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- 28 de enero de 2025
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Joan Maragall, defensor de la LOMLOE

Joan Maragall, defensor de la LOMLOE
¿Nos centrábamos en el “aprendizaje automático” antes de la aprobación de la LOMLOE, en el año 2020?

La reciente edición crítica en tres volúmenes de la obra en prosa de Joan Maragall, preparada por Lluís Quintana e Ignasi Moreta para la Biblioteca Clàssica Catalana de Edicions 62, nos ha permitido acceder a lo que pensaba de los más diversos temas, porque no únicamente nos proporciona sus materiales periodísticos y teóricos en un orden racional, sino que además nos es permitido, por primera vez, situar a Maragall en la sala de máquinas del Diario de Barcelona entre 1892 y 1901 y ver cómo trabajaba no sólo como escritor sino también como periodista, e incluso como gacetillero. La importancia de esa etapa de formación ya la había señalado Josep Pla hace mucho tiempo. Como no podía ser de otro modo, encontramos en el primer volumen de la obra un artículo sobre educación totalmente nutritivo y lleno de sustancia.
“Sobre educación” vio la luz el 24 de diciembre de 1896, y era reseña de Apuntes e ideas sobre educación a propósito de la enseñanza secundaria, publicado por Ricardo Monner Sans en Buenos Aires. Como buen amigo y corresponsal de Giner de los Ríos que fue Maragall, se adscribe a la corriente pedagógica más progresista. Pero dejemos que sea Maragall mismo quien nos hable: “El señor Monner Sans, de acuerdo con las modernas autoridades pedagógicas, cree que la instrucción no es más que una parte de la educación, y que la enseñanza no ha de consistir en hacer aprender automáticamente con sus demás facultades y con sus órganos. La enseñanza, y especialmente la primera y segunda enseñanza, no deben aspirar a obtener portentos de retención mental ni sabios en agraz, sino a formar hombres, y hombres equilibrados” (I, pág. 452). No se puede negar la modernidad, y aún más, la rabiosa actualidad de estos planteamientos.
Ya hemos vistos los dardos que Maragall dirigía hacia la educación memorística; no es la única metodología que combate; a continuación cobra el excesivo racionalismo positivista, del que también se reía Unamuno: “Pero parece que en la República Argentina, como en otras naciones, si bien estas ideas gozan de gran favor en las academias y hasta en los preámbulos de las leyes, no están bastante maduradas para nutrir la parte dispositiva de estas últimas, que propenden todavía a un intelectualismo funesto para las generaciones que en él se van formando” (I, pág. 453).
La edición de Quintana y Moreta nos permite conocer al Maragall más romántico, tanto en su concepción religiosa, cívica y teórica como en su visión del mundo y de las sociedades. Ese romanticismo pleno de Maragall era una reacción legítima contra el mundo plúmbeo y chato de la Restauración. Es innegable que las reformas ginerianas dinamizaron un contexto marmóreo y momificado, estático y también dogmático. No es el único pensador que se declara partidario de la vida contra las rigideces académicas: también, por ejemplo, Montaigne, reaccionaba contra las prótesis del escolasticismo proponiendo un abordaje poco o nada directivo de la educación, en 1588.
En 1895, las competencias educativas aún dependían del Ministerio de Fomento, y el titular de esa cartera la ostentaba Aureliano Linares Rivas, el padre del famoso dramaturgo, conservador canovista. Ministro de Educación no lo tuvo España hasta abril de 1900. Para Maragall, la pedagogía no era una ciencia, y la educación debía ser un asunto depositado básicamente en manos de madres bien educadas No debía haber frontera clara entre el ámbito familiar y el espacio académico, como sugieren los reformistas actuales. Si bien recomendaba que las mujeres recibieran una buena instrucción, también es cierto que las relegaba al ámbito doméstico y las concebía unidas indisolublemente a la reproducción y el cuidado de los niños. Las pioneras catalanas Dolors Montserdà y Carme Karr no se apartaban demasiado de esta concepción liberalburguesa.
La pregunta que nos compete a nosotros podría ser: ¿siguen siendo innovadoras esas ideas ultrarrománticas de Maragall ciento treinta años después? ¿Era la educación española hace veinte años ultramemorística, deshumanizada, funcionarial, excluyente, ultraintelectualista, espesa y desértica como a finales del siglo XIX? ¿Nos centrábamos en el “aprendizaje automático” antes de la aprobación de la LOMLOE, en el año 2020?
Fuente: educational EVIDENCE
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