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  • 7 de junio de 2024
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Hay un monstruo en el lago. El mundo como lugar fantástico

Hay un monstruo en el lago. El mundo como lugar fantástico

Hay un monstruo en el lago

El mundo como lugar fantástico

Editorial Debate

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Fe y turismo: paseando con el Monstruo del Lago Ness

El nuevo libro de la incansable Laura Fernández, que aún tiene en su haber libros calentitos como la monumental novela La señora Potter no es exactamente Santa Klaus (Random House, 2021) y la recopilación de cuentos Damas, caballeros y planetas (Random House, 2023), trae algunas novedades y un cambio de tercio en cuanto a género literario. No hay duda de que Hay un monstruo en el lago es un ensayo, entre otras cosas porque ha sido publicado en una colección de ensayo breve, pero no es sólo un ensayo, porque yo diría que es también un texto novelesco, quiero decir narrativo, y al estilo fernandecesco, es decir, lleno de mayúsculas, ironía, incisos, sorpresones y vivacidad, protagonizado por la propia Laura Fernández, y también una crónica, un relato de un viaje a Inverness y sus alrededores, y también un reportaje. Pienso que se olvida demasiado a menudo que Laura Fernández es una de las mejores periodistas culturales en activo hoy en el país, y si visitáis su página de autora del periódico El País, os quedaréis boquiabiertos de la cantidad de años que hace que toca absolutamente todos los temas más molones: las mejores series, los mejores libros, los más raros, la mejor música y la prosa más inteligente y vivaz que se pueda desear.

En sus presentaciones y actuaciones públicas, la autora no se cansa de decir que los objetos inanimados animados (el lector de Laura Fernández ya sabrá de qué estoy hablando) son aspectos de su biografía o proyecciones de sus estados de ánimo, lo cual puede significar que una cafetera, una maleta, un fantasma o un dinosaurio pueden convertirse en vehículos de la voz autorial, algo así parecido a como cuando Ricky (de Ricky y Morty) se enrolla con colectividades mundiales uniconscientes que hablan con una voz única o integrada, pero aquí la novedad es que el dinosaurio (porque Nessie es una plesiosauria, por si no lo sabían) parece que no existe. Y esta anomalía fernandeciana, ¿qué provoca? ¿A través de quién habla esta vez la narradora, puesto que el dinosaurio esta vez parece que no acaba de poder existir?, ¿Con quién se identifica? Respuesta: con los NESSIE HUNTERS, el abigarrado colectivo de creyentes que se pasa la vida intentando fotografiar o grabar al monstruo, la plesiosauria, que podría haber llegado al lago más famoso del mundo a través de alguno de los misteriosos túneles que lo conectarían al Mar del Norte. Y entre esos cazadores del monstruo los hay verdaderamente pintorescos, como el estafador y depredador sexual Frank Searle, que vendía fotografías falsas que eran reproducciones de postales de apatosaurios, que se instaló en una tienda de campaña y luego en una caravana al lado del lago durante décadas para reclutar amantes; o el cirujano que fotografió un muñequito a instancias de un director de cine fracasado para simular la fotografía más archiconocida del monstruo, o los historiadores más honrados que de algún modo creían en algo y eran tan nobles como el agente Mulder (el elogiado y añorado Tim Dinsdale, por ejemplo). O como los Torquil, que vendieron el velero en el que vivían para comprarse un camión militar que les sirvió a la vez de hogar y de centro de operaciones para tratar de localizar a Nessie, entre muchos otros con biografías extrañísimas.

Por lo tanto, el libro no se centra en la peculiar existencia creída o supuesta del monstruo del Lago Ness, sino que reflexiona, como Temporada alta (Sloper, 2019), de Nadal Suau, sobre la realidad semirreligiosa del turismo y las peculiaridades que engendra. Por ejemplo, una competencia entre los peluches de vacas típicas con flequillo y los muñecos de plesiosaurios, o los cruceros monotemáticos. O el hecho de desvelar que, con toda seguridad, el matrimonio que levantó la liebre sobre la existencia de Nessie en 1933 lo hizo, inspirado por la película King Kong, para atraer viajeros a su zona y a su ignoto hotel.

