- Humanidades
- 18 de diciembre de 2025
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El Jesús histórico

Hoy en día sabemos que el Jesús histórico nada tuvo que ver con el Cristo elaborado por la Navidad. Ambos personajes fueron totalmente opuestos y distaron mucho de ser uno mismo. En ello, y aunque no se explique durante las misas, están de acuerdo la gran mayoría de expertos bíblicos. Tras muchos años de investigación hay datos suficientes para detallar que la imagen evangélica del Cristo de la paz fue inventada a partir de la visión de los primeros cristianos. Luego el contexto en donde fueron redactados los evangelios, más la presión del amenazante Imperio de Roma y el posterior poder de la Iglesia, cambiaron por completo el pretérito Jesús histórico convirtiéndolo en el vigente Cristo de la fe. Siempre cabe refugiarse en un proverbio latino que ora como sigue, “Cave ab homine unius libri”, es decir, ocultaros del hombre de un solo libro, y en Navidad quizás debamos contrastar la imagen del niño Jesús que fue inventado por un solo libro, la Biblia y su Nuevo Testamento. Ya leyendo los evangelios nos percatamos que existen demasiadas paradojas para responder con claridad a sus contradicciones. Hay que saltar a otro nivel, hay que comprender cómo fueron redactados los evangelios, y con ello, dar un giro a todos los hechos.

Si a lo anterior sumamos otras informaciones sobre el contexto social del momento, más otros documentos actualmente disponibles, se llega a comprender qué imagen falsa se dio del nazareno. Pongamos por ejemplo el cumpleaños de Jesús, es decir, nuestra Navidad. La tradición dice que Jesús nació el 25 de diciembre del 1 d. C., pero esta computación fue producto más de una necesidad social que de un rigor histórico. Durante el Imperio Romano las fechas hacían referencia a la fundación de Roma, ab urbe condita, para abreviar, A.U.C. Sumido el imperio en una profunda oscuridad durante el siglo VI, y sin Roma como sede central, era menester crear otro calendario bajo la nueva perspectiva cristiana y sus dos iglesias. En ello competían las de oriente y las de occidente bajo dos calendarios, el solar para computar los años y el lunar para algunas celebraciones religiosas. Es decir, la Pascua no se celebraba el mismo día entre ambas congregaciones. Bajo el mandato de Papa Julio I se trabajó en unificar criterios. El pontífice dio la orden a un monje que estaba a sus órdenes. Dada la era cristiana en la cual se vivía, el nuevo calendario debía ajustarse al nacimiento de Cristo, pero primer problema, nadie sabía cuándo y dónde lo hizo éste. Dionisio Exiguo, nuestro monje, fue quien debía averiguarlo, pero se equivocó en repetidas ocasiones.
El primer error fue utilizar el calendario romano, un calendario cuyo primer mes era marzo. Dionisio estableció el año del parto por aproximaciones varias hasta decretar que fue el 754 A.U.C., algo paradójico si, y según los evangelios, Jesús y Herodes fueron coetáneos. Este rey, Herodes el Grande, murió el 750 A.U.C., es decir el 4 a. C., cuatro años antes de nacer Jesús. O bien los evangelios erraron al juntar en la misma época a Jesús y Herodes, o nuestro monje no supo de aquella contradicción.
El segundo error fue asignar el uno de enero del año uno al día en que Jesús fue introducido en sociedad, su circuncisión, su Alianza con Dios. Este rito lo solía ejecutar el padre en señal de reconocer al hijo como suyo y de incorporarlo a la sociedad judía, a la Alianza con Yahvé. De hecho, la circuncisión acabó llamándose berit, alianza. La costumbre judía era circuncidar al recién llegado ocho días después de nacer, por tanto, restando esos días al 1 de enero del 754, se obtenía el 25 de diciembre del 753, la fecha del nacimiento de Jesús. Casualmente esta misma fecha correspondía al nacimiento de un Dios sol que algunos de los primeros cristianos veneraba paganamente, Mitra, y que la iglesia cristiana de aquellos tiempos deseaba integrar como práctica cristiana. El objetivo era diluir las fiestas paganas dentro de las evangélicas a pesar de cometer contradicciones. Por ejemplo, e independientemente que se quisiera o no absorber el nacimiento de Mitra con el de Cristo, el 25 de diciembre se hallaba en contradicción con los textos evangélicos. Si los pastores que visitaron al niño Jesús durmieron al raso, sería complicado creer que el nazareno nació en pleno invierno.

El tercer error de Dionisio fue la falta de aritmética producto de su época. Nuestro abad decretó que en el mismo momento de nacer el nazareno ya había pasado el año I d. C., es decir, no hubo año cero. Eso implicaba que entre el 753 y el 754 A.U.C. no transcurrió un año, sino dos. Del I a. C. (753 A.U.C.) se pasaba directamente al I d. C. (754 A.U.C.) sin pasar por el cero. Cuando alguien nace posee 0 años y pasado un año cumple su primer aniversario. Jesús fue distinto ya que en el mismo momento de su nacimiento ya había transcurrido un año, aunque celebraría su primer aniversario en el II d. C. Pero la culpa no fue del monje. En aquellos tiempos se utilizaban los números romanos y no los arábigos con el cero. Muy probablemente Dionisio desconocía el concepto cero y con ello hizo lo que simplemente pudo. Aquel contexto supuso que todos los posteriores cambios de siglo o milenio fueran siempre un año más tarde. El siglo II empezó en el 101 y no en el 100, el segundo milenio no comenzó en el año 2000, lo hizo en el 2001.
A pesar de todos los deslices del calendario anterior, éste se fue extendiendo. Posteriormente al siglo VI d. C., y desmantelado el Imperio Romano, la costumbre cristiana de hacer referencia a los hechos históricos con el antes o el después del nacimiento de Jesús fue creciendo y se desestimó la antigua usanza de la fecha de la fundación de Roma, ab urbe condita, A.U.C. Durante el siglo VIII ya era de uso común el calendario de Dionisio, eso sí, sin el número cero. De hecho, la difusión del cero, ausente en los números romanos, no sucedió hasta inicios del siglo XIII. Fue Leonardo de Pisa, también llamado Fibonacci, quien difundió por Europa el sistema decimal indoarábigo con el dígito de valor nulo, el cero, a partir de su libro Liber Abaci publicado en 1202. Por esta y otras razones, el cambio de milenio en el 1001 no revistió gran importancia, cosa que sí sucedió en el 2001. Cabe recordar aquí las profecías milenaristas de catástrofes y destrucciones que no sucedieron, algo que nos lleva a una conclusión, a ignorar a los milenaristas en el 3001.
Descritos los condicionantes de Dionisio, y las paradojas entre su calendario y los evangelios, sólo cabe una humilde conclusión, no sabemos ni cuándo nació Jesús ni cuándo celebrar el cambio de milenio. Cabe añadir que en aquellas épocas sólo los notables practicaban el registro de sus onomásticas y el nazareno pertenecía a una familia muy modesta. Sin costumbre entre las clases humildes de celebrar aniversarios, y con un Jesús sin información de su pasado en los evangelios, nos hemos quedado a dos velas, y sin las de su cumpleaños, al no saber cuándo nació. La Navidad, y como natividad de Jesús, es una gigantesca ficción, una gran mentira.
Bibliografía:
Rabadà, D. 2025. El Jesús Histórico. Editorial Hilos de Azul.
Fuente: educational EVIDENCE
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