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- 8 de noviembre de 2024
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Alba Urban: “La pregunta sería: «¿Leemos suficiente?»”
Entrevista a Alba Urban Baños, especialista en teatro del Siglo de Oro.
Alba Urban: “La pregunta sería: «¿Leemos suficiente?»”
Alba Urban Baños, doctora en Filología Hispánica, conoce nuestro teatro clásico áureo como muy pocas especialistas, y además se especializó en autoras injustamente olvidadas que van haciéndose un hueco importante en los nuevos cánones y las necesarias reediciones. Repasamos su trayectoria investigadora y de paso echamos un vistazo a cómo están las cosas por los estudios literarios.
Leíste tu Tesis Doctoral hace exactamente diez años (Dramaturgas seglares en la España del Siglo de Oro, Universidad de Barcelona, dirigida por Rosa Navarro Durán); ¿nos podrías resumir su contenido?
¿Diez años ya! Parece que fue ayer… Bien, a grandes rasgos, realicé el análisis filológico de las obras escritas por dramaturgas españolas auriseculares. Me centré en las piezas de mujeres seglares, pues las religiosas como sor Juana Inés de la Cruz o sor Marcela de San Félix (hija de Lope de Vega y de la actriz Micaela de Luján), por ejemplo, estaban sobradamente estudiadas. Además, por su temática y el claro didactismo, las obras de las religiosas no me eran útiles para mi propósito.
“Mi intención era comprobar si las dramaturgas se ceñían a la manera de hacer de sus contemporáneos varones o si, por el hecho de ser mujeres, se distanciaban de ellos”
Mi intención era comprobar si las dramaturgas se ceñían a la manera de hacer de sus contemporáneos varones o si, por el hecho de ser mujeres, se distanciaban de ellos. Y es que, si tenemos en cuenta que, en esta época, el teatro era el género más efectivo para que un autor difundiera una idea o un mensaje determinado al pronunciarse sobre un escenario frente a un amplio y diverso público, es fácil pensar que las osadas mujeres que se lanzaron a escribir teatro comercial aprovecharan la ocasión para alzar su voz y dar a conocer su opinión.
Pero, ¿qué tipo de mensajes querrían trasmitir con sus obras? ¿Compartirían unos mismos temas? ¿Podríamos observar una perspectiva femenina (que no feminista) en sus textos? ¿Cuáles fueron sus modelos literarios? ¿Continuaron con las convenciones dramáticas auriseculares de la comedia nueva?… Como ves, las preguntas que me hacía eran muchas; así que me puse a trabajar en ello para intentar responderlas.
Finalmente, en mi tesis estudié siete comedias de cuatro dramaturgas: Valor, agravio y mujer y El conde Partinuplés, de Ana Caro; La traición en la amistad, de María de Zayas; Dicha y desdicha del juego y devoción de la Virgen, El muerto disimulado y La margarita del Tajo que dio nombre a Santarén, de Ángela de Azevedo, y La firmeza en el ausencia, de Leonor de la Cueva.
¿Quién era Ana Caro de Mallén? ¿Por qué resulta tan urgente recuperar su obra literaria?
Ana Caro Mallén es un caso excepcional entre las ya excepcionales dramaturgas. Según las últimas investigaciones de Juana Escabias, Ana Caro fue una esclava de origen morisco que, de niña, fue vendida a una familia cristiana que la prohijó.
Lo que más llama la atención de la vida de Caro es que fue una escritora profesional en sentido estricto, pues compuso diferentes obras bajo encargo, como tres autos sacramentales que se representaron en Sevilla y por los que recibió trescientos reales por cada uno. Además, es una de las pocas escritoras que logra el reconocimiento de sus contemporáneos varones al asistir a diferentes academias literarias y recibir el apelativo de “décima musa” o “décima musa sevillana”, como la llamaba Vélez de Guevara, entre otros autores. Podríamos decir que la tratan como a un igual, hasta el punto de que se la incluyó en el catálogo de Varones insignes en letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla. Ana Caro es, en definitiva, una rara avis.
