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  • 15 de septiembre de 2025
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IA y educación: una relación con costuras

IA y educación: una relación con costuras

IA y educación: una relación con costuras

O de cómo fomentar una alfabetización digital crítica

Trama Editorial, S.L. Biblioteca Digital Journey

Licencia Creative Commons

 

Antoni Hernández-Fernández

 

Decía mi madre, modista de las que reivindicaba la costura, que se debía saber coser para poder ser diseñadora de moda. Que el conocimiento y el saber hacer iban de la mano. Como cuando aprendió unos rudimentos de alemán para poder descifrar los patrones y los conceptos de la modernidad yeyé que había tras los diseños de las primeras revistas Burda que escudriñaba con avidez, antes de que hubiera edición en español. Fue antes de la era de las competencias, de la educación basada en movilizar saberes, como en las maniobras militares.

Será por eso que me llamó la atención el subtítulo del último libro de Tíscar Lara y Carlos Magro: IA y educación: una relación con costuras. Porque en el fondo de mi corazón amo las costuras, quizá porque crecí hilvanado entre ellas. Viví primero el ruido de la pata de la máquina de coser Singer, que no era sino consecuencia del vaivén oscilante de las piernas de mi madre; luego el runrún del motor eléctrico que le acopló años más tarde, cuando aún había quién decía que no era lo mismo coser a-la-pata-la-máquina que a mano; y, finalmente, me licencié con cierta filarmonía melódico-tecnológica que, según la canilla y el programa, superponía el latido de aquella nueva Overlock a la omnipresente radio de fondo del taller de casa. Viví así en mi infancia y juventud un tiempo entre costuras, que diría María Dueñas. Les cuento esto como prueba inicial de autoría humana y porque abundaré, como verán, en la metáfora de Lara y Magro.

Merece la pena leer a Lara y Magro por el esfuerzo y el riesgo que han asumido: como reconocen al principio, escribir ahora otro libro de inteligencia artificial (IA) y educación es arriesgarse a un olvido casi inmediato, a repetir enfoques manidos y a sucumbir a tópicos muy sobados en los últimos años. Pero ellos han ido más allá. Recomiendo su lectura porque les garantizo que en algún momento les harán pensar. Y porque sí han logrado un compendio, un estado del arte sobre IA y educación, con buenos materiales de ayuda para los docentes que se planteen en serio llevar la discusión crítica sobre la tecnología al aula.

Y les digo lo anterior pese a sus contradicciones internas, que uno duda por momentos si son intencionadas o no, y a que disiento de buena parte de su enfoque, empezando por la metáfora seminal de las costuras. En definitiva, si buscan una cámara de eco, no lean este libro. Tampoco si son docentes de tecnología o formación profesional, grandes ausentes de estas páginas, quizá por ser una excepción rara en el sistema educativo, tecnófilos por imperativo legal.

Porque los docentes técnicos son parias del sistema educativo, marginados en currículos que paradójicamente exigen profundizar en aspectos clave como la tecnoética o la alfabetización digital, y a la par parias de las voces críticas, por promover una educación, dicen en algún extremo, que no se debe dejar en manos de ingenieros, de esos que explican las funcionalidades de la IA y que, por el pecado original de su (de)formación tecnológica, se presuponen acríticos. Encarnan el mal por promover valores como la eficiencia, la productividad y, nombremos a Satanás, el esfuerzo. Porque se ha denostado tanto el esfuerzo que ahora se buscan otros eufemismos físicos como la fricción. Para que las costuras no se vean hay que dominar el corte y confección. Y ahí están los tecnólogos, con el estigma de Caín de ser la encarnación de los empresarios, la OCDE y las grandes tecnológicas.

Lara y Magro enhebran la aguja exponiendo su metáfora de una educación que tiene por misión revelar las costuras del mundo, unas costuras que “molestan, no son atractivas, generan rechazo, parecen cicatrices, heridas que esconder o añadidos que disimular” (p.37); cuentan con razón en su primer pespunte que la IA no es la panacea educativa, como no lo fueron otras tecnologías previas; y prosiguen planteando algunas falsas dicotomías y mitos de la IA, desarrollados profusamente por ejemplo en Diéguez (2024), o que no se debe plantear una educación tecnológica, ni tecnológicamente mediada, sin reflexión. De acuerdo.

