• Opinión
  • 8 de octubre de 2024
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La satisfacción del alumnado no equivale a su beneficio

La satisfacción del alumnado no equivale a su beneficio

La satisfacción del alumnado no equivale a su beneficio

Nuestra sociedad se comporta de forma contradictoria con los menores

Pexels. / Foto de Karolina Kaboompics

Licencia Creative Commons

 

Paco Benítez

Prepare the child for the road, not the road for the child[1]

Hace unas semanas leyendo un artículo del compañero Juan Fernández me topé con una de esas obviedades que no por serlo deja de pasar desapercibida por la población. Decía textualmente: “Si la innovación docente pretende mejorar el aprendizaje del alumnado, no es adecuado evaluar la satisfacción del alumnado. Puede ser que el alumnado esté más satisfecho, pero por otras razones. También sucede a veces que, a pesar de estar menos satisfechos, aprenden más”.

Decía lo de la obviedad, porque durante buena parte de la historia educadores y familias han sabido que doblegarse a la satisfacción de niños y adolescentes es contraproducente desde el punto de vista de su educación y desarrollo. Por poner un ejemplo también obvio, si un crío quiere cenar un croissant de chocolate, lo más sensato para sus progenitores es no satisfacer su voluntad, sino al revés. Y esto, además, se hace por su bien, para protegerlo de su voluntad auto lesiva.

Pues bien, parece que con las últimas tendencias metodológicas de la llamada “nueva” educación, con que los pupilos estén contentos con lo que se encuentran en clase y lo que les propone el docente, ya se da por sentado que se ha producido un impacto de calidad. Cuando la realidad es que el único criterio (o cuanto menos el más importante) que se debería tener en cuenta para evaluar esa “innovación” debería ser si ha impactado positivamente en el aprendizaje. Evaluar siempre es una tarea compleja, y más si cabe evaluar cualquier método pedagógico. Pero lo cierto es que los datos objetivos extraídos de las pruebas externas que realiza nuestro alumnado nos demuestran que el aprendizaje está cayendo en picado.

Sigo con algunas preguntas obvias relativas a la satisfacción del alumnado. ¿Los alumnos preferirán un método y/o profesor que les exija un esfuerzo y trabajo continuado en el aula y en casa o por el contrario uno en que juegan y donde no se les exige responsabilidades? ¿Los alumnos preferirán pasar de curso o titular aún teniendo varias asignaturas suspendidas o no poder hacerlo en esos casos? ¿Los alumnos preferirán tratar temas de su interés en clase como el fútbol, el reggaetón o el porno o aprender sobre historia del arte, fractales o el sistema nervioso? En fin, podría seguir escribiendo preguntas donde la respuesta obvia del alumnado sería la primera opción de cada una de ellas, pero no quiero cansar al lector.

El libro de Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, The Coddling of the American Mind, traducido al español como La transformación de la mente moderna, nos alerta de los riesgos que supone para la salud mental de los jóvenes la sobreprotección resultante de una crianza y un sistema educativo que los hace crecer entre algodones. Actualmente estamos siendo testigos de una epidemia de ansiedad y depresión en nuestra juventud, la cual, según los autores, es resultado de una fragilidad resultante precisamente del hecho de proteger constantemente su satisfacción. Enfrentarse a dificultades y superar frustraciones no es algo agradable, pero es algo necesario para forjar un carácter fuerte y adulto.

Y para otro día podemos hablar también de las famosas encuestas de satisfacción del alumnado y su evaluación de las materias, que a día de hoy ya muchos centros realizan a final si no de cada evaluación sí al final de cada curso. No digo que la intención detrás de ellas no sea buena, pero por mi experiencia os puedo decir que se convierten en una broma. Es bien sabido que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, pero, ¿son los alumnos lo suficientemente maduros y están lo suficientemente formados para valorar el trabajo de un docente? Permitidme que responda que no (aunque no suene moderno).

Un sistema educativo que tiene sumido al alumnado en una falsa burbuja que muchas veces les hace creer que están preparados para lo que realmente no están, ¿no es, aunque se amolde a su satisfacción, algo contraproducente para su futuro personal, académico y profesional?

Acabo con otra cita de otra obra magnífica, La crisis de la autoridad, de la juez y autora Natalia Velilla: “Nos estamos equivocando al tratar a los niños y adolescentes como personas con capacidad de decidir, puesto que la patria potestad y la minoría de edad tienen una finalidad protectora de las personalidades en formación. Nuestra sociedad se comporta de forma contradictoria con los menores, equiparando hasta la confusión «dignidad» de la persona con «autonomía de la voluntad»: los niños tienen dignidad, deben ser respetados, informados, valorados y escuchados de acuerdo con su nivel de madurez, pero no tienen capacidad de obrar plena, pues sus deseos no necesariamente coinciden con lo que les conviene”.


Vínculos/Webgrafia:

Juan Fernández: https://www.eldebate.com/cultura/20231007/evaluar-innovacion-educativa-navegar-mares-revueltos_144727.html

Pruebas externas: https://www.epdata.es/datos/espana-pisa-datos-graficos/484

Epidemia de ansiedad y depresión en nuestra juventud: https://www.alimente.elconfidencial.com/bienestar/2022-12-13/uno-cinco-adolescentes-problema-salud-mental_3538490/

Falsa burbuja: https://www.pressreader.com/spain/el-mundo-andalucia-weekend/20231008/281883007988473

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[1] Cita introductoria de la obra The Coddling of the American Mind, de Jonathan Haidt y Greg Lukianoff).


Fuente: educational EVIDENCE

Derechos: Creative Commons

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