“Ana Caro fue una esclava de origen morisco que, de niña, fue vendida a una familia cristiana que la prohijó”
Respecto a la urgencia por recuperar su obra, imagino que se debe al olvido al que han sido relegadas las mujeres en la Historia de la Literatura (nos faltan referentes, sobre todo en épocas tempranas) y por la calidad de sus obras, que bien podrían ser de un Lope o un Rojas Zorrilla. Además, en sus dos comedias, Caro muestra a mujeres fuertes, valientes e independientes, que se valen por sí mismas para hacer frente a sus problemas, sin la ayuda de un hombre. Hoy día, diríamos que sus protagonistas son mujeres empoderadas, como también ocurre con la obra de María de Zayas.
Has escrito también sobre María de Zayas y Sotomayor, la gran narradora de nuestro siglo XVII. ¿Qué te fascina de ella?
María de Zayas es toda una “feminista” avant la lettre. Ana Caro también lo es, pero Zayas da un paso más. Cualquiera que haya leído sus novelas observa un claro tono reivindicativo a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Por citar tan solo un ejemplo, Zayas llega a escribir lo siguiente:
¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para las venganzas, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿El alma no es la misma que la de los hombres? Pues si ella es la que da valor al cuerpo, ¿quién obliga a los nuestros a tanta cobardía? Yo aseguro que, si entendierais que también había en nosotras valor y fortaleza, no os burlarais como os burláis. Y así, por tenernos sujetas desde que nacemos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con los temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas, ruecas; y por libros, almohadillas.[1]
Solo por esto, María de Zayas merece que se le dedique un tema completo en cualquier libro de texto. Pero aún hay más, tanto en algunos de sus relatos como en la única comedia que conservamos de ella, La traición en la amistad, se entrevé una defensa de la homosexualidad femenina.
En este sentido, la autora se vale del amparo que le ofrece la ficción literaria para transmitir su sentir y dar a conocer a lectores y espectadores no solo una una nueva estructura social en la que las mujeres se valen por sí mismas, donde la sororidad es real y efectiva, sino en la que, también, el homoerostimo entre mujeres se intuye y acepta.
Seguro que ahora, Andreu, te estás preguntando si María de Zayas era homosexual y es que, como bien sabes, los datos biográficos de un autor nunca resultan baladíes, ya que nos ayudan a contextualizar e interpretar sus obras. Pues bien, todo parece indicar que, efectivamente, María de Zayas era lesbiana. Al respecto, Francesc Fontanella le dedica unos versos en un vejamen con los que nos presenta a una María de Zayas masculinizada, con cara varonil, bigote y “espada” bajo sus faldas. Pero, además, como le ocurre a su amiga Ana Caro, María de Zayas recibió el reconocimiento de autores contemporáneos, quienes la prodigan en elogios relacionándola con personajes históricos lésbicos o vírgenes. Es el caso de Lope de Vega, quien la relaciona directamente con Safo, y de Alonso Castillo Solórzano, quien le dedica el apelativo de “Sibila de Madrid”.
Recordemos que estamos en el siglo XVII, donde las mujeres tan solo eran una posesión más en manos de los hombres, quienes les exigían silencio, sumisión, obediencia y fertilidad. Nada de esto lo cumplió María de Zayas. Asimismo, no olvidemos los peligros a los que podría enfrentarse la autora si se declaraba abiertamente homosexual, pues la inquisición española quemó a más homosexuales que a brujas, a pesar de lo que comúnmente se cree.
