por otro lado, su estilo se ha ido convirtiendo con el paso de los años en portador de una prosa digna heredera de la de Beckett, una de sus mayores influencias, logrando aquello que buscaba el maestro irlandés de que había que desnudar el estilo de todo lo accesorio para que sólo quedara lo esencial. Y luego, por otro lado, su manera de adentrarse en las complejidades del ser humano y sus emociones, llegando a conmocionarnos con las historias que construye, me parece única.

Lovecraft me fascinó desde el principio (como supongo que a la mayoría de sus seguidores) por su capacidad para crear ese complejo universo repleto de criaturas cósmicas y demás seres indescriptibles. Además, su habilidad para crear atmósferas terroríficas no sólo por lo obvio, sino por su vertiente psicológica, me dejó alucinado desde los primeros relatos que leí, que como supondrás, fueron los Mitos de Cthulhu. Es muy difícil enfrentar lo insignificante del ser humano con la inmensidad de nuestro universo (o universos), y creo que Lovecraft lo hizo de maravilla.

¿Qué lees últimamente?

Leo menos de lo que me gustaría porque mi segundo hijo nació hace cuatro meses y bueno, qué te voy a contar. Pero intento leer de todo, dentro de que tengo un importante interés por la literatura posmodernista. O metamodernista, que descubrí el término hace relativamente poco gracias a mis amigos de Mutatis Mutandis y he desarrollado una pequeña obsesión por tratar de identificar las obras que podrían adscribirse a ese concepto. David Foster Wallace, series como Atlanta o Fleabag, y mi dios en la tierra, Charlie Kaufman, serían ejemplos paradigmáticos.

Foto: cortesía del autor

Pero me estoy yendo por las ramas. Ahora mismo estoy leyendo ‘La península de las casas vacías’ de David Uclés (Siruela), una obra con una prosa excelente y que construye un relato plagado de realismo mágico que me está encantando y recomendaría a todo el que quiera leer algo sobre la Guerra Civil desde un punto de vista originalísimo y que derrocha ternura en su trato de los personajes. También ando con ‘Todas las familias felices’ de Hervé Le Tellier (Seix Barral), recomendación de Joan Flores Constans, mi francófilo favorito, porque sabe que mi padre se fue a por tabaco cuando yo era un crío y es un tema que me remueve (y, por tanto, me interesa). Él tiene la teoría (Joan, no Le Tellier) de que la narrativa de los autores que han sido abandonados o son huérfanos es reconocible en ciertos rasgos. Y joder si acertó con la recomendación. En cada página me veo identificado, y eso que la vida del autor y la mía no se parecen en nada.

No puedo dejar de recomendar ‘Grimmish’, de Michael Winkler (Mutatis Mutandis), porque es una locura de libro inclasificable. Sí, parece que viene a ser la biografía de un boxeador, Joe Grim, que se hizo famoso por no ganar ni un combate pero lograr que nunca lo tumbaran. Pero es que la cosa explota y se convierte en crónica de la crónica, pero luego se ficcionaliza, aparecen reflexiones sobre teoría literaria o acabas leyendo a un chivo muy malhablado hablar sobre el dolor físico. Locurón para lectores valientes, sin duda.

Y no quiero dejar de recomendar cualquier novela o relato de Laura Fernández. Dejando a un lado su estilo tan característico y reconocible, tiene una imaginación que ya quisiera yo para mí. Me recuerda a la de los mangakas o autores nipones como Yasutaka Tsutsui, que parecen no tener ningún tipo de límite a la hora de proponer personajes, temas o situaciones por muy imposibles que puedan parecer a priori. Eso es un don.

¿Qué es la locura? ¿Existe?

Veo que me quieres hacer sudar hasta la última pregunta. Menudo melonazo, el de la locura. Escribí un cómic sobre el tema y aún no tengo claro cómo definirla, aunque me gustó mucho la forma en que la explica Laura Martín, de la Revolución Delirante, que voy a modificar levemente: locura es una manera distinta de ver y relacionarte con el mundo.

Lo que sí te diré es que no me gusta usar locura como sinónimo de enfermedad mental, porque creo que con ello se reduce toda la complejidad de la primera (y que debería abarcar aspectos filosóficos, sociales, psicológicos…) al biologicismo de lo segundo. Tampoco quiero que se entienda que digo que no existe la enfermedad mental, porque para nada pienso eso. (Disculpa si matizo tanto, pero en el tema de la locura el lenguaje lo es todo). Dicho esto, te diría que la locura existe en cuanto la hemos intentado definir o capturar con palabras. Sí, es una respuesta un poco tramposa porque, de esa manera, la locura siempre seguirá existiendo, aunque con distintas formas, conforme vayamos redefiniéndola con el tiempo. Pero creo que eso es lo que hace tan interesante el término, ya que lo asocia a cada época y sociedad. Qué loco, ¿no?


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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