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  • 25 de noviembre de 2025
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Disidencia docente

Disidencia docente

Portada del libro de Ibán Martínez Cárceles. / Piedra Papel Libros. Colección: Libros del borde

 

Licencia Creative Commons

 

Antoni Hernández-Fernández

 

La resistencia educativa

Un relato crítico y revolucionario desde el aula de la disidencia docente

 

Defender lo básico en educación hace tiempo que se plantea como transgresor o radical. No hablamos  de temas manidos como la reducción de ratios o el apoyo real a la educación pública, ya sea mediante el aumento y mejora de las becas, o la eliminación de las subvenciones a las empresas privadas que se camuflan en el sistema mediante los conciertos educativos. Porque cuesta mucho ser claro y exponerse, especialmente cuando se señala y apunta a algunos de los poderes fácticos del sistema, aquellos que, gobierne quien gobierne, siguen ahí, como el aire que respiramos, invisibles, hasta que alguien sopla el polvo de la culpa, de algún informe PISA o PIRLS, y entonces aparecen los fantasmas, como por arte de magia.

Eso es lo que ha hecho Ibán Martínez Cárceles en su Disidencia docente (Piedra Papel, 2025). Remover y removerse. No puede dejar impasible a nadie que esté en el meollo educativo. Me ha recordado a cuando Juana Dolores nos decía que no le interesaba ser una artista provocadora, sino que buscaba la revolución.

Ibán es un docente disidente y librepensador. Porque tiene personalidad propia y se separa de los adoctrinamientos y lugares comunes. En el particular panóptico del capitalismo digital de vigilancia que dibuja hay mucho de Focault (1976) y de Ricoeur (2003). Reconozco que me pareció al inicio su prosa algo confusa, aturullada por gastar demasiada prosopopeya, abusona de citas que en realidad no necesitaba para comunicar su mensaje. Sobre todo en los dos primeros capítulos. Sin embargo, superadas esas páginas iniciales, quizá esclavas de textos recuperados, fluyen mejor sus ideas y, sobre todo, el contexto.

Sin entrar en las descripciones desoladoras de obras previas, de otras distopías realistas educativas, léase la Devaluación continua de Andreu Navarra o las Incompetencias básicas de Damià Bardera, Martínez Cárceles apuesta por desgranar y señalar algunos de los males que azotan a la educación desde hace lustros. Empieza demoliendo el mito de las competencias básicas. Recupera un gráfico clave, olvidado por muchos pero que agradará a los que se saltan páginas hasta que ven un dibujo: la figura 1 del libro (página 36) es el mapa conceptual de la OCDE (2005) sobre las competencias y objetivos, individuales y colectivos, para lograr el éxito. Mírenla, lean sus observaciones, reflexionen un poco y entenderán muchos problemas educativos del siglo XXI.

Su particular yo acuso prosigue con un retrato asolador del argumento estereotipado de la necesidad de que los docentes sean creativos. Martínez Cárceles describe la clase creativa a la que el sistema empuja a los docentes. Es un nuevo molde social para la masa orteguiana en un contexto en el que se presiona a la población hacia la Happycracia (Cabanas y Illouz, 2019). Para que ante la adversidad todos salgamos de nuestra zona de confort, vivamos las desgracias como retos personales u oportunidades, o nos motivemos pese a los salarios bajos, la renuncia al derecho básico a la vivienda o a la degradación sistemática de la educación. Sin pensar en las causas ni en otros actores agazapados, al final resulta que es culpa tuya que tus clases no te vayan bien, porque no eres creativo para ser lo suficientemente motivador. Joder, intento explicar creatividad en el máster de profesorado pero me lo estoy replanteando.