“No olvidemos los peligros a los que podría enfrentarse la autora si se declaraba abiertamente homosexual, pues la inquisición española quemó a más homosexuales que a brujas, a pesar de lo que comúnmente se cree”
Podría estar horas hablando de María de Zayas, pero creo que con estos apuntes ya podrás imaginarte la valentía de esta mujer, cuyas novelas llegaron a ser todo un bestseller de la época, solo superadas en número de ediciones por Cervantes, Alemán y Quevedo.
¿Y qué decir del “disfraz varonil” en las obras del Siglo de Oro? Cuáles son los tópicos y cuáles las verdades en este fenómeno tan peculiar?
El disfraz varonil, como bien dices, es un recurso teatral muy utilizado en el Siglo de Oro. Por cierto, un recurso no carente de cierta controversia, porque, por un lado, gustaba mucho al publico de la época, sobre todo a los hombres, pues eso de ver a las actrices enfundadas en ajustadas mallas levantaba muchas pasiones y, por otro lado, precisamente por la excitación que provocaban, la Iglesia no tardó en pronunciarse para intentar prohibirlos, aunque parece ser que autores y dramaturgos no hicieron mucho caso.
Ya Lope de Vega, en su Arte nuevo de hacer comedias, habla del éxito del disfraz varonil, y es que este recurso dramático permitía crear personajes y tramas sorprendentes –damas que se hacían pasar por caballeros para vengar su honor– o situaciones cómicas derivadas de equívocos y enredos.
No obstante, la realidad era muy diferente. No habían mujeres vestidas de hombres por las calles, aunque sí sabemos de una excepción, el de Catalina de Erauso, una joven novicia que huyó del convento disfrazada de hombre y que, tras innumerables peripecias, acabó alistándose al ejército español en las Américas. Es la conocida como la monja alférez, apodada así por el mismo rey Felipe IV, quien no solo la perdonó tras descubrirse que era una mujer, sino que, además, le permitió continuar con su identidad masculina y le concedió una pensión vitalicia por los servicios prestados a la Corona.
¿Cuál fue tu “descubrimiento” o hallazgo filológico más emocionante?
El hallazgo filológico más emocionante y del que estoy más orgullosa es el haber podido datar la comedia El muerto disimulado de Ángela de Azevedo en el año 1682, concretamente, entre mediados de julio y diciembre de dicho año.
“El hallazgo filológico más emocionante y del que estoy más orgullosa es el haber podido datar la comedia El muerto disimulado de Ángela de Azevedo en el año 1682″
Antes de mi tesis, las diferentes referencias históricas diseminadas en el texto se habían pasado por alto o, en algún caso, se habían interpretado erróneamente. Como filólogo e historiador, Andreu, seguro que comprendes la emoción que sentí al ver que todas aquellas piezas encajaban a la perfección y que se ajustaban a un hecho histórico muy concreto, algo que, hasta la fecha, solo yo había visto. Es más, después supe que mi investigación se mencionaba y que la fecha de composición que establecí se daba por buena en, nada más y nada menos, la web de la Real Academia de la Historia, en la entrada dedicada a Ángela de Azevedo y que firma Serena Provenzano –actualmente, la mayor especialista en esta autora–.
Pero, más allá de que esta cuestión parezca pura vanagloria y se crea que la datación de una obra no es un gran descubrimiento, se debe tener en cuenta que este tipo de datos aportan algo de luz a las pocas y dudosas informaciones que poseemos de estas autoras olvidadas, con lo que poco a poco podemos ir reconstruyendo sus biografías.
¿Con cuál de estas dramaturgas te quedarías?
Me quedo con dos. En primer lugar, con la más subversiva, María de Zayas. Por todo lo que ya he explicado y, además, por ser la única que rompe con la fórmula dramática de la comedia nueva al hacer que su obra no termine con las consabidas uniones matrimoniales entre los personajes, típicas de los finales felices que se dan en todas las comedias áureas.