Laura Fernández va descubriéndonos los entresijos de una historia real demasiado inverosímil con el estilo animado e inteligente que la caracteriza. J. G. Ballard ya nos avisaba de que las mayores rarezas no teníamos que ir a buscarlas a Marte o Venus, porque nuestras propias arquitecturas y paisajes humanos tipo Empuriabrava o Benidorm ya eran suficientemente inquietantes como para tener que salir de nuestro mundo en busca de introspecciones profundas. En este caso, lo inquietante es la cantidad de deseo o fe que puede llegar a suscitar una historia dudosa sobre un monstruo que podría llevar vivo unos mil quinientos años, porque resulta que ya San Columba ya lo había visto zamparse unos cuantos campesinos en el siglo VI, tal y como dejó consignado un oscuro cronicón. En este sentido, Laura Fernández se acerca también puntualmente a la filosofía, porque nadie está seguro de qué clase de realidad es Nessie: ¿un semihecho? ¿Un semifenómeno? ¿Una alucinación muy seria? ¿Una sugestión social? ¿Un deseo? Porque,“a diferencia de los fantasmas de la mansión Boleskine, (NESSIE) podría probar físicamente su existencia, y ¿qué ocurriría si lo hiciera? ¿Qué ocurriría si apareciese? He aquí algo que ni siquiera la ficción se ha atrevido a imaginar” (pág. 97); es decir, que en esta una crónica de hechos reales todo se basa en lo más inverosímil posible, y de esta forma los Nessie Hunters viven en un estado permanente de ansia de parusía.

Tras meditarlo la autora durante mucho tiempo, el Monstruo (perdón, la Monstrua) vendría a ser la garantía de que podemos vivir para una imaginación que dinamite todo sentido común, habitando en un viaje concentrado, oteando sin descanso una especie de nada, porque la historia del monstruo no es más que una no-historia, es decir, una sucesión de avistamientos puntuales, individuales o colectivos, junto con otra sucesión de timos más o menos descarados y más o menos intermitentes.

Una serie de timos que habrían añadido emoción y poesía a la vida, eso no se discute. Se explican aquí cosas realmente insólitas, como el hecho de que el famoso mago satanista Aleister Crowley considerara a Nessie como su mascota e incluso le diera de comer como si fuera su perro (una oveja cada sábado), porque vivió durante un tiempo en la mansión encantada situada en la orilla del lago Ness, llamada Boleskine, llena de fantasmas y de ruidos inquietantes, como la detonación de un suicida remoto, casa que fue adquirida a su vez por Jimmy Page y que se considera el origen de la maldición que pesó sobre su mítica banda de rock duro, Led Zeppelin.

Una serie de timos o alucinaciones que incluso llegaron a la revista Nature o al Parlamento británico. Porque sobre Nessie se llegó a hacer bastante política, sobre todo en la era de Margaret Thatcher y también tras el final de la guerra: “En la década de los 60, se consideró que, si (NESSIE) aparecía en la orilla del loch, si era capturado allí, pertenecería, según la prerrogativa real -esto es, la serie de privilegios e inmunidades que corresponden a la Corona británica-, a la reina y que, por lo tanto, estaría protegido por las leyes de algo llamado Royal Fish, porque la criatura sería considerada una especie de pez real enorme. Un pez que podía, sin embargo, caminar, o abrirse camino hasta la orilla” (pág. 78); y es que muchos habían visto al monstruo paseándose tranquilamente por tierra firme…

Conclusión: que en esta historia lo menos raro es el plesiosaurio, y lo más surrealista es el ser humano: “Cuando algo llamado The International Loch Ness Monster Search Party, esto es, una expedición de presuntos expertos japoneses, integrada por supuestos oceanógrafos y biólogos y quién sabía qué más, y liderada por un tipo -Yoshio Kou- que presumía de contar entre sus amigos a Tom Jones y a Muhammad Ali, el boxeador, se instaló en una de las orillas del lago y decidió que iba a dar con el (MONSTRUO), las autoridades británicas temblaron. Porque ¿y si ocurría? ¿Y si aquella gente daba con él y se lo llevaba?” (pág.87). Además, en aquella época se creía que el lago de aguas negras ocultaba una familia de maravillosos plesiosaurios verdeazulados… Pero las autoridades se tranquilizaron enseguida: Kou no era más que un actor; su séquito no estaba integrado por científicos sino por una panda de faranduleros amantes del Scotch, y los dinosaurios anfibios no aparecieron.  Quien conozca un poco a Laura Fernández o haya frecuentado sus actuaciones públicas se habrá dado cuenta de que de algún modo escribe como habla, vive como escribe, en una torrentera de sabiduría descontrolada que desata reacciones en cadena desde sus artículos y sus narraciones, y también en esta crónica ensayística que acaba de publicar, Laura Fernández en estado puro, multinivel, alocada y, a la vez, tan cercana.


Título: «Hay un monstruo en el lago. El mundo como lugar fantástico».

Autora: Laura Fernández

ISBN: 978-84-19951-14-4

Editorial: Debate

Idioma: Español

Número de páginas: 120

Fecha de publicación: junio de 2024


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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