Del tercer capítulo, La invención de la alfabetización digital, no salgo vivo. Deduzco que soy un esquirol de las EdTech. Claro que, supongo, Martínez Cárceles perdona, o conmuta la pena por alguna labor social, a los que somos profesores de tecnología o formación profesional. En música o historia del arte tal vez se puede estar más al margen de la digitalización. Quizá porque quiero creer que llevar la alfabetización digital en el temario, o defender que la programación y los conocimientos informáticos, especialmente en los extrarradios, ayuda –dicen las estadísticas– a sostener el maltrecho ascensor social, y eso debería ser un atenuante. Pero, ante todo, a Marx pongo por testigo, en tiempos de verdades a medias, de paparruchas (fakes las llaman ahora, en el mundo de los anglicismos modernos) y de textos políticamente correctos, se agradece su sinceridad, la exposición pública, y que a uno le remuevan las entrañas. Poseo el masoquismo del profe lector que prefiere agitarse, escojo el zarandeo a la pasividad o la indolencia. Este libro es para nosotros.

Si sobreviven al meneo de la mitad del libro, o usan la libertad lectora de saltarse páginas, en el cuarto capítulo les aguarda el esperado repaso a los poderes fácticos de la educación en Catalunya. Probablemente tendrán sus entes paralelos en otras latitudes. Así, Martínez Cárceles retrata, entre otras, a la Fundació Bofill, ESADE EcPol, EduCaixa o Google For Education, como poderosas e influyentes entidades en el panorama educativo catalán. Como buen disidente, no se conforma con las migajas que las grandes tecnológicas o los bancos devuelven a la sociedad, a través de fundaciones o de universidades privadas.

Tras un divertido interludio final, en el que Martínez Cárceles sostiene, entre otras perlas, que “las élites educativas, entre otras muchas cosas, son un meme” (p. 165), un poderoso meme, apuntaría, si me lo permite,  cierra la obra con un epílogo de intervención en el hábitat educativo. Y ahí, una de cal y otra de arena. Empieza con un cierre digno: una ácida argumentación sobre el tópico de los alumnos en el centro (de los fracasos del capitalismo, añade), y la exposición de tres falsas promesas de la enseñanza reglada (bienestar individual, libertad y ascenso social). Pero acaba con una muestra de proyectos personales ejecutados en sus clases que, si bien son evidencia de que vive en la trinchera, y demuestran su capacidad de llevar a la práctica acciones educativas disidentes, quedan como elementos marginales del libro, demasiado arrumbados y que, en definitiva, se introducen con calzador al final.

Por fortuna, contra el mantra burgués y acomodado del ‘es lo que hay’, ante la imposibilidad inmovilista de la revolución y el cambio social, hacia una educación pública y emancipadora, azote del capitalismo digital, Ibán Martínez Cáceres remata su disidencia docente con un alegato liberador, ¿qué podemos hacer?, que debería agitar a la caterva, en un cierre que me recordó a Pasolini (1975, p.27) cuando vislumbraba:

Por estas razones has de saber que en las enseñanzas que te impartiré, sin el menor atisbo de duda, te empujaré a todas las desacralizaciones posibles, a faltarle enteramente al respeto a cualquier sentimiento establecido. No obstante, el fondo de mi enseñanza consistirá en convencerte de que no le tengas miedo a lo sagrado y a los sentimientos, de los cuales el laicismo consumista ha privado a los hombres transformándolos en brutos y estúpidos autómatas adoradores de fetiches.

Y ahora, llegado a este punto, apaguen la pantalla del fetiche en el que están leyendo, y empiecen a pensar un poco en la necesaria disidencia docente.


Título del libro: Disidencia docente: Habitar las aulas en las fronteras del capitalismo digital

Autor: Ibán Martínez Cárceles

ISBN: 979-13-990905-0-5

Editorial: Piedra Papel Libros. Colección: Libros del borde

Idioma: Español

Número de páginas: 221 páginas

Fecha de publicación: octubre de 2025

Web: https://piedrapapellibros.com/producto/disidencia-docente/


Referencias:

Cabanas, E. y Illouz, E. (2019). Happycracia. Barcelona: Paidós.

Focault, M. (1976). Vigilar y castigar. México: Siglo XXI Editores.

Pasolini, P.P. (1975). Tiempos salvajes. El Sudamericano. Colección Socialismo y Libertad.

Ricoeur, P. (2003). La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Trotta.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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