Ordenan luego cuatro puntadas saltadas sobre las promesas educativas de la IA: productividad, eficiencia, automatización y personalización. La tensión del hilo diverge según la cuestión, pero debe recordarse la obligación, al menos en Europa, a seguir la legislación sobre IA. También la necesidad de que el profesional humano, el docente en este caso, dé conformidad de todo aquello que la IA genera. Es cierto, como apuntan Lara y Magro, que se corre el riesgo de que cueste cada vez más contradecir al algoritmo, pero como apunta Innerarity (2025, p.239-240) sobre el dilema de la automatización, tendemos a pensar que la decisión humana es transparente y los algoritmos opacos, pero suele suceder lo contrario, si se comprende la tecnología utilizada. También Kahneman, Sibony y Sunstein (2021) nos recordaron en su día que al incuestionable sesgo de los algoritmos, los humanos añadimos el ruido. Porque puede ser mejor que me evalúe una máquina que un humano que me tiene manía.

Las costuras ideológicas de Lara y Magro emergen cuando exponen qué educación queremos (quieren). Les honra posicionarse, pues aunque uno discrepe en parte de su discurso, realmente es importante (re)conocer los propios sesgos y el ruido si se pretende elaborar una obra que fomente el pensamiento crítico. Precisamente prosiguen con una sección más técnica, muy útil para el debate en el aula, sobre cómo fomentar una competencia digital crítica, acudiendo ahora sí a marcos definidos por la UE como el DigComp 2.2. Porque nada mejor para remallar que el automatismo de cierre de la overlock, levantando el prensatelas y asegurando la cadeneta, para que no se nos deshagan las costuras.

Porque, fíjense, a los que enseñamos tecnología, las costuras no nos molestan, de hecho nos gustan; valoramos las cicatrices del esfuerzo técnico que representan, pues tenemos por misión intentar que los alumnos aprendan a coser y a diseñar, de tal manera que sean capaces de comprenderlas. Y también disimularlas en la cotidianidad para que, pongamos por caso, funcionen correctamente sin incordiarnos y sean eficientes todas esas tecnologías sin las que los humanos no hubiéramos sobrevivido. Pero, eso sí, como sostenía Mario Bunge, debemos formar profesionales que no actúen como meros artefactos: porque los instrumentos son moralmente inertes y socialmente irresponsables, y, por ende, todos aquellos que actúen como tales, de forma acrítica, atentan contra el bienestar público (Bunge, 2019).

Eso sí, en su didáctica específica, cada docente, para que no se atasque la tela, debe saber cuál es la mejor aguja, usar hilo de calidad y ajustar su tensión a la diversidad de situaciones que se va a encontrar. Si les preocupa el impacto de la IA en la educación, engrasen y lubriquen su maquinaria este curso leyendo a Tíscar Lara y a Carlos Magro. Evitarán sus ruidos.


Referencias:

Bunge, M. (2019). Filosofia de la tecnologia. Barcelona: IEC-UPC. https://hdl.handle.net/2117/169030

Diéguez, A. (2024). Pensar la tecnología. Barcelona: Shackleton books.

Innerarity, D. (2025). Una teoría crítica de la Inteligencia Artificial. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Kahneman, D., Sibony, O. y Sunstein C.R.(2021). Ruido: un fallo en el juicio humano. Barcelona: Debate.

Lara, T. y Magro, C. (2025). IA y educación. Una relación con costuras. Madrid: Trama Editorial. Biblioteca Digital Journey.


Título del libro: IA y Educación: Una relación con costuras

Autores: Tíscar Lara y Carlos Magro

ISBN: 979-13-990271-9-8

Editorial: Trama Editorial, S.L. Biblioteca Digital Journey

Idioma: Español

Número de páginas: 208

Fecha de publicación: junio de 2025

Web: www.tramaeditorial.es/libro/ia-educacion-una-relacion-con-costuras


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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