En su lugar, en La traición en la amistad encontramos a unas protagonistas independientes, que no están sujetas a la autoridad de un hombre y que, por tanto, son libres para resolver sus problemas y elegir a sus maridos. Lo curioso es que estas damas se unen a los galanes de su elección a mitad de la obra y que ninguna de ellas lo hace por amor, con lo que se fortalece la idea de que el afecto es un sentimiento circunscrito al ámbito femenino. Zayas era, sin duda, una rebelde, y yo voy siempre con aquellos que se atreven a transgredir los establecido en pro de su libertad.
En segundo lugar, y continuando con los aspectos más subversivos de estas comedias en comparación con las escritas por hombres, me quedo con Ángela de Azevedo por el uso que hace del disfraz mujeril; es decir, del travestismo de un galán que se hará pasar mujer. Este recurso, aunque no estaba tan extendido como el disfraz varonil, no era extraño encontrarlo en buen número de comedias auriseculares, donde, en todas ellas, se empleaba con una clara intención burlesca.
Durante años, tan solo se hablaba de una única excepción, la de Las manos blancas no ofenden de Calderón, comedia en la que se utiliza el disfraz de mujer como parte del argumento y no para mofarse del personaje travestido sin más. Está claro que no se tenía en cuenta la obra de Azevedo, en la que también aparece un caballero vestido de mujer como parte de la trama principal. Es más, en este sentido, la dramaturga supera a Calderón al no idear situaciones humorísticas derivadas del disfraz mujeril. Ella sí consigue emplear este recurso de una forma realmente seria, asimilándolo al uso que se le daba al disfraz varonil en la mayoría de obras.
¿Cómo ves la investigación actual en tu campo? ¿Hay futuro para los estudios sobre nuestros clásicos?
Hay mucho por estudiar y descubrir. Aún se siguen encontrando manuscritos de obras que se consideraban perdidas o de las que no se tenían noticias, por no hablar de los problemas de atribución que presentan muchas obras.
Al respecto, las nuevas tecnologías están siendo de gran ayuda a los investigadores, bases de datos con informaciones cruzadas o proyectos como ETSO: Estilometría aplicada al Teatro del Siglo de Oro, cuyo programa informático permite cotejar varios textos para determinar si guardan un mismo estilo, son los nuevos y esperanzadores caminos de los estudios filológicos dedicados al teatro áureo.
¿Y en secundaria? ¿Leemos suficiente teatro y literatura universal?
La pregunta sería: “¿Leemos suficiente?”, sin más. Todos los que nos dedicamos a la docencia vemos cómo la comprensión lectora es ya casi inexistente entre los más jóvenes. La mayoría de nuestros alumnos no son capaces de entender por completo textos breves y sencillos, como para pedirles que lean un clásico y sin adaptar, como hacíamos nosotros a su misma edad.
“La mayoría de nuestros alumnos no son capaces de entender por completo textos breves y sencillos”
Las redes sociales, la cultura de la inmediatez, lo rápido, cómodo, visual y entretenido es lo que les motiva. ¿Cómo podemos pedirles que lean una novela escrita hace décadas si no son capaces de disfrutar de una película convencional porque, como dicen, “les da palo” estar concentrados durante más de diez minutos? La opción fácil es buscar obras breves, sencillas, muy adaptadas para que, por lo menos, no acaben de odiar la lectura más de lo que ya la odian. ¿Y qué les ofrecemos? ¿Un clásico? La mayoría de las veces, no.
Cuentos, obras de teatro de un solo acto o muy simples… lo que sea, pero que lean. Después, algunos llegan a Bachillerato y es ahí cuando se enfrentan por primera vez a los clásicos y se les hace un mundo.
Por mi experiencia, los alumnos de la ESO no solo pueden leer clásicos comprendiéndolos, sino que también pueden disfrutarlos. Pero, para ello, hay que enfrentar la lectura en el aula de otra forma, hay que hacerla interesante para ellos con lecturas dramatizadas o debates alrededor del argumento y los personajes… Se tiene que buscar la manera de hacer que la lectura sea una excusa para los alumnos participen y opinen con libertad porque la gran mayoría están deseosos de sentirse escuchados por el grupo.
