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  • 21 de octubre de 2025
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Por un pacto de estado en educación basado en la coherencia del político y el Parlamento

Por un pacto de estado en educación basado en la coherencia del político y el Parlamento

Imagen creada mediante IA

 

Licencia Creative Commons

 

Pablo Rodríguez Herrero

 

Una demanda recurrente en el campo de la educación es la consecución de un pacto de estado entre los grandes partidos políticos de España. En algunos momentos de la democracia ha sido una cuestión que ha estado presente con cierta intensidad en el debate político y educativo, bien por un acercamiento y flexibilidad política que parecía poder culminar en el ansiado pacto, o por el contrario como argumento para denunciar la parcialidad de las políticas educativas del partido gobernante. En cualquier caso, el pacto de estado por la educación es todavía hoy un desafío pendiente de la política española, que parece no solo difícil sino propio del terreno de la utopía, tras casi 50 años de democracia.

Tanto se ha debatido sobre esta cuestión que puede ser fatigoso para el lector, y para el escritor, requerir de nuevo un pacto de estado por la educación. Así que plantearé otras demandas que pueden ser consideradas necesariamente preliminares o radicales, basadas en el principio pedagógico de ‘ejemplaridad’. Se atribuye a Confucio, en el Lun Yu, señalar que el hombre superior pone sus palabras en práctica antes de decirlas y después habla de acuerdo con sus acciones. Numerosos pensadores, incluidos pedagogos y filósofos, han reflexionado sobre el valor de la ejemplaridad en la vida pública y la gobernanza. Podemos recordar a Manuel García Morente, destacando la ejemplaridad como un valor fundamental del magisterio. Más reciente, al pedagogo Agustín de la Herrán, que identifica la coherencia personal como una cualidad propia del educador consciente. O al filósofo Javier Gomá, quien ha creado una teoría filosófica de la ejemplaridad pública.

Desde estas coordenadas, quienes tienen la responsabilidad de crear políticas educativas y, deseablemente, alcanzar un pacto de estado por la educación, podrían ocuparse en primer lugar de su propia educación. Cultivarla y ponerla en práctica, en el servicio a la ciudadanía, debiera ser la primera necesidad esencial del político. Y, sin embargo, lo que encontramos en numerosas ocasiones en el Parlamento, que presupone representar al pueblo español, escandalizaría a maestros de escuela y profesorado de cualquier etapa educativa, si así fuesen las relaciones humanas en el grupo al que enseña. En la hemeroteca hay ejemplos que trascienden la ideología política; tan solo ocúpese de buscar, quien lo considere, y encontrará desconsideraciones, insultos, mofas, gritos, traiciones y otras tantas conductas impropias de un lugar en el que se priorice la educación. Su antítesis podría ser la flexibilidad, la aceptación plena del otro, la conciencia de lo que se comparte, la explicación respetuosa de argumentos, el reconocimiento de la posible parcialidad de las ideas propias, o la reconsideración de posturas iniciales, entre otras cualidades de hombres y mujeres que se ocupan de su propia educación.

Consecuentemente, lo último será pedir un pacto de estado sobre el sistema educativo. Es un sinsentido, incluso una estafa, si se observa su profundidad e integridad pedagógica. Tal vez tenga más sentido, primero, plantear un pacto interior de cada político con su propia educación; segundo, un pacto por la educación en el Parlamento; y quizá, por último y como evolución natural de lo anterior, un pacto de estado por la educación. Parece difícil, siendo sencillo a la vez: solo hay que poner en primer lugar lo que es primero.


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

1 Comments

  • Muy necesario.

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