Alberto Torres Blandina: «Ya nadie busca la verdad»

Alberto Torres Blandina: «Ya nadie busca la verdad»

Entrevista a Alberto Torres Blandina

Alberto Torres Blandina: «Ya nadie busca la verdad»

Alberto Torres Blandina. / Foto: cortesía del autor

Licencia Creative Commons

 

Andreu Navarra

 

Alberto Torres Blandina es profesor de literatura y de creación literaria. Ha publicado ocho novelas, 3 novelas infantiles y dos poemarios, y ahora presenta El Arte de educar estúpidos (Barlin Libros), sus reflexiones sobre el proceso de enseñar y aprender, y también sobre el mundo líquido en el que nos ha tocado desempeñarnos como adultos y adolescentes.

 

Primera pregunta, de algún modo obligada: ¿Cómo se te ocurrió o surgió la idea de esc ribir El arte de educar a estúpidos? Si no me equivoco, es tu primera incursión en el ensayo…

Durante un viaje a Islandia, para conocer su sistema educativo, me di cuenta de que su enfoque era muy distinto al español. Cuando vi a niños de siete años en una optativa de cocina con cuchillos y fuego pregunté al profesor si nunca había accidentes. Me dijo que sí, que claro. ¿Y los padres que dicen? Me miró confuso. ¿No os demandan?, insistí. Y siguió confuso. ¿Por qué nos van a demandar? Si trabajan con fuego pues alguna vez se quemarán, ¿no?

Mis preguntas tenían sentido en un país sobreprotector como España, donde no se deja ni a los alumnos de Bachiller salir del centro si no van acompañados, no sea que los pille un coche; sin embargo, eran preguntas estúpidas en Islandia, lo que me hizo pensar mucho en este lost in translation cultural.

«Nuestro sistema va en contra de la responsabilidad y la autonomía, del carácter creativo y emprendedor. De la madurez…»

Esta no fue la única experiencia, como cuento en el libro, que me sorprendió. Y todas tenían una cosa en común: daban responsabilidad y no sobreprotegían; daban confianza y no desconfianza. Más tarde estuve investigando otros sistemas y vi claro que nuestro sistema educativo tiene muchas cosas buenas, pero tiene algunas malísimas. Entre ellas, el hecho de que todo (legislación, padres y madres, profesorado, directiva…) está creado desde la idea no explícita, pero latente, de que los niños y jóvenes son incapaces, por lo que deben estar siempre supervisados. Nuestro sistema va en contra de la responsabilidad y la autonomía, del carácter creativo y emprendedor. De la madurez, cosa que vemos en esos alumnos universitarios a los que su madre rellena la matrícula…

Decidí darle forma porque creo que no nos estamos dando cuenta de que las buenas intenciones no siempre acaban bien. Queremos ponérselo fácil pero lo que hacemos es convertirlos en dependientes y poco resolutivos. Soy de la idea de Platón de que actuamos mal por desconocimiento (sí, soy optimista por vocación… y con mucho trabajo jaja). Y, sobre todo, quise que no fuese un libro de carácter académico, sino un ensayo ágil y fácil de leer, donde se abordaran temas difíciles de forma sencilla y didáctica para que cualquiera pudiese leerlo y entrar en el debate. Huyo (en mi obra, no en mis lecturas) de lo academicista, que siempre me ha parecido un tanto elitista.

Escribes: “Da la sensación de que existe un Gran Hermano observándolo todo que obliga a los docentes a autocensurarse y a las directivas a ejercer un horrible papel de censores, lo que acaba creando grietas en la comunidad educativa” (pág. 28)… ¿Esto es cierto?

Sí, es el clima social de ultraprotección, un clima casi enfermizo, que sobrevuela todo. Una idea muy española (creo que más bien mediterránea) que hace que una madre se sienta culpable si no puede dar pecho, o la miren mal si decide no hacerlo; que hagamos los deberes de nuestros hijos y pidamos a los profesores que los aprueben para que no se traumaticen, pobres. Que cuando un alumno salta la valla del centro para irse (en Islandia no hay vallas) los padres demanden al centro como si los profesores no se dedicaran a enseñar sino a guardar y vigilar. Que las directivas vigilen de cerca lo que hacen sus profesores para evitar quejas, no sea que citen a Darwin y haya un niño católico y los padres vayan a pedir cuentas.

«No nos damos cuenta pero vivimos obsesionados con aislar a los niños de todo aquello que los hará madurar, comprender el mundo, confrontar, reflexionar, gestionar emociones negativas…»

No nos damos cuenta pero vivimos obsesionados con aislar a los niños de todo aquello que los hará madurar, comprender el mundo, confrontar, reflexionar, gestionar emociones negativas… Y luego pasa lo que pasa. Es como esa historia de unos europeos que fueron a una aldea africana y construyeron un pozo porque el más cercano estaba a tres kilómetros. Entonces las mujeres se pusieron muy tristes porque ir al pozo todas juntas era la mayor libertad que tenían en un ambiente machista. Las buenas intenciones a veces acaban mal.

El subtítulo de tu libro es: “Una crítica sociológica para recuperar la confianza en la educación”. ¿Está aquí la clave de tu enfoque? ¿Puedes ampliárnoslo?