Otro de los problemas relacionados con el tiempo que dedicamos a la lectura en el aula son los contenidos que debemos trabajar durante el curso. Es imposible llegar a todo y, en muchas ocasiones, se relega la lectura y la Literatura en pro de, por ejemplo, la morfosintaxis. Esto, en mi opinión, es un grave error.
¿Qué te interesa hoy? ¿Qué lees o investigas?
Llevo ya unos años sumergida en un mundo bastante oscuro. Ando leyendo actas inquisitoriales, tratados de demonología, historia sobre la caza de brujas en Europa, relaciones de posesiones y exorcismos… El Mal es en estos momentos mi mayor interés, pero desde una perspectiva puramente teórica, antropológica, que conste. Lo insólito, lo sobrenatural, siempre me ha llamado la atención y ahora, además, estoy escribiendo mi primera novela que trata de estas cuestiones.
¿Cuál es la mayor alegría que te ha deparado la docencia?
Desde muy joven comencé en el mundo de la docencia, fui profesora asociada en la Universidad de Barcelona durante unos seis años; después estuve un tiempo trabajando como profesora de Español como Lengua Extranjera hasta que, hace ya nueve años, encontré mi camino en la educación secundaria. Es en los institutos donde me he llevado las mayores alegrías, pues, más allá de enseñar lengua y literatura, es inevitable establecer con los alumnos una relación mucho más cercana y humana, lo que te permite ayudarlos no solo en cuestiones puramente académicas, sino también más personales.
“Es imposible llegar a todo y, en muchas ocasiones, se relega la lectura y la Literatura en pro de, por ejemplo, la morfosintaxis. Esto, en mi opinión, es un grave error”
Recuerdo con mucho cariño el caso de un alumno que llegó al instituto sin apenas saber leer ni escribir, el típico alumno que no hace nada, que no entiende nada y que, como se aburre, te la lía en clase. Lo ayudé durante las horas del patio con la lectura, hablaba con él, intenté pactar unos mínimos de trabajo… En fin, lo que fuera para que no tirara la toalla. No obstante, pasaron un par de años y los profesores no solo veíamos que no había mejoras sino que, además, el alumno en cuestión comenzaba a rodearse de malas compañías que lo manipulaban a su antojo. Todo pintaba muy mal hasta que lo propusimos para que formara parte de un proyecto de diversificación curricular en un taller mecánico del pueblo. A partir de ese momento, el alumno se transformó en otro: no solo recibíamos continuas felicitaciones del dueño del taller, asegurando que nunca se había encontrado con un joven tan trabajador, responsable y educado (pensábamos que se equivocaba, ese no podía ser el alumno que le había enviado), sino que, además, el joven comenzó a trabajar en clase, a interesarse y esforzarse por conseguir el graduado.
Pasaron los años, cambié varias veces de centro y no supe nada más de él hasta que, hace tan solo unos meses, me lo encontré. Vino hacia mí corriendo para darme un gran abrazo. No me lo esperaba, con lo pesada que fui, con lo mucho que lo apreté, creía que no querría saber más de mí. Pues todo lo contrario, me agradeció lo que hicimos por él, que los profesores no lo diéramos por perdido y me explicó que ahora estaba trabajando y estudiando un Grado de Automoción y que le iba muy bien.
Esta es la verdadera alegría que me ha aportado y me aporta la docencia. Ahora sé que hice bien al dejar la universidad, un mundo endogámico, enfermo de egos y ambiciones, muy alejado de la humanidad que se respira en los institutos.
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[1] ZAYAS Y SOTOMAYOR, María de [2000] Novelas amorosas y ejemplares, Julián Olivares (ed.), Madrid: Cátedra, págs. 364-365.
Fuente: educational EVIDENCE
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