Creo que ya el título, El arte de educar a estúpidos, ironiza sobre cómo el sistema se enfoca en educar a los menores como si fueran estúpidos. Pero defiendo que no lo son para nada. La generación de cristal es la que ha acabado saliendo a la calle para quitar barro en la DANA de Valencia, mi ciudad, lo que muestra muy bien que la sociedad se equivoca de lleno con ellos.

El arte de educar a estúpidos, ironiza sobre cómo el sistema se enfoca en educar a los menores como si fueran estúpidos. / Foto: cortesía del autor

Me gusta escribir siempre en positivo. Casi todo el libro es una crítica al sistema educativo como reflejo de una sociedad sobreprotectora, disneyficada, y capitalista donde los padres y madres se creen clientes con derechos a opinar de todo. Y donde la falta de conciliación deriva en la compensación mediante la queja a quienes educan a tus hijos. A esto se le suma un momento social de guerra cultural y desprestigio de la razón y la ciencia.

Pero una vez hecho el análisis, la parte final del libro pretende dar claves de cómo podríamos cambiar estas cosas, si no a nivel global (eso es difícil por ahora, solo podemos a corto plazo abrir el debate) sí en nuestra propia vida, en nuestro enfoque como padres y en nuestras clases si somos docentes.

“Los padres desconfían de la labor docente” (pág.28)…

El libro parte de los cuatro niveles de desconfianza que vertebran el sistema educativo: desconfianza de adultos en menores; de padres y madres hacia el profesorado; de legislación y equipos directivos en docentes… Y esto acaba derivando en desconfianza del alumnado en sí mismo. Si nadie confía en tus capacidades, ¿cómo podrías hacerlo tú?

“Entre un dato objetivo y una habladuría, la mayoría de la gente elegirá la habladuría si esta defiende sus prejuicios” (pág. 54). ¿Qué hacer?

El individualismo nos ha llevado a desconfiar de la ciencia (antivacunas, terraplanistas, ultrarreligiosos…). En realidad, a desconfiar de la Humanidad, que durante siglos ha trabajado unida, paso a paso, para llegar a avances científicos y tecnológicos. El individuo (apoyado por las burbujas que generan las redes sociales, donde el algoritmo te muestra sobre todo a aquellos que creen lo mismo que tú, por loco que esto sea) cree que lo sabe todo, que nadie puede enseñarle nada. Así que ya nadie busca la verdad. Solo se buscan aquellas excusas que defiendan tu Verdad elegida. Solo tenemos que fijarnos en qué se han convertido los medios de comunicación para darnos cuenta. Ya no buscan la verdad sino decirle a los suyos lo que desean escuchar. Un presentador de la FOX lo confirmó: sabíamos que era mentira, pero nuestros espectadores no querían que fuera mentira así que dijimos que era verdad.

«El individualismo nos ha llevado a desconfiar de la ciencia (antivacunas, terraplanistas, ultrarreligiosos…). En realidad, a desconfiar de la Humanidad»

¿Cómo mejorarías la educación española pública? ¿Cuáles serían los cambios que considerarías más urgentes? ¿Por dónde empezarías?

Todos sabemos lo que hay que hacer, hasta el menos informado. Eso es lo que más enfada porque si no se hace es porque no se quiere. Lo primero, que izquierda y derecha pacten una ley educativa para que esta no cambie cada cinco años. Lo segundo, quitar burocracia (efecto de la desconfianza de la que hablábamos) que hace que los docentes pierdan más tiempo diciendo lo que hacen que haciendo. Lo tercero, bajar la ratio y poner más especialistas, sobre todo en temas de integración. La integración sin medios no existe. Finalmente, el tema que yo abordo en el libro: un enfoque basado en la confianza y el empoderamiento, no en la desconfianza y la sobreprotección.

Tu libro anterior no era una novela al uso. Permíteme que eche un poco la vista atrás, hasta abril, cuando publicaste Tierra (Candaya). ¿Qué es esta obra? ¿Nos lo puedes explicar brevemente?

Tierra es un proyecto que empecé en una  residencia de escritores de Corea del Sur. Durante varios años estuve hablando con gente de más de cien países sobre su vida, la de su familia, para contar la intrahistoria del mundo, esto es, la historia de los que nunca salen en los libros de historia. Desde la construcción del muro de Berlín hasta el COVID, vemos cómo familias de diferentes países, culturas, religiones… sufren en sus carnes la Historia: guerras, cambios políticos, nuevas tecnologías, modas, ideas rompedoras… Es un libro sobre la historia reciente contada por la gente a la que nadie escucha.

¿Qué andas escribiendo? ¿Se parecerá más a El arte… o a Tierra?

En estos momentos estoy corrigiendo un ensayo sobre literatura española  titulado Las Malas Obras que parte de la idea de que las grandes obras siempre son consideradas malas por sus contemporáneos, sea porque no encajan ética, estética o políticamente, así que se analiza cómo esas obras abrazaron el futuro con, muchas veces, la incomprensión de sus contemporáneos. Por otro lado, acabo de terminar una novela infantil titulada Mundo Fábula. Ambas obras buscan casa, jaja, por si algún editor lee esto y se